Si la década de los 90 demostró que el soft power coexistió con acciones plenamente vinculadas al hard power militar, la siguiente década iba a profundizar la relación de ambas formas de poder. Barack Obama quien ascendió a la presidencia bajo el eslogan “Yes We Can” ejemplificó al igual que Clinton, la preservación del poder entorno al equilibrio entre la violencia y diplomacia con el smart power.

Previamente, fue el año 2001 el cierre de la influencia cultural estadounidense, pasando a una década de rechazo y aversión generada por un poder desmedido que se enfocó en aplicar el hard power en su máxima expresión con una intervención desastrosa, a través del despliegue militar que acabó por desestabilizar Medio Oriente. Así, la década del 2000 demolió parcialmente lo que se había construido en los 90, dando paso al retorno de las ideologías ortodoxas en la periferia global.

Ciertamente, la deshumanización, la desensibilización y el terror, produjeron miedo generalizado a nuevos actores no tradicionales y transnacionales que representaban una relación asimétrica de difícil comprensión. Errores como las torturas en Abu Ghraib1, el bombardeo indiscriminado por drones2 y la separación maniquea entre los aliados de Occidente y sus enemigos, profundizaron aún más la aversión a la influencia estadounidense que había permitido avizorar efímeramente un mundo multicultural diez años atrás.

El paso de Bush a Obama significó un retorno a la fe perdida en el liberalismo norteamericano. Se esperó que Obama pudiera revertir la guerra, retornar a los valores liberales de los 90. Sin embargo, Obama no era el liberal que esperaban los más idealistas, Obama fue un realista que defendió otra forma de poder, el smart power.

Solo Estados Unidos podía utilizar el smart power o la unión entre el hard y soft power global, pero en lugar de poner en cuestionamiento severo el rol de los aparatos de seguridad que vulneraban las libertades civiles, además de las campañas militares en Medio Oriente, Obama perfeccionó la vigilancia sobre mandatarios3 y población en general, así como también perfeccionó el empleo de drones, continuando la guerra contra el terrorismo y el respaldo opaco, pero constante a Israel, en una clara continuación de la línea dura de Washington.

En ese periodo, ya se notaban los rasgos de un floreciente ultranacionalismo en Europa, debido principalmente a la recesión y luego empeorado aún más con la ola de inmigrantes africanos que huyeron del caos desatado por los nuevos grupos terroristas como Al-Shabbaab, acabando definitivamente con el idealismo multiculturalista de la década liberal.

El retiro de las tropas de Irak, no evito su redoblamiento en Afganistán, considerándose que Irak fue una guerra de elección, en tanto que Afganistán era una guerra de necesidad, razón por la que, en mayo de 2009 se reemplazó el comando militar en Afganistán4, dándose un incremento de tropas, semanas después de que Barack Obama recibiera el Premio Nobel de la Paz para 2009.

Otro hecho de importancia histórica en la administración Obama, fue el levantamiento del pueblo de Túnez contra el régimen de Zine al-Abidine Ben Ali en 2011, lo que significó para Obama una oportunidad para afirmar que el pueblo tunecino había probado ser más fuerte que un dictador y que Estados Unidos apoyaba las aspiraciones democráticas.

En ese contexto, con la NSA se consolidó la era del control y vigilancia digital, que fue fortalecida por la administración Obama, con la intención de conocerlo y saberlo todo para alimentar ventajas estratégicas sobre el mundo. Cabe recordar que la Ley Patriot Act del 26 octubre de 2001 dejó en claro, a través del ministro de justicia John Ashcroft, la capacidad plena de arrestar a todo sospechoso por un tiempo casi indefinido, permitiéndose, además, el espionaje de emails, conversaciones telefónicas y allanamiento de morada sin orden judicial5.

Además, debe establecerse que, si bien el componente tecnológico estaba en pleno desarrollo, también lo estaban las razones para una nueva guerra. Obama, tuvo la obligación para aumentar fuerza militar en Afganistán y en Libia antes de 2014, bajo la razón del surgimiento del Estado Islámico en Irak6.

