Afganistán, 27 de diciembre de 1979, Jafizulá Amín, quien fue hombre de la CIA norteamericana, es asesinado por spetsnaz rusos1, y reemplazado por Babrak Karmal, un líder de confianza, y contrario a los planes de la OTAN sobre la Unión Soviética. Aquel hecho, así como el involucramiento estadounidense en Vietnam, Laos, Cambodia, el tratado SALT I, el acercamiento a la China de Mao, el escándalo Watergate, la firma de los acuerdos de Camp David, la caída del Shah, el ascenso del Ayatola y el inicio del apoyo a la insurgencia afgana contra los soviéticos, caracterizaron el panorama de la Guerra Fría al cerrarse la década del 70, era la aplicación de la contención, la disuasión y la intervención al otro.

Así, iniciaba una nueva década que se esperaba iba a ser la continuación de incertidumbre en la lucha entre la U.R.S.S. y Estados Unidos, sin embargo, los 80 sería la última década de la Guerra Fría, la cual dio paso al despliegue efectivo del Soft Power en los 90. Una forma versátil de influencia que nunca estuvo alejada del hard power militar, desplegándose para lo que sería su uso efectivo y negativo dos décadas más tarde en las guerras de información.

No obstante, es a partir de la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 que Estados Unidos logra desplegar el soft power perfeccionando su poder cultural, marcando una época en la que el mundo globalizado había dejado atrás los sesgos ideológicos ortodoxos a cambio de una ilusión liberal de paz global. En aquella paz global es en la que germinarían las semillas de los futuros radicalismos fundamentalistas que más adelante caracterizarían a la nueva era del terror.

Importante destacar que, el unilateralismo político prevaleció a lo largo de la historia estadounidense, incluso en la década del liberalismo multicultural; preservándose para sí, una autonomía, siempre adversa a la dependencia de aliados únicos, procurándose cuidar la nación sobre todas las cosas, manteniendo su autoafirmada excepcionalidad norteamericana2.

En la estructuración del soft power estadounidense, la inexistencia histórica del nacionalismo clásico, como el de las demás naciones que estaban fundamentadas en la sangre, cultura, tierra e historia de un lugar en particular, permitió que los norteamericanos –al provenir de la inmigración– se vincularan a la ideología republicana liberal, la cual, permitía todas las visiones, siempre que tomaran en cuenta el modelo económico y la espiritualidad trascendental como nación indispensable.

La última década del siglo XX fue una transición de la bipolaridad al unipolarismo3, constituyendo la década en la que el soft power se desarrolló plenamente. A la par de los hechos históricos remanentes como herederos de la Guerra Fría. La aplicación del hard power no había quedado atrás, pero si habían quedado atrás, las razones de una confrontación bipolar.

En este plano histórico es importante destacar que el entonces presidente George H. W. Bush precisaba mejorar el sistema de misiles del ejército norteamericano, uno que sea capaz de anular el lanzamiento accidental de cabezas nucleares por parte de Rusia o un ataque lanzado por Irán o Corea del Norte, que ya a la cabeza de Kim Il-sung, representaba una seria amenaza ideológica y militar.

El nuevo sistema se denominó, Protección Global Contra Ataques Limitados o Global Protection Against Limited Strikes (GPALS), el cual combinaba el sistema «Brilliant Pebbles»4 que constaba de pequeños sensores desplegados en la órbita espacial sobre la tierra. Y mientras esto sucedía, se probaba el sistema de misiles de defensa «Patriot» en Arabia Saudita e Israel contra el alcance de los misiles «Scud» usados por Irak en la Guerra del Golfo.

Esta etapa de aplicación del hard power militar, de contención y disuasión dio paso a los años liberales; los cuales resaltaron el proceso globalizador5 convirtiendo al mundo en un lugar unitario, de asimilación multicultural. Ese proceso globalizador post-westfaliano de estados mínimos y organizaciones trasnacionales no estatales, con el que cerraba la última década del siglo pasado estaba caracterizado por un aumento en la interacción en el intercambio de información y de bienes de consumo, que se medían por el alcance, la intensidad y las velocidades generadas. No obstante, aún no se vislumbraba una aceleración en la instantaneidad de los acontecimientos, aun la internet estaba en manos de muy pocas personas, pero el camino ya estaba trazado.

