La principal insuficiencia del análisis económico de Karl Marx se resume en desconocer el origen multiclasista del valor de las mercancías, del incremento de ese valor y de la riqueza social, situando su fundamento tan solo en el trabajo obrero, y desconociendo la función de otros trabajos como el gerencial, empresarial, estudiantil, académico, intelectual, religioso, científico y tecnológico). En este equívoco se desmorona todo el estudio económico de Marx.

(Fernando Araya)

Existen dos paradigmas económicos cuyos efectos sociales, políticos y psicológicos son por completo destructivos. Uno, es el de la teoría del valor-trabajo, explicada por Karl Marx en el tomo primero de El Capital, y el otro es la tesis neoclásica de Estado mínimo, mercado perfecto, competencia y equilibrio general y simultáneo del sistema económico. Ambos esquemas de pensamiento guardan entre sí, a pesar de las diferencias, similitudes relevantes. En este ensayo me refiero al primero de los paradigmas mencionados, y en el texto del próximo 19 de marzo, analizaré el segundo.

Instancias de la teoría del valor-trabajo o teoría objetiva del valor

Presento a continuación una síntesis de los contenidos principales desarrollados por Marx en el tomo I de El Capital, ateniéndome a cuatro instancias epistemológicas discernibles en esa obra.

Primera instancia: corresponde al análisis de la forma mercantil de la producción social. De acuerdo con Marx, ese tipo de producción es lógica e históricamente anterior a la producción capitalista en sentido estricto. De ahí su interés en estudiar la célula económica de la producción mercantil (la mercancía), respecto a la cual cree descubrir una serie de contradicciones internas en las mercancías conducentes a la desaparición de la producción mercantil simple y su sustitución por la producción mercantil capitalista. Al nacer el capitalismo, se mantiene incólume el intercambio mercantil y su mecanismo de funcionamiento. En esas condiciones la mercancía en el mercado, es decir, en el «espacio» donde se encuentran las curvas de oferta y de demanda, se convierte en el «velo» que oculta la explotación de la clase trabajadora. Esta es la conclusión del estudio de la mercancía realizado por Karl Marx.

Segunda instancia: conforme a lo dicho, siguiendo al autor de El Capital, la mercancía oculta la esencia de la producción capitalista, y, por lo tanto, el objetivo de Marx en esta segunda instancia es revelarla. A este cometido dedica desde la segunda hasta la séptima sección del tomo I de El Capital, y es ahí donde obtiene las categorías básicas de su sistema de pensamiento económico. Uno de los conceptos centrales es «capital», definido, siguiendo la tradición clásica, como valor autoincrementado. Su fórmula es D-M-D' (dinero- mercancía-dinero), con la particularidad de que el dinero obtenido al final (D') incluye un incremento con relación al inicial (D) ¿Cuál es la fuente de ese incremento de valor? Existe, contesta Marx, una mercancía especial cuya propiedad específica es crear un valor mayor al suyo, se trata de la fuerza de trabajo. Obsérvese como se reduce la fuerza de trabajo a una mera condición mercantil, algo por complejo alejado de la dimensión antropológica típica de cualquier ser humano. La presencia de una fuerza de trabajo capaz de crear un valor mayor al propio es el punto de partida de la teoría de la plusvalía. Al referirse a la plusvalía, Marx empieza analiza la unidad entre el proceso de trabajo y el incremento puro y simple del valor.

El capital se divide en capital constante (c) y capital variable (v), y para Marx es clave el capital variable, a cuyo estudio le dedica sus principales razonamientos. La primera forma de este tipo de capital es la monetaria, o sea, el dinero utilizado por el propietario privado de los medios de producción para comprar fuerza de trabajo; pero el capital variable en su forma monetaria no explica el incremento del valor. Marx sostiene la siguiente tesis: el valor de las mercancías y el incremento del valor se originan en el proceso de producción, y no en el de circulación. Y es ahí, en la producción, donde se descubre la auténtica fuente de todos los valores: el trabajo obrero. De este modo nuestro autor define al capital variable como trabajo puro y simple, adscrito a la fuerza de trabajo.