Irak históricamente no representó un problema o una amenaza real ni en la administración de George H. W. Bush (padre), ni en la de George W. Bush (hijo). No fue un enclave importante en 2003, pero si lo fue a partir de 2010, cuando la nación árabe fue completamente devastada por la guerra, cuando los conflictos internos fragmentaron todo posible dialogo entre kurdos, sunníes y chiíes7, y cuando los gérmenes del Estado Islámico ya estaban en plena concreción con el avance del sunismo.

No solo Estados Unidos había fracasado en convertir a Irak en un enclave para la transformación democrática de la región, sino que debilitó su imagen cultural al exterior, afectó su economía y lo distrajo de los enclaves de ideología radical que se afianzaban en el mundo y que posteriormente serían usados por los proyectos iliberales para desestabilizar las democracias globales.

Entre las razones que dieron lugar a las acciones continuas en Afganistán, por parte de las tropas estadounidenses estaban: el resurgimiento de Al Qaeda como aliado del Talibán y la presencia del Estado Islámico al sur de la provincia de Helmand en Afganistán8.

Apropósito de la razón principal por la que Obama retomó la acción bélica en Medio Oriente, se debe tener en claro que el Estado Islámico, conocido previamente como «Al-Qaeda en Irak» (AQI) tuvo sus orígenes en 2004, la invasión norteamericana de 2003 alentó en octubre de 2004 a Abu Musab al-Zarqaui a integrarse a Al-Qaeda, jurando lealtad a Osama bin Laden.

Mientras bin Laden buscaba atacar enemigos lejanos como Estados Unidos, Zarqaui buscaba atacar tanto a enemigos lejanos como cercanos –incluso chiíes y suníes no radicalizados en el salafismo–, a partir de la invasión norteamericana, al-Zarqaui encontró el lugar ideal para profundizar una crisis civil. Así, realizó acciones terroristas contra la embajada jordana, contra la ONU, contra los chiíes, yazidíes y kurdos.

Para 2010 ya había muerto al-Zarqaui, y el nuevo líder era Abu Bakr al-Baghdadi, quien llevó a la organización en 2013 a Siria, expandiéndola más aun y adoptando el nombre de ISIS o Islamic State of Irak and Siria, ISIS para aquel año ya se encontraba actuando de forma completamente autónoma de Al-Qaeda y en vísperas de proclamar su califato. Aquel año, Irak estaba hundida en la guerra, lo que les permitió liberar yihadistas detenidos en cárceles de Tikrit y Abu Ghraib, quienes se unieron a sus filas contra los civiles de facciones no radicalizadas.

Otro aspecto por el que Estados Unidos fortaleció al Estado Islámico, fue el apoyo al Frente al Nusra para provocar la caída de Bashar al Assad en Siria –con posterioridad a la Primavera Árabe–, sin determinar cómo llegaban las armas y sin considerar a quienes se daba asesoramiento de contratistas militares. Mas adelante se evidenció que las armas9 llegaron al Estado Islámico. De hecho, la exsecretaria de Estado, Hillary Clinton, tuvo conocimiento del proceso en Siria y el nacimiento armado10 de la facción más radical11 que se convertiría en ISIS.

Ya entonces, Obama temía que Estados Unidos se aislara dejando un vacío de liderazgo que otra nación no pudiera llenar12, pero se equivocaba en sus temores, ya que Rusia estuvo dispuesta a llenar el silencio norteamericano en Siria, donde actuó efectivamente el grupo de mercenarios Wagner, poniendo en práctica toda la metodología militar para ayudar a Bashar al-Assad contra los rebeldes y el Estado Islámico, metodología que usaría más tarde en Ucrania.

La llegada de Donald J. Trump, el aislacionismo norteamericano, el fundamentalismo, el nacionalismo a ultranza y la distorsión de la realidad a partir de 2017, permitió comprender como el proyecto liberal global de Estados Unidos se había distorsionado desde el interior, convirtiéndose en un proyecto chauvinista, proto-fascista y populista. Exactamente lo que China y Rusia deseaban ver en el faro encima de la colina. Ahora las políticas liberales ya no podían ser entendidas desde el liberalismo clásico, ni desde el culturalismo constructivista. Las políticas de un mundo anárquico, multipolar en el que fluctúan el hard power y el soft power en versiones híbridas solo se podían entender de manera realista, no viendo al soft power como una política exterior propia de Occidente o del liberalismo ilustrado, sino como una herramienta más de la política global que ya empleaba el espionaje, la inteligencia, la diplomacia y la creación de propaganda desde tiempos de Alejandro Magno, Anibal Barca y Sun Tzu.