Un resultado del nuevo contexto post-Guerra Fría, fue que los estados débiles en gran parte de África y el mundo musulmán, fueron cuna de grupos terroristas. Considérese que Afganistán fue y sigue siendo un gran productor de opio. Además, debe recordarse que el fin de la Guerra fría fomentó el surgimiento con fuerza de los grupos separatistas, mafias transnacionales, señores de la guerra y las semillas de la privatización de la guerra a cargo de empresas militares de mercenarios como la extinta «Blackwater» en 1997.

La seguridad que planteó el nuevo unipolarismo, estaba dada en términos multidimensionales, multidireccionales, interdependientes y complejos. Sumado a esto, la influencia neoconservadora contraria a los derechos sociales y culturales acentuó una percepción errónea de choque civilizatorio.

Por ello, la gestión de William J. Clinton a partir de 1992 no solo encarnaba la «post-guerra fría» ideológica, sino que también enfrentaba una recesión, un proceso de desintegración en Yugoslavia, además de una crisis social y humanitaria en Somalia6.

Clinton heredó como tareas inconclusas del periodo Bush: saber cuál iba a ser el rol que desempeñaría Estados Unidos internacionalmente respecto a los Balcanes, asegurarse que Sadam Hussein se adhiera a los términos y acuerdos del fin de la Guerra del Golfo, el problema en Somalia y la restricción de refugiados haitianos hacia Estados Unidos, entre otros.

Estados Unidos ya no actuaba de forma directa, su accionar era relativo, lo que se constató con su inacción sobre el exterminio de los ‘Tutsis’ en el genocidio de Ruanda en 19947, lugar, donde los intereses norteamericanos no estaban amenazados; mientras que por el otro lado, y bajo la autorización del congreso estadounidense se desplegó fuerzas militares en otras partes del mundo con valor más estratégico: Haití (1994), Bosnia (1994-1995), Irak (1998), Sudan (1998), Afganistán (1998), y la guerra aérea de 79 días en Serbia/Kosovo (del 24 de marzo al 10 de junio de 1999).

Fueron los años en que el radicalismo islámico tomó mayor importancia, apuntando a iniciar una Yihad contra Occidente, lo que fue una respuesta a la misión civilizatoria de Estados Unidos sobre el mundo; además los 90, fueron los años en que el discurso sobre el terrorismo se empleó de manera continua, de hecho Clinton introdujo jurisdicciones federales entorno al financiamiento al terrorismo en el discurso del Estado de la Unión en 1995 e incrementando el gasto militar a 112 mil millones de dólares89.

Por lo que los 90, fue la década en que el soft power modeló su funcionamiento a la par del hard power, este funcionamiento de aplicación simultanea es lo que denomino negative soft power y que sería aplicado plenamente a partir de las guerras de información en la segunda década del siglo XXI.

La nueva «Doctrina Clinton», se caracterizó como: el manejo de la globalización económica y diplomacia preventiva10. El entonces mandatario, continuó el sistema «Ballistic Missile Defense», que fue pensado previamente para constituirse como escudo y contrapeso a nuevos desarrollos armamentísticos de la extinta U.R.S.S.; además, del mejoramiento de capacidades militares se estableció los fundamentos de la National Security Agency (NSA), que en el siglo XXI vendría a controlar y vigilar –con un poder que jamás tuvieron la Stasi alemana y la KGB rusa– a los ciudadanos del mundo a través de la tecnología en red. Este futuro poder digital que sobrepasaría a la CIA, sería fundamental y de inspiración en las guerras de información que se librarían en el futuro y frente a adversarios que usan una metodología similar no solo para vigila potenciales riesgos, sino para eliminar toda disidencia.

