Qué bonito es el deporte. No importa quién seas o a qué te dediques, siempre estamos listos para dar una opinión experta sobre cualquier cosa relacionada a lo que pasa en la cancha, sin importar lo poco que sepamos.

Ya sea fútbol, básquetbol, béisbol o cualquier otro deporte que esté en tendencia, todo el mundo tiene algo qué decir, sin importar el poco o nulo conocimiento formal que se tenga. No importa si no estamos formados para ello o si nunca hemos tocado un balón en nuestra vida, siempre podemos dar nuestra opinión experta sobre la mejor estrategia de juego o explicar por qué el desempeño del equipo no fue satisfactorio; todos creemos ser mejores directores técnicos que los que están en ese cargo. La facilidad de publicación en redes sociales ha simplificado, cada vez más, la difusión de opiniones acerca de lo que vimos en la pantalla por unos minutos.

Cada vez es más fácil criticar a los deportistas por sus errores y fallas, sin tener en cuenta la cantidad de esfuerzo y dedicación que ponen en cada juego. Es muy fácil sentarse en el sofá y señalar los errores de los jugadores, sin entender la presión que enfrentan en el campo, y sin tener una visión general de lo que verdaderamente está pasando dentro y fuera de la cancha, dentro y fuera del vestidor.

Y hablando de eso, como psicóloga deportiva, no puedo pasar por alto un error recurrente por parte de algunos colegas psicólogos valientes, por no decir imprudentes, que tienen la audacia de hacer pseudoanálisis psicológicos de competencias que ven en la televisión, es decir, de extraños que ni siquiera conocen en persona. Esos «análisis psicológicos» no son más que opiniones, y opiniones puede tener cualquiera, sin necesidad de ser psicólogo; como dice aquella frase célebre: «Sin datos, solo eres otra persona con una opinión».

Para hacer un análisis psicológico serio, es indispensable tener contacto con la persona en cuestión, hablar con ella, conocer su situación actual, entre otras cosas. Y, dicho sea de paso, incluso teniendo todo eso, no sería ético difundir cualquier tipo de información que haya sido compartida en un espacio de confidencialidad. No basta con verle jugar una hora en una pantalla, para hacer un análisis psicológico. Simplemente no se puede, no se debe, no hay forma.

Pero también hay quienes opinan sobre la vida personal de los deportistas, como si se conociera su vida privada. ¿Qué importa si no los conocemos en persona y solo conocemos lo que la prensa nos dice? Siempre podemos juzgar a los demás por sus acciones y decisiones, sin tener en cuenta, el sesgo de información que tenemos de su situación. A veces pareciera que lo más importante es generar una opinión, no importa si es informada o no; y si se hace desde una superioridad moral, mejor.

Por supuesto que estoy a favor del crecimiento del deporte a través de un proceso evolutivo donde quepa la oportunidad de diálogo, sin embargo, tal vez sería más conveniente hablar cuando hay un conocimiento de fondo. Hablar cuando se conoce la situación, cuando se ha investigado y cuando hay una base de apertura para ello. Quizá ese sería un buen camino, o quizás no, lo cierto es que cada vez es más fácil ser severamente atacado por una opinión poco estructurada o desafortunada, yo creo que eso nos debería decir algo.

Se vale no tener una opinión de todo, se vale simplemente disfrutar de ese partido sin una mirada de analista, pasar un buen rato y disfrutar. Démonos esa oportunidad.