Benjamin Lacombe es un ilustrador francés famoso por sus adaptaciones de clásicos como Alicia en el país de las maravillas, Blancanieves, o los Cuentos Macabros de Edgar Allan Poe, y por una técnica que logra plasmar en sus personajes enigmáticos la oscuridad perturbadora que rodean sus historias.

Se describe a sí mismo como «un niño al que le gustaba dibujar, pero a diferencia de ellos, él nunca ha dejado de dibujar».

Sus ilustraciones nos llevan a un lugar de pieles perfectas y pálidas, luz tenue, como si fueran las 6 de la tarde, aunque dibuje un sol resplandeciente, ojos que nos miran y gestos melancólicos, desconcertantes, que dan la sensación de vigilarnos con paciencia estoica, lo que se compararía con la meticulosidad estratégica de un depredador acechando a su presa.

Ha sabido infundir la justa medida de brillo y oscuridad que acerca a un entorno mágico pero macabro, una magia de personajes oscuros y animales majestuosos, alejados de arcoíris y unicornios, en donde es impensable una escena cotidiana y real. No, en su mundo nada puede ser real, por ello no coincide con quienes califican su obra de hiperrealista, calificándose a sí mismo como surrealista y barroco.

Sus obras han sido trabajadas desde mucho tiempo atrás, desde algún detalle visual que llegó a él en su infancia, hasta llegar a la magnificencia plasmada con su técnica actual, como es el caso de sus ilustraciones de Frida Kahlo, mujer cuyos ojos lo cautivaron cuando de niño vio una postal de uno de sus auto retratos, y desde entonces, empezó a definir sus actuales obras inspiradas en ella. Por ello no utiliza modelos estáticos, sino los recuerdos que los personajes impregnan en su mente.

Sus personajes son etéreos, de completa belleza sublime, atemporales, los niños no parecen serlo por la impenetrable profundidad de sus miradas que sólo podría encontrarse en las almas viejas. Belleza tal puede apreciarse en su versión de Leonardo da Vinci y Salai donde los dota de un aura etérea en donde es difícil definir el género de los personajes, calificándolos únicamente como seres hermosos, alejados tanto del género humano y tan cercanos a los ángeles, aunque con una historia de amor y sufrimiento, de escarnio público y estigma de su relación homosexual.

Y si, una de sus fuertes influencias es justamente da Vinci, y al igual que él, ese enamoramiento con sus obras que uno no se explica radica en la falta de sonrisas plenas en donde se vean los dientes, las sonrisas de la obra de ambos apenas son sugeridas, sin llegar a serlo plenamente, dejándonos con la intriga de no poder leer a los personajes, más que con la deformación de nuestra muy particular percepción, cargada de nuestros propios demonios, es como ver el vaso medio lleno o medio vacío.

Otras marcadas influencias de Lacombe son Tim Burton y Alfred Hitchcock, éste último imprimía su particular sello a sus películas apareciendo en ella y Lacombe firma sus obras dibujando a sus perros en alguna parte escondida de la historia.

Sus libros no son para leerse, son objetos para tocarse, verse y abrirse, sin embargo también entró en la producción de libros digitales y ha producido algunas muñecas de sus personajes más emblemáticos. Siendo lo que unifica a todas sus piezas la belleza inquietante de sus personajes.