De los gastos que se oficializaban para el presupuesto de las armas, y ante el peligro de países como Irán y Corea del Norte, la administración de Clinton en continuación del programa balístico de su antecesor, anuncio el sistema «National Missile Defense» (NMD) de tres niveles, que para 1999 fue modificado, logrando fortalecer el primer nivel de 20 interceptores a 100, con pruebas y problemas de ejecución de «the Theater High-Altitud Area Defense» (THAAD) en diciembre de 1995 y marzo de 1999, posponiendo la construcción de los NMD.

A pesar de los retrasos y la decidida voluntad de Clinton para resolver el mejoramiento militar, a fines del año 2000, el «Army’s short-Range Patriot Advanced Capability» (PAC-3) acabó siendo mejorado significativamente11. Estos avances demostraron que el hard power tuvo igual importancia en la década de expansión del soft power.

Así, los años noventa, también conllevaron la política de expansión de la influencia norteamericana en Europa a través de la OTAN, la cual llegó a Hungría, Polonia y República Checa, a lo que es inevitable mencionar que la presidencia de Boris Yeltsin en Rusia fue otro componente de la factibilidad de la expansión norteamericana sobre la cuenca del Mar Caspio12. Yeltsin, quien abrió la puerta a los «oligarcas» y el libre mercado, fuera de su comportamiento errático y vicioso, provocó otro efecto que marcaría las políticas del siguiente siglo en ciernes, la llegada de un nacionalista autoritario y nostálgico del viejo poderío ruso, Vladimir Putin.

Notas

1 Para una mayor comprensión del rol de los rusos soviéticos en Afganistán entre 1979 y 1989, véase el trabajo de Rodric Braithwaite, Afgantsy: the Russians in Afghanistan, 1979-89. Oxford University Press, 2011.
2 El sentido de excepcionalidad fue la vinculación del mito de la ‘tierra prometida’ y ‘el pueblo elegido’ que guía al resto del mundo, esto es rastreable hasta 1630, cuando John Winthrop afirmó que su pueblo era como una ciudad sobre la colina hacia la que se dirigían las miradas de la gente. Véase, Trevor B. McCrisken, American exceptionalism and the legacy of Vietnam: US foreign policy since 1974. Palgrave Macmillan, 2003, p. 9.
3 Considérese que entre 1989 y 1990 cayeron varios gobiernos de Europa Central y Oriental (Alemania Oriental, Checoslovaquia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Rumania).
4 En Andrew Futter, Ballistic missile defence and US national security policy: normalisation and acceptance after the Cold War. Routledge, 2013, p. 23.
5 La historia de la humanidad ha estado profundamente conectada y los conocimientos desarrollados tienen un antecedente previo que lo conecta a su pasado, dejando de lado toda afirmación de culturas puras. Véase, David Christian, Maps of time. University of California Press, 2011.
6 En Somalia en octubre de 1993 la caída de dos helicópteros «Black Hawk» provocó la muerte de 19 norteamericanos y 500 somalís en represalia. Véase John Dumbrell, Clinton’s Foreign Policy. Between the Bushes, 1992-2000. Routledge, p. 67.
7 De acuerdo a archivos desclasificados de la CIA a través de la FOIA, Clinton sabía anticipadamente del camino al genocidio que estaba dispuesto a suceder en el conflicto de Ruanda. Véase John Dumbrell, op. cit., p. 79.
8 John Dumbrell, op. cit., pp. 136.
9 Op. Cit., p. 142.
10 Op. Cit., p. 41.
11 Véase Andrew Futter, Ballistic missile defence and US national security policy: normalisation and acceptance after the Cold War. Routledge, 2013, caps. 3 y 4.
12 John Dumbrell, op. cit., pp. 124-129.

Bibliografía

Braithwaite, R. (2011). Afgantsy: the Russians in Afghanistan, 1979-89. Oxford University Press.
Christian, D. (2011). Maps of time. University of California Press.
Dumbrell, J. (2009). Clinton’s Foreign Policy. Between the Bushes, 1992-2000. Routledge.
Futter, A. (2013). Ballistic missile defence and US national security policy: normalisation and acceptance after the Cold War. Routledge.
McCrisken, T. B. (2003). American exceptionalism and the legacy of Vietnam: US foreign policy since 1974. Palgrave Macmillan.