Vaya a donde vaya, veo a alguien con un brebaje verde en la mano. Verde por aquí, verde por allá. En taza, en vaso, con más o menos espuma. El té matcha está conquistando los paladares de todo el mundo y parece que solo falto yo. Por eso, voy a ir a mi cafetería de confianza para probarlo de una vez por todas. Esperad, que ahora vuelvo. ¡Un matcha, por favor!

En una preciosa taza blanca, el verde del matcha sale a relucir. Con el clásico dibujo impecable de un experto barista, la bebida adquiere todavía más atractivo. Incluso el resto de mesas se giran para mirarlo. Es curioso cómo un té, que nunca suele llamar la atención, ahora lo hace por su peculiar color. Seguro que tú también lo has visto en las redes sociales. En esas rutinas en las que no puede faltar para empezar el día con buen pie. Y es que no solo es una bebida, sino todo un ritual. El matcha es un estilo de vida.

¿Qué tiene de especial este té verde?

En países como España, el té pasa completamente desapercibido entre la mayoría de la población. Negro, rojo, verde, blanco. Da igual cuál te guste, que no será ni la mitad de popular que el café. El matcha, sin embargo, ha llegado para cambiar las reglas del juego. Es innegable que los consumidores siguen prefiriendo su café con leche, pero ahora hay un nuevo agente que ha conseguido colarse en los desayunos de esos aventureros a los que les gusta experimentar.

El matcha tiene algo especial, a la vista está. No solo por ser un té verde en polvo finamente molido. Ni por obtenerse de las hojas más jóvenes y selectas de la primera cosecha de la planta Camellia Sinensis. Ni tampoco por cultivarse a la sombra, produciendo más teanina, clorofila y cafeína, para preservar mejor sus propiedades y por supuesto su sabor. ¿Serán acaso sus numerosos beneficios para la salud? Ya son muchos los adeptos que confían en el matcha para potenciar su bienestar general. Sus hojas se extraen de la misma planta que el té negro pero sin fermentar y por eso, a diferencia de otros tés que se infusionan, el matcha se consume en su totalidad. ¿Qué se consigue? Lo que todo el mundo espera de una bebida tan viral: ¡Aprovechar sus nutrientes al máximo! O sea que ahora, no solo lo tomas por moda, sino porque es rico en antioxidantes, vitaminas y minerales y eso sin duda es un win-win.

Por supuesto, el matcha es demasiado sofisticado como para no tener una historia y tradición detrás. De hecho, seguramente esto sea lo que lo hace tan especial. Existe un ritual que convoca en petit comité a un grupo de personas para disfrutar de la preparación del matcha y de todos sus beneficios. Bienvenido/a a la ceremonia del té.

La ceremonia del té matcha

La costumbre de beber té no siempre ha sido por placer (aunque para los que amamos esta bebida, no hay placer más grande). Sino que empezó a tomarse como medicina, un hábito que extendieron los monjes budistas de China y que introdujeron en Japón, allá por el siglo IX. Los monasterios budistas lo tomaban como ritual religioso, mientras que fueron los samuráis quienes empezaron a preparar esta bebida, construyendo las bases de lo que sería su ceremonia. El rito fue evolucionando, hasta desarrollar una estética concreta llamada wabi. Se trata de un término japonés que se utiliza para describir una forma de belleza que valora la simplicidad, la humildad y la imperfección.

Me gusta pensar que detrás del té hay una filosofía. Cada gota tiene un sentido, una historia y una manera de disfrutarlo. De hecho, los principios centrales de su ceremonia son la armonía, el respeto, la pureza y la tranquilidad. Es interesante que el té siempre ha sido una bebida para reunirse, disfrutar y degustar lentamente. El café, por el contrario, suele asociarse a las prisas, a la necesidad de despertarse y ser productivo. El té no te hace más rápido, más listo ni más eficaz. Solo te hace ser «ese tipo de persona». El especial. Al que le gustan las pausas. Al que le gusta el té.