Es así, que finalmente, el soft power coexistió con el hard power tanto en la administración Clinton como en la administración Obama, habiéndose expuesto con fuerza como el hard power tuvo igual y mayor peso en las administraciones que ejemplificaron la cara civilizatoria estadounidense. Y a pesar de que Estados Unidos pueda parecer aquel coloso descontrolado que rechazan los antioccidentales, es la única propuesta civilizatoria frente al iliberalismo actual. De lo que se trata, es de que aprenda de sus errores y no cree las justificaciones que tiempo más tarde respaldan al autoritarismo de un Putin, o al fundamentalismo de un al-Zarqaui.

Notas

1 El informe completo sobre Abu Ghraib. También véase, Carol K. Winkler, In the name of terrorism: presidents on political violence in the post-World War II era. State University of New York Press, 2006; Nancy S. Lind & Bernard I. Tamas, Controversies of the George W. Bush presidency: pro and con documents. Greenwood Press. 2007; y Julian E. Zelizer, (Ed.), The presidency of George W. Bush: a first historical assessment. Princeton University Press, 2010.
2 Documentos desclasificados por las autoridades del «Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno» británico (GCHQ) en 2015, establecieron, –además del ex-director de la CIA y luego cabeza de la NSA entre 2006-2009– que una gran cantidad de víctimas por drones, eran civiles. En Leonard Cutler, President Obama’s Counterterrorism Strategy in the War on Terror. Palgrave Macmillan. 2017, pp. 49 y 58.
3 La NSA logró obtener información de presidentes como: Dilma Rousseff, Nicolás Sarkozy, e incluso Ángela Merkel, quien había sido escuchada por el Special Collection Service (SCS) una unidad de la NSA que se encontraba operando en la embajada de los Estados Unidos en Berlín.
4 Si, Irak fue considerada como una «guerra tonta», Afganistán fue considerada como una «guerra buena». En David Fitzgerald, & David Ryan, Obama, US Foreign Policy and the Dilemmas of Intervention. Palgrave Macmillan, 2014, p. 135.
5 Véase, Nancy S. Lind, & Bernard I. Tamas, Controversies of the George W. Bush presidency: pro and con documents. Greenwood Press, 2007, p. 40.
6 David Fitzgerald, & David Ryan, op. cit., p. 26.
7 La confrontación entre sunníes y chiíes, alimentó la división entre palestinos, libaneses y estados de Medio Oriente en general. David Fitzgerald, & David Ryan, op. cit., p. 37.
8 Leonard Cutler, President Obama’s Counterterrorism Strategy in the War on Terror. Palgrave Macmillan, 2017, p. 32.
9 Corsi, Jerome, (2 de junio de 2015), Declassified Documents: Hillary Clinton aided the Rise of the “Islamic State”. Global Research.
10 Entre las armas recibidas por los yihadistas estaba: misiles SA-7 y SA-23/4, rifles de francotirador, RPG’s y cañones de 155 milímetros.
11 Goldberg, Jeffrey, (10 de agosto de 2014). Hillary Clinton: 'Failure' to Help Syrian Rebels Led to the Rise of ISIS. The Atlantic.
12 Seyom Brown, Faces of power: constancy and change in United States foreign policy from Truman to Obama. Columbia University Press, 2015, p. 757.

Bibliografía

Brown, S. (2015). Faces of power: constancy and change in United States foreign policy from Truman to Obama. Columbia University Press.
David Fitzgerald, D. & Ryan, D. (2014) Obama, US Foreign Policy and the Dilemmas of Intervention. Palgrave Macmillan.
Leonard Cutler, L. (2017). President Obama’s Counterterrorism Strategy in the War on Terror. Palgrave Macmillan.
Lind, N. S. & Tamas, B. I. (2007). Controversies of the George W. Bush presidency: pro and con documents. Greenwood Press.
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Zelizer, J. E. (Ed.). (2010). The presidency of George W. Bush: a first historical assessment. Princeton University Press.