Repárese en lo siguiente. Al definir del modo señalado al capital variable, este representa, por una parte, el valor de la fuerza de trabajo, y por otra la creación de un valor mayor al suyo propio. La unidad de estos dos rasgos —valor de la fuerza de trabajo e incremento del valor— constituye la «cuota de plusvalía», que, en términos político-económicos, expresa el «grado de explotación» de los obreros. La cuota de plusvalía manifiesta matemáticamente la relación entre trabajo necesario y plustrabajo. En la parte correspondiente al trabajo necesario el obrero incorpora a la mercancía un valor igual al suyo, pero si ese fuera el caso del conjunto del proceso de producción, entonces no es posible ni la plusvalía ni la ganancia. El propietario requiere que los trabajadores incorporen en el producto un valor mayor, ese valor incrementado se obtiene gracias al plustrabajo; es decir, a la parte del trabajo obrero que no le es reconocida. Así, la proporción entre trabajo necesario y plustrabajo da la cuota de plusvalía.

Entre los obreros y los propietarios de medios de producción se desarrolla una lucha en torno a la correlación trabajo necesario-plustrabajo. Los obreros tienden a reducir el tiempo del plustrabajo y los propietarios buscan aumentarlo. El empresario utiliza dos métodos para aumentar la tasa de plustrabajo, y, por esa vía, la extracción de plusvalía: 1) prolongando la jornada de trabajo (plusvalía absoluta) y 2) aumentando la productividad de trabajo (plusvalía relativa).

Cuando Marx estudia ambas clases de plusvalía enfatiza el precio de la fuerza de trabajo, transfigurado en el salario, cuya función es ocultar el verdadero valor de esa fuerza. Esa propiedad de invisibilizar el valor de la fuerza de trabajo, asociada al salario, acontece del siguiente modo: el salario es pago del trabajo y el trabajo es función de la fuerza de trabajo. Ahora bien, el incremento del valor es la virtud, no del trabajo como tal, sino de la fuerza de trabajo. Pero en el salario no se paga la fuerza de trabajo sino simplemente el trabajo. De este modo, a los «ojos» de Marx, desaparece de la consciencia social la relación esencial del capitalismo, a saber: la establecida entre el valor de la fuerza de trabajo y la capacidad de esa misma fuerza de crear un valor mayor al suyo. Llegado a este punto, el autor de El Capital concluye la primera etapa del estudio del capitalismo como proceso de producción de plusvalía. La conclusión principal es: el capital puede definirse como una relación social entre propietarios de medios de producción y poseedores de fuerza de trabajo, donde los propietarios se consideran automáticamente dueños del incremento del valor producido por la fuerza de trabajo. Esta es la sustancia de la contradicción entre capital y trabajo, según Marx. En la sociedad capitalista la riqueza social es originada en la fuerza de trabajo de los obreros, y apropiada, de manera ilegítima, por los empresarios.

El análisis referido sobre la mercancía, la fuerza de trabajo, el valor, el incremento del valor y la plusvalía no termina con el estudio de su producción; a este se le agrega la investigación sobre la reproducción de la plusvalía. A este respecto las conclusiones de Marx son las siguientes:

  1. El valor en forma de dinero en manos del propietario de medios de producción, y con el cual paga el salario al obrero, es producto del trabajo anterior de ese mismo obrero; en consecuencia, el propietario no tiene derecho sobre ese valor.

  2. Hay en lo anterior un problema, ¿cuál fue el origen del primer capital? En la formación del primer capital, responde Marx, existe violencia, robo, crimen, abuso. Los propietarios de medios de producción son expropiados violentamente de ellos y se convierten en trabajadores asalariados. Pero suponiendo que el primer capital no haya surgido precisamente así, lo decisivo, piensa Marx, es su fundamento en el trabajo.

