A lo largo de su trayectoria Mathias Goeritz mantuvo vínculos muy intensos con artistas, críticos e historiadores de la escena internacional. Ocupó un lugar destacado en los debates sobre la modernidad en España y México, y estableció conexiones tanto en Europa como en Estados Unidos. Estas relaciones de amistad y debate se reflejan en el conjunto de obras de otros artistas que Goeritz fue reuniendo a lo largo de su vida. En Los circulos de Goeritz esbozamos el mapa afectivo y de complicidades que mantuvo con este amplio grupo de artistas a través de las obras que conservaba en su colección personal.

Ya durante su estancia en la España de finales de los años cuarenta se deja ver su incansable actividad donde trabaja de cerca con el Grupo Pórtico, Francisco Nieva, Ángel Ferrant o Benjamín Palencia. Además de ilustrar publicaciones, escribe catálogos y realiza una intensa labor de colaboración editorial ejemplificada en la carpeta El Circo, editada por Rafael Santos Torroella, o en la serie La Partida de Baile con poemas de Jorge Guillén.

Después de su paso por España -donde su presencia fue fundamental para la formación de la Escuela de Altamira- viaja a México en 1949. Ahí participa de forma activa en los debates alrededor del muralismo y de la apertura del arte nacional al lenguaje internacional. La construcción del Museo de El Eco supone un parteaguas radical en el concepto de arte y arquitectura en México al haber sido concebido como un espacio para experimentar la arquitectura emocional. En la exposición se incluye el boceto del mural que diseñó Henry Moore para El Eco, ejecutado por Alfonso Soto Soria.

Las colaboraciones de Mathias Goeritz con diversos arquitectos como Luis Barragán tienen en las Torres de Ciudad Satélite su punto álgido. A día de hoy las Torres encabezan muchos tratados de arquitectura contemporánea. Esta experiencia lo pondría en primea línea de participación en el programa cultural de la Olimpiada de 1968 en la que fue responsable de la Ruta de la Amistad, un proyecto de escultura pública monumental con obra de artistas de diferentes países. Participaron, entre otros, Herbert Bayer, profesor de la Bauhaus, Helen Escobedo, Kioshi Takahashi, Gonzalo Fonseca y como invitados especiales Alexander Calder y Germán Cueto. Otra de las obras públicas más importantes instigadas por Goeritz es el proyecto del Espacio Escultórico, una obra concebida en principio como anónima por un grupo de artistas dirigidos por Goeritz y realizada en los terrenos de la Universidad Autónoma de México. Varios dibujos del proyecto realizados por Helen Escobedo están presentes en la exposición al igual que obras de otros artistas mexicanos como Chucho Reyes, José Luis Cuevas, Pedro Friedeberg y Sebastián, la mayoría con dedicatorias personales.

Las relaciones de Goertiz se extendían también fuera de México y esa amistad más de una vez sirvió de puente de ida y vuelta para artistas como Anni Albers o el mismo Calder, que hicieron distintos proyectos en el país. A su vez su interés por la poesía concreta y el arte correo le llevó a colaborar con gente como Hans Jorg Mayer en su proyecto Futura. Diseñó carteles e invitaciones para amigos como los de las exposiciones de Pedro Friedeberg y Pedro Pablo Preux en la Galería Diana fundada por el músico gallego Jesús Bal y Gay y Rosa García Ascot. A lo largo de su vida intercambió obras y correspondencia con creadores como Bruce Conner, Alcopley, Juan Luis Díaz, Michel Seuphor o Luc Peire mientras que su trabajo era fotografiado por Kati Horna, su mujer Marianne Gast, Hans Namuth o Mariana Yampolsky.

Los Círculos de Goeritz es una exposición que busca dar cuenta de este amplio y diverso diálogo cuyo alcance todavía está por evaluar en el contexto del arte en México.