Mientras corríamos en las calles del vecindario, veíamos pasar los últimos carros que transitaban ya esporádicamente al anochecer, entre la algarabía y acciones infantiles nos tocaba a veces vociferar al cielo cuando sobresalía del manto oscuro un aleteo blanco que se percibía de prisa en las alturas: —¡allá va la lechuza!— decía alguno, y así empezaban los insultos hacia aquella enigmática ave nocturna, reproduciéndose con fuerza los gritos de los muchachos. Después de un breve instante, al desaparecer el alado animal, solamente quedábamos murmurando.

—¿Vieron?... ¡Venía de la casa de don Nacho!

—No… yo creo que estaba donde la Chilo. Pobre, esa señora tiene rato de estar enferma, a veces se pierde, nadie sabe de ella, pareciera que ya no la fuéramos a volver a ver…

—La vez pasada el hijo de Beto le tiró piedras a la lechuza cuando la encontró chillando en el patio, arriba del palo de mango, inmediatamente el animal salió volando, pero a los pocos días se le llevó al viejo al otro mundo…

En aquel tiempo la «lechuza» era el ave de la mala suerte, el presagio de la muerte de algún habitante del barrio. Una creencia que había emigrado hacia Managua desde las zonas rurales del país. Sin embargo, en ese momento, los niños no sabíamos que aquella idea era el resultado de una cultura milenaria, cuando nuestros ancestros usaban el nahualismo para convertirse en animales; a veces en un ser que deambulaba ampliamente en busca de un alma entre los mortales.

En la actualidad la palabra náhuatl comprende un idioma el cual representa una agrupación de lenguas indígenas con similitudes en sus estructuras, además de ser utilizado por el Imperio azteca en la gran Tenochtitlán, el náhuatl fue implementado también como lengua franca en los procesos de conquista de la región mesoamericana, en el caso de Nicaragua, de acuerdo al investigador estadounidense Patrick S. Werner casi ninguno de los pueblos desaparecidos se conoce con su nombres desde el siglo XVI, sino con nombres nahuas, probablemente asignados por habitantes posteriores. En el México actual el náhuatl alcanza casi un millón y medio de hablantes, tomando preponderancia entre las más de 85 lenguas vivas provenientes del mundo nativo.

Dentro de este idioma se identifica la palabra nahual y su plural nanahualtin las cuales están relacionadas a la concepción histórica cultural que transfiere a los seres humanos la capacidad de transitar hacia una entidad zoomorfa; este tipo de experiencia también sería reconocida en todas las culturas nativas de la región con determinadas variables y singularidades dentro cada contexto. Los pueblos mesoamericanos entendían su espiritualidad con capacidades sobrenaturales que transcendían de ciertas deidades, la cuales muchas veces adoptaban la representación de un ser vivo, vinculando las facultades y talentos de un animal, con aspectos físicos y filosóficos del ser humano. Este tipo de interacción o poderío sigue siendo reconocido en personajes bajo distintos nombres como: huay, chamán, curandero, tlamatini, piache, yaqui, ixtlamatki, nahualli, nahual, nagual o nawal.

El concepto que prevalecería hasta nuestros días parte del contexto que albergaron los evangelizadores españoles hacia este tipo de prácticas, entendidas por ellos como brujería, incorporando la cosmovisión europea que devenía del pensamiento medieval, donde se percibían como demoníacas a las acciones que estuvieran fuera de los parámetros eclesiásticos, basándose en las explicaciones bíblicas y la tradición grecolatina en donde un alma infiel viajaría hacia un lago de fuego y mantendría así un extremo sufrimiento por millones de años.

El denominado brujo europeo ejercía sus artificios como consecuencia de un pacto con el demonio bíblico Satanás, el cual proporcionaba a estos el poder de hacer daño a otro ser humano; el nahualli mesoamericano en cambio era apreciado por la comunidad, sus facultades eran usadas para mantener el equilibrio y la protección de los habitantes, exploraba en los entendimientos del cosmos y las matemáticas celestes; era considerado como el intermediario de los humanos y los seres sobrenaturales para la resolución de conflictos sociales, además tenía una labor de médico, condicionando la vida con el medio ambiente y las prácticas medicinales. En la enciclopedia o Códice Florentino que incorpora tres décadas de trabajo investigativo del misionero franciscano Bernardino de Sahagún y viejos sabios colaboradores indígenas en el siglo XVI, el nahualli es definido como un ser que podía destinar sus artes hacia el bien o el mal.