Con la investigación del proceso de reproducción de plusvalía y de acumulación originaria del capital, concluye la segunda instancia de las cuatro en comentario.

Tercera instancia: la vida del capital no termina con su producción y reproducción. Existe también el proceso de circulación del capital, y este constituye el objeto de estudio correspondiente al tomo II de esa obra.

Cuarta instancia: finalmente, en el tomo III, Marx analiza de manera conjunta el proceso de producción y el proceso de circulación, con el propósito de construir una visión realista del sistema capitalista. La unidad de la producción y de la circulación revela la finalidad determinante del empresario privado: la ganancia.

Como puede notarse, todo el sistema económico de Marx se sostiene sobre la base de la teoría de la fuerza de trabajo obrero como fuente exclusiva del valor de las mercancías y del incremento de ese valor. Al ser la fuerza de trabajo fuente del valor autoincrementado o plusvalía, ella es también su dueño; sin embargo, en las condiciones de la propiedad privada, la plusvalía es tomada de forma ilegítima por los propietarios de medios de producción; por lo tanto, concluye Marx, los propietarios deben ser expropiados mediante la eliminación de la propiedad privada y su sustitución por la propiedad social. Se encuentra en este razonamiento la contradicción básica de la economía capitalista, tal como la estudia Marx: la que se establece entre el origen de la riqueza creada por la fuerza de trabajo obrera, y a la apropiación privada de esa riqueza por parte de los propietarios de los medios de producción. La dinámica, sujeta a ley, de esta contradicción conduce a la autodisolución de la propiedad privada. La misión histórica del proletariado, en tal tesitura, es ejecutar la sentencia en contra de la propiedad privada. A Marx no le interesa el pensamiento o el sentir de los obreros, sino su misión histórica objetiva derivada de la evolución de la estructura económica.

Hasta aquí el planteamiento de Karl Marx constituye el fundamento filosófico de la violencia política e ideológica realizada como expropiación de los expropiadores. Existe un punto donde tal conclusión, y otras del mismo talante, se desmorona como un castillo de naipes, pero antes de indicarlo conviene seguir ahondando en la teoría del valor-trabajo.

Trabajo concreto y trabajo abstracto

La fuerza de trabajo es la fuente del valor, tal la tesis de Marx, en consecuencia, los precios de las mercancías representan la manifestación aparente de ese valor subyacente creado por la fuerza de trabajo de los obreros. Ahora bien, las dimensiones del trabajo son dos. Uno es el trabajo concreto, es decir, realizado en el marco de un tipo particular de oficio, por ejemplo, el trabajo del carpintero, del agricultor, del tipógrafo, del obrero fabril. El resultado del trabajo concreto es una mercancía portadora de un valor de uso; es decir, de la capacidad para satisfacer una necesidad humana específica. En el «espacio» económico donde se encuentran productores y consumidores (el mercado), el trabajo concreto, creador del valor de uso, se enfrenta con otros trabajos concretos, es decir, con otros valores de uso. Sin embargo, no es posible intercambiar valores de uso producidos por trabajos distintos. Siguiendo el principio matemático de contar con cantidades homogéneas o transformarlas en tales para poder intercambiarlas, Marx busca una fuente común de todos los tipos concretos de trabajo y la encuentra en el trabajo abstracto, consistente en la facultad de realizar cualquier actividad laboral.