Tras irme por las ramas, volvamos a la ceremonia, que por cierto, suele llevarse a cabo en el jardín. Imagina una pequeña cabaña hecha con materiales nobles y naturales, con una entrada a la que acceder de rodillas. Dejas cualquier energía negativa fuera, pues solo los humildes y modestos pueden entrar. Los zapatos por supuesto también se quedan en el exterior, ya que es una forma de quitarse las impurezas y separar los problemas externos del ritual que se está a punto de llevar a cabo. El anfitrión prepara las tazas y es importante que el agua esté a unos 80ºC, sin llegar al punto de ebullición (porque incluso en eso el matcha tiene que hacerse el difícil). Así se evita que el calor extremo abrase las hojas de té japonés y se pierdan sus propiedades.

Si la ceremonia del té es formal y completa, incluye una comida y dos clases de té, durando aproximadamente cuatro horas. Un momento para desconectar, en el que el anfitrión debe crear un ambiente sereno, estético, intelectual y físicamente agradable. El objetivo final de la ceremonia es vivir el presente, por lo que todo el ritual gira en torno a los elementos que envuelven el evento. La idea es concentrar todos los sentidos en la ceremonia, sin distraerse pensando en cuestiones mundanas. Porque ¿qué puede haber mejor que tomar té mientras se mira el té, se piensa en té y se habla de té?

El té matcha en la cultura occidental

Algo que todavía no he comentado y que es bastante relevante para el tema que nos atañe, es que el matcha tiene un sabor peculiar. Los que lo habéis probado, lo sabéis. Tiene un sabor extraño. Es fuerte, dulce y amargo a la vez. Personalmente me recuerda a las algas del mar, lo cual no lo hace especialmente apetecible. Sin embargo, tras probarlo entiendo que se trata de acostumbrarse. El primer trago es el más curioso. Esperas un sabor a té y obtienes algo totalmente nuevo. Al menos, eso me ocurrió a mí. Conforme vas bebiendo, empiezas a verle la gracia. Lo amargo desaparece y se queda un sabor único, que te lleva de viaje a Japón (y eso que nunca he estado). No me extraña que en la cultura occidental cada vez se utilice más en distintas recetas. Desde pasteles, helados y batidos, hasta galletas, cafés y salsas.

La versatilidad del matcha va más allá de la simple taza caliente. Se ha convertido en una tendencia que incluso los principales chefs han incorporado a sus propuestas gastronómicas. Y es que no solo su color es un distintivo, sino que su característico sabor consigue combinaciones únicas, que no se habían explorado antes.

Y si siempre ha habido dos tipos de personas (los de té y los de café), el matcha ha conseguido ser el puente entre ambas. Las cafeterías de todo el globo se han sumado al trend, ofreciendo lattes, espressos y frappuccinos como una alternativa muy chic a las bebidas de café más tradicionales. El matcha latte (que es lo que estoy bebiendo ahora mismo) ha conseguido convertirse en una de las bebidas más populares, enamorando a los apasionados de las infusiones y también de los cafés.

Además, no es una moda que se limite únicamente a la gastronomía. El color verde propio del matcha inspira paletas de colores en el mundo de la moda, el diseño y la cosmética. Y por supuesto, la estética minimalista de la ceremonia japonesa del té y también su filosofía han promovido prácticas como el mindfulness y la meditación. Buscar momentos de tranquilidad en nuestra rutina es algo a lo que ayuda la preparación del matcha. ¡Hasta en eso el té gana al café! (Sin ser esto una batalla por ganarse mi corazón).

Por eso, más que una simple bebida bonita, el matcha es una experiencia. Es una conexión con el aquí y el ahora. Con lo que disfrutas, con lo que te gusta, con lo que sientes. El matcha es una escapada del ruido del día a día. Porque quienes bebemos té sabemos que no hay sonido más satisfactorio y tranquilizador que el del agua caliente que llena la taza. Y hoy, yo me quedo con eso.