Dentro del sentido antiguo en torno a la palabra nahualli se encuentra el entendimiento, el que sabe, el que conoce, lo oculto, lo escondido, el disfraz. La escogencia de este ser espiritual no dependía meramente de un patrón hereditario, sino de las capacidades psicológicas e intelectuales, de virtudes como la paciencia y la claridad del alma, debía tener gran interés por el bien de la comunidad y el conocimiento de sus mitos y tradiciones, la capacidad de abstinencia sexual y ayunos. Al mostrar estas características empezaba la enseñanza a la edad de 25 años, la cual era realizada por un guía experimentado. De esto podemos deducir que el conocimiento nahualli, al no ser para cualquiera, no sería expuesto fácilmente ante los extranjeros, sino por el contrario, se mantendría en secreto para la supervivencia de las comunidades y sus saberes milenarios.

Con el paso del tiempo el señalamiento distorsionado hacia las prácticas nanahualtin, construiría la imagen de estos asumiéndolos claramente similares a los brujos occidentales. Los sacerdotes católicos acostumbrados al exterminio de los hechiceros en la Santa Inquisición homogenizaron el significado de las costumbres indígenas. A pesar de que algunos evangelizadores procuraban el bienestar de los nativos y el entendimiento de su cultura como una valiosa retroalimentación del conocimiento humano, otros consideraron más apropiado confabular las doctrinas cristianas con los intereses opresores de muchos encomenderos, así como la prevención de una sublevación.

Es conocido que en los procesos de colonización se manifestaron reacciones diversas de las sociedades nativas ante la llegada europea, en algunas de estas se mostraron acuerdos, alianzas y obediencia; otras en cambio fueron altamente resistentes y beligerantes. El nahualismo entonces, asociado en distintas épocas con el poder de gobernantes y guerreros, llegó a desempeñar un rol en algunos sectores, como una actitud contracultural que luchaba ante el dominio externo de las comunidades. En tales circunstancias un nahualli podía atribuirse a sí mismo potestades cada vez más agresivas, con la finalidad de engañar e intimidar a sus nuevos enemigos. Este mecanismo de defensa contribuiría a que la imagen mística del nahualli fuera cada vez más perniciosa.

En la actualidad se mantienen percepciones antagónicas respecto a los nanahualtin, al igual que el sincretismo religioso. Las prácticas heréticas occidentales, entre ellas la «magia negra», se introdujeron entremezclándose en algunos casos con las costumbres mesoamericanas. También hoy en día podemos encontrar como parte de la parafernalia de un nahualli, símbolos de la denominada «magia blanca» que incluyen tanto a las creencias cristianas como a los elementos naturales.

El rechazo y la discriminación hoy se conjuga con el señalamiento hacia los nahualli de pecadores, incultos, vulgares. No obstante, el fanatismo en la religiosidad ha llevado a algunos grupos de personas a realizar acciones similares a las del siglo XVI, tal es el caso mencionado anteriormente en la columna dedicada a la cultura maya: «Después de los códices mayas», exponiendo el episodio ocurrido en 2020 en San Luis, Petén; donde dicha comunidad quemó vivo a don Domingo Choc Chen, acusándolo de brujo. Posteriormente las investigaciones revelaron que se trataba de un guía espiritual maya Q’eqchi, con prominente conocimiento en plantas medicinales, quien además ejercía una gran colaboración con varios proyectos académicos relacionados al ámbito antropológico y científico.

Las resiliencias de las prácticas ancestrales relacionadas con la naturaleza y la cultura nahualli afortunadamente encuentran también en la actualidad cierto interés por personas o grupos protectores del planeta y la biodiversidad, al igual que forman parte de la filosofía de colectivos que buscan sanación física y espiritual incorporando el conocimiento de las plantas de poder, entre estas, una de las más conocidas: la ayahuasca, proveniente de Sur América. Por otro lado, después de varios siglos se mantiene la lucha de estos sabios naturales, esta vez contra la desaparición y sobreexplotación de los bosques y la extinción de su flora. Aunque la mayor parte de la selva mesoamericana sigue estando protegida por comunidades indígenas, el comercio de madera, el narcotráfico, la agricultura intensiva, la expansión de la frontera agrícola, la minería, entre otros, suscita numerosos asesinatos hacia líderes nativos de diversos territorios; así paradójicamente todavía se mantiene latente una frase de nuestra cosmovisión nahualli: «Y cuando moría el pájaro, también moría el indio».

Notas

Martínez R., L. (2003). Nahualismo, testimonio, y medio ambiente. Una versión mesoamericana sobre la revolución. Dialnet, Universidad de la Rioja.
Martínez González, R. (2007). Los enredos del Diablo: o de cómo los nahuales se hicieron brujos. Relaciones. Estudios de historia y sociedad (REDALYC).
Navarrete Linares, F. (2019) Nahualismo y poder: un viejo binomio mesoamericano. Instituto de investigaciones históricas, UNAM México.