Cundo habla de trabajo abstracto, este economista hace abstracción de las cualidades concretas del trabajo, refiriéndose exclusivamente al carácter general del mismo, el gasto puro y simple de la energía creadora del valor de las mercancías. De ese modo, los trabajos concretos se reducen a trabajo abstracto. El trabajo concreto crea valor de uso y el trabajo abstracto crea valor, es decir, plusvalía. El razonamiento de Marx, como es evidente, se fundamenta en un «fantasma teórico». El trabajo abstracto solo existe bajo la forma de trabajo concreto, y en la mercancía se exterioriza como unidad de lo uno y lo otro. En el ámbito laboral no aparece nada parecido a una medida unitaria y homogénea donde se sinteticen los diversos tipos de trabajos concretos. En ese espacio se encuentra una cantidad indefinida y heterogénea de procesos de trabajo, muchos de los cuales se pueden comparar entre sí, pero otros no y, en todo caso, resulta ilegítimo reducir todos a una categoría mental (trabajo abstracto) y luego otorgar a esa categoría el valor de una realidad empírica con eficacia objetiva. Al operar de este modo Marx analizó como realidades divisivas lo que existe en unidad. Tal enfoque lo condujo a creer que las mercancías poseen una cualidad intrínseca, adherida a ellas por la fuerza de trabajo en la forma de trabajo abstracto creador del valor puro y simple, y del incremento del valor, distinto del valor de uso y del precio de mercado.

La transformación del valor en precio

¿Cómo realiza el sistema económico la transición del valor, producto del trabajo abstracto, al valor-precio de mercado? Según Marx, el valor-precio no corresponde al valor, entonces, ¿para qué el concepto de valor si lo que se conoce es el valor-precio? La noción de valor puro y simple se convierte aquí en una categoría límite al estilo kantiano, se trata de «un algo» indeterminado, una incógnita. En el fondo, y basta leer El Capital para comprobarlo, Marx no resolvió el problema del paso del valor al precio porque el punto de partida de su teoría valor-trabajo era un ideológico sin solidez empírica. El trabajo abstracto es una realidad metafísica, cuya existencia experiencial es imposible de demostrar, como ocurre en ciertas teologías con el Dios de las religiones. Ese «puro producto de la fe», ese «fantasma» del trabajo abstracto es, sin embargo, la base de la teoría acerca de la contradicción entre la fuerza de trabajo y los propietarios de los medios de producción. Toda la tesis económica de Marx se erige sobre el concepto de trabajo abstracto como fuente directa del valor. Simultáneamente, toda la teoría se derrumba en el mismo concepto cuando se descubre su naturaleza ilusoria y fantasmal. Se comprende, conforme a lo explicado, la razón por la cual los intentos de ejecutar el planteamiento económico de Marx (en el siglo XX) condujeron a resultados exactamente contrarios a los previstos en la teoría.

Otras cuatro insuficiencias básicas de lo expuesto por Marx en El Capital

Existen, por supuesto, otras muchas objeciones técnicas y filosóficas a lo escrito por Marx en El Capital, señalo cuatro, entre ellas la que estimo es determinante.

Primera, la principal objeción es la siguiente: la fuerza de trabajo obrera no es la única que interviene en la formación del valor y en su incremento, también lo hace la fuerza de trabajo empresarial y gerencial, científica, tecnológica o académica, estudiantil, artística y religiosa, para citar algunos. El conjunto de los trabajos concretos existentes en una sociedad crea valor, incremento del valor y riqueza social. Y esto conduce a una tesis muy distinta a la sostenida por Marx: el valor de las mercancías, el incremento de ese valor y la riqueza social originada en tal proceso se fundamenta en la pluralidad de las formas de trabajo, y de las fuerzas de trabajo, y no solo en una de ellas. En esta constatación, de sentido común y de observación inmediata, se derrumba todo el análisis de Marx. Él tan solo consideró la fuerza de trabajo del proletariado industrial e invisibilizó las otras. Una economía política integral debía incorporar en su análisis la simultaneidad de los distintos tipos de trabajo en el proceso de creación de valor, tal como hicieron algunos de los contemporáneos de Marx, pero esto implicaba una construcción teórica y práctica mucho más compleja y profunda. Suponiendo, como creen algunos expertos, que Marx se percató de las insuficiencias de su análisis pocos años antes de fallecer, era improbable, sumido en su enfermedad y agonizante, dedicar tiempo para volver a empezar.

Segunda, siguiendo la tesis de Marx cualquier mercancía está compuesta por un valor de uso y un valor, pero el único factor que determina el precio en el mercado es el valor puro y simple, es decir, el tiempo de trabajo socialmente necesario requerido para crear la mercancía en cuestión. Esta afirmación no se comprueba en el sistema económico real, donde la formación de los precios de mercado es influida, y mucho, por los valores de uso, es decir, por los sistemas de preferencias, necesidades, inclinaciones y gustos de los consumidores. Un planteamiento más integral, incluso en la tesis objetivista del valor, debía incorporar al unísono tanto el valor de uso como el valor de cambio en la formación de los precios, pero esto está ausente en el planteo de Marx. Digámoslo en otros términos: la utilidad marginal de la mercancía participa en la formación de su precio de mercado, y esto es así aun cuando también se tengan en cuenta las condiciones de producción.

Tercera, en la línea del pensamiento de Marx, como he dicho, debe producirse la expropiación de los expropiadores como requisito para reconciliar la riqueza social con su origen (el trabajo obrero), pero esto nunca fue realizable porque la riqueza social es un producto multiclasista invisibilizado en la visión dualista (proletariado-burguesía). En términos históricos, por lo tanto, la eliminación del propietario individual no condujo a la desaparición de la propiedad privada, sino a la sustitución del empresario privado por el Estado como propietario de los medios de producción. Desaparece el empresario privado, pero quienes están en el Estado o lo dominan, son dueños efectivos de los medios de producción, creándose el fenómeno del Estado privatizado por políticos, ideólogos, representantes de religiones y empresarios vinculados a través de negocios con las autoridades. A esto se le conoce o conoció en el siglo XX como capitalismo monopolista de Estado, el cual se presenta, algunas veces, bajo la forma de las democracias liberales y representativas, y en otras ocasiones adquiere los modos de un régimen capitalista dictatorial. En los Manuscritos de Economía y Filosofía de 1844, Marx tenía bastante claridad respecto a lo comentado, para él, en ese libro, la propiedad estatal de los medios de producción no era otra cosa más que el comunismo vulgar de un capitalista universal.

Cuarta, para terminar este análisis me refiero con alguna extensión a la denominada Ley sobre la depauperación absoluta y relativa de la clase obrera. En El Capital se estudian los factores que determinan esa situación, indicándose siete:

  • Incremento del grado de explotación.
  • Aumento de los tormentos del trabajo.
  • Mayor esclavitud.
  • Ascenso de la ignorancia.
  • Crecimiento de la enajenación.
  • Aumento de la desmoralización.
  • Incremento de la pobreza.

El conjunto de estos factores conforma la ley sobre el empobrecimiento de los obreros; es decir, su progresiva desvalorización en las condiciones de la economía capitalista. ¿Tiene lugar o no este empobrecimiento? La evidencia histórica y estadística demuestra lo contrario a lo previsto en dicha ley, y como ejemplos, pueden esgrimirse la creación y existencia de las clases sociales medias, la presencia de la oligarquía obrera en varias sociedades reputadas de desarrolladas, y la erradicación o disminución sostenida de la pobreza y de la pobreza extrema en períodos históricos específicos.

La justificación intelectual de la predicción acerca de la miseria creciente de los trabajadores asalariados se resume en los siguientes aspectos:

  • El salario de subsistencia (mínimo para reproducir la fuerza de trabajo) varía en sentido inverso al progreso de la tecnología.

  • El sistema salarial depende de la correlación entre la oferta y la demanda de fuerza de trabajo en el mercado laboral.

  • El progreso tecnológico introduce en el mercado laboral dos consecuencias: elimina una parte de la fuerza de trabajo y, por otro lado, la acumulación de capital, como resultado de los beneficios de la tecnología, crea la necesidad de incorporar un cierto grado de trabajo humano nuevo calificado para enfrentar las innovaciones tecnológicas. El número de obreros desplazados por la tecnología es, según Marx, mayor al número de obreros reclutados por la acumulación del capital. Lo cual significa el aumento constante de la desocupación.

  • Al aumentar la desocupación, disminuyen los salarios, acercándose tendencialmente, hasta su límite inferior.

Son varias las objeciones a estos planteamientos:

Primera: las únicas categorías sociales presentes en el análisis son las de proletariado y burguesía industriales. Es evidente, sin embargo, la formación multifactorial del valor y del sistema salarial, lo cual impide visualizar la relación entre tecnología y empobrecimiento de forma dual (proletarios-burgueses). Es sabido, y Marx lo sabía, que dentro del proletariado británico del siglo XIX pueden diferenciarse los proletarios de la industria, de la industria extractiva, del campo, la «aristocracia obrera» y los desocupados. Llama la atención la no inclusión de estos segmentos en las reflexiones de Marx. Ciertamente lo hizo en el caso del proletariado agrícola, pero tan solo para observar su mayor grado de pobreza en relación con el proletariado industrial. Un análisis completo de la relación entre tecnología y pobreza debería haber incorporado, como variables, al conjunto de la estructura social y laboral.

Segunda: la afirmación central de Marx, según la cual las innovaciones tecnológicas reemplazan a los trabajadores en mayor número que los reclutados por la acumulación de capital, además de estar viciada por la simplificación apuntada en la primera observación, no puede deducirse de las variables analíticas utilizadas por Marx para referirse a la innovación tecnológica. Las innovaciones tecnológicas por él analizadas se situaban en los marcos del impulso creativo de la primera revolución industrial. En ese contexto no era viable prever el carácter del progreso tecnológico en nuestro siglo, razón por la cual Marx no utilizó variables adecuadas a la vida presente. Su análisis del empobrecimiento como resultado del desarrollo tecnológico es, por eso, totalmente inútil para la comprensión de las sociedades contemporáneas.

Tercera: las innovaciones tecnológicas contemporáneas, desconocidas en el siglo XIX, incentivan la formación profesional y la calificación de las categorías laborales tradicionales, lo esto tiende a provocar no su desplazamiento del proceso productivo, sino la reubicación dentro de ese proceso.

Dadas las observaciones señaladas hasta aquí, y tomando en cuenta los numerosos estudios, contemporáneos a los realizados por Marx, a partir de los cuales se arribó a conclusiones diferentes a las contenidas en El Capital y, sobre todo, teniendo muy presente la evidencia histórica experimental del siglo XX y del XXI, es inevitable interrogar sobre las causas que determinaron la transformación de la teoría de Marx en una de las más influyentes. A este asunto me he referido en otros ensayos, nada más recuerdo que el origen del proceso en cuestión aconteció entre los años 1883 y 1920, y se caracterizó por el abandono de los esfuerzos analíticos de Marx, su sustitución por intencionalidades político-ideológicas, la conversión de los contenidos de El Capital en dogmas intocables y absolutos, y los calificativos excluyentes respecto a otras investigaciones económicas y sociales.

En tales circunstancias las personas, al adherirse a una tal visión económica, social, política e ideológica, adquirieron una especial certeza acerca de sus propios pensamientos y sentimientos. La psicología ha demostrado la necesidad humana de buscar y encontrar, en virtud de su precariedad temporal, un «espacio» psíquico donde arraigar y defender la fe en su propia consistencia y solidez. La teoría económica de Marx, dogmatizada y sectarizada hasta el extremo, es ese «espacio» dador de certeza psíquica capaz de hacer sentir el «placer» de creerse instrumento de un poder superior. Esta especial conformación mental explica la disposición al sacrificio y, en particular, la decisión de utilizar cualquier medio (incluido el asesinato) para alcanzar los objetivos.