Nació en la población de Shievelbein, Pomerania, antiguo reino de Prusia, ahora perteneciente a Polonia, y que aparece en los mapas actualmente, con un nombre diferente. Corría el año 1821, el mismo en que fallecía Napoleón Bonaparte en Santa Elena, una perdida y remota isla del atlántico. Fue el único hijo de un agricultor que también era tesorero del gobierno local. Demostró desde niño ser muy brillante, empeñoso en el estudio con una particular afinidad por la ciencia y facilidad para el aprendizaje de idiomas.

Al finalizar sus estudios primarios comenzó a estudiar teología, pero su débil voz, no apta para sermones estentóreos, le convenció de escoger otro camino. De modo tal, que cuando fue becado en 1839, para estudiar medicina en la escuela médico militar de Berlín, ese muchacho de 18 años, de pelo rubio un poco raleado, de estatura mediana, constitución corporal poco robusta, seguro de sí mismo y de férrea voluntad, iniciaba el camino hacia la gloria en el campo de la medicina, la política social, la antropología, la etnología, aun cuando fue en la profesión de Hipócrates en donde desarrolló su mayor potencialidad. Tanto fue así, que en su época se le llegó a llamar el Papa de la medicina, distinción hasta entonces inédita.

Estamos hablando de Rudolf Ludwig Karl Virchow, más sucintamente, Rudolf Virchow y aún más, simplemente a secas, Virchow. Con ese único nombre, le bastó para ser famoso. Pertenece a ese selecto grupo de personas sobresalientes que no requieren, para ser reconocidos, tener que llamarlos por sus nombres y apellidos completos.

Los primeros años como profesional

En la escuela militar conoció a Johannes Mueller, que ya para esa época, era un reputado fisiólogo, anatomista y patólogo, el cual tuvo una gran influencia sobre el joven prusiano. Se graduó de médico sin grandes problemas en 1843. Pudo pensarse que en ese momento se iniciaría su carrera como médico militar, pero no fue así. Dando muestras de su carácter independiente, escogió más bien hacer el internado en el hospital más grande de Berlín (el célebre hospital de la Charité), en donde nuevamente se encontró con Mueller, colaborando y aprendiendo técnicas experimentales en su laboratorio. Al año siguiente, mejoró sus conocimientos de microscopia con la tutoría de Robert Froriep, que a su vez era editor de una revista médica internacional.

Ya para ese momento, Virchow tenía un interés particular por la patología. Prueba de su precocidad científica es que en 1845, cuando apenas contaba con 25 años, Virchow describió la leucocitosis y acuñó el término leucemia. Al año siguiente, en otro artículo describió e introdujo los términos de trombosis y embolismo. Irritado por la tardanza en que las revistas médicas de la época publicaban y a veces rechazaran sus contribuciones científicas, junto con otro colega, el Dr. Benino Reinhardt, fundaron su propia revista, la cual desechando su largo nombre original, pasó luego a llamarse los archivos de Virchow, manteniendo su publicación hasta la actualidad. Esta revista causó un impacto muy positivo contribuyendo al avance de la investigación científica médica. Cuando en 1852 falleció Reinhardt, Virchow tomó solo las riendas de la dirección de la revista y esa función la continuó hasta encontrar la muerte.

Siendo tan joven aún, su impetuoso afán científico, su gran confianza en sí mismo y su voluntad de hierro, e incluso para algunos, su arrogancia, no podían pasar desapercibidos por las autoridades médicas de Berlín y así en 1846, obtuvo un cargo permanente en el hospital Charité y un año después se convirtió en profesor de la facultad. Como docente, provocó un impacto muy favorable en la educación médica alemana, teniendo como alumnos a muchos profesionales que luego se distinguieron en diversos campos, como por ejemplo Edwin Klebs, Ernst Haeckel y Adolf Kussmaul.

Los años de la medicina social

A principios de 1848 ocurrió un hecho que cambiaría significativamente su existencia. Ante la magnitud de una epidemia de tifo y de hambruna que estaba ocurriendo en la Alta Silesia desde el año anterior, que ya había cobrado la vida de 16.000 personas, el Gobierno prusiano alarmado por las consecuencias que podían derivarse de dicha situación, creó una comisión para estudiar el brote y tomar las medidas del caso. Virchow, con apenas 26 años, que ya era un nombre conocido en el medio científico, fue escogido para formar parte de la misma.

De inmediato, recibió el fuerte impacto de las condiciones sociales y ambientales de la zona, que afectaban principalmente a la población de origen polaco. La pobreza reinaba por doquier, lo mismo el hambre, el medio insalubre, la promiscuidad, las terribles condiciones de trabajo, todo lo cual constituían un excelente medio de cultivo para las enfermedades infecciosas. No era de extrañar entonces, la frecuencia con que la población fallecía de tuberculosis, enfermedades diarreicas, sarampión y otros males endémicos, a los que se asociaban epidemias de diferente índole, como el tifus, que en ese momento se desarrollaba en la región y que, incrementaban la alta morbi-mortalidad existente. Fueron apenas 3 semanas, entre el 20 de febrero y el 10 de marzo, que al decir del mismo Virchow, en ocasión de la celebración de sus 80 años, «fueron decisivas en el desarrollo de sus ideas y en el trabajo que realizó en el resto de su existencias» (R. Taylor y A. Rieger). Esa gira de trabajo científico fue un verdaderos «parteaguas» de su vida.

En la primera parte del informe, Virchow describe las condiciones ambientales (vivienda, disposición de excretas, agua) alimentación, educación, hábitos o lo que llamamos ahora «estilos de vida». No escapa a su ojo atento, las condiciones de opresión política y económica que sufría la población, especialmente la polaca. Pasa luego a diagnosticar y describir la enfermedad causante de la epidemia bajo el punto de vista clínico, anatomo-patológico y epidemiológico. Resulta interesante conocer su uso de la estadística para analizar la morbilidad y la mortalidad de acuerdo a las variables clásicas de edad, sexo, clase social, ocupación. La parte final del informe está dedicada a las recomendaciones para mejorar la situación y evitar en el futuro la repetición de estos males. Aquí es donde el genio de Virchow se hace patente ya que comprende que no bastan la atención directa a los pacientes o las simples medidas de higiene personal y colectiva para detener el contagio masivo y las enfermedades en general. Entiende que es la estructura social y económica la que debe modificarse para mejorar las condiciones de salud de los pobres, a través de políticas adecuadas y transformadoras. La medicina y la política deben estar fuertemente entrelazadas para garantizar la salud. Solamente la democracia, la libertad, la educación y el bienestar podían ser el medio más eficaz para combatir las enfermedades.

Virchow no fue el primero que reconoció la causalidad social de las enfermedades. Su gran capacidad lectora tuvo que haberlo hecho conocer los trabajos de autores franceses, como Villermé, pero le concede crédito a autores ingleses como Edwin Chadwick, cuyo principal trabajo había sido publicado en 1842, así como a su propio paisano F. Engels, cuya obra Las condiciones de la clase trabajadora en Inglaterra había salido a la luz en1842, sin dejar de señalar la amistad e influencia que pudo tener con su colega Salomón Neuman.

Los años de activismo político progresista

El año 1848, cuando Virchow redacta su informe después de regresar de Silesia, fue muy especial en acontecimientos políticos. Pocos días atrás, Karl Marx había publicado su famoso Manifiesto Comunista. En varios países habían ocurrido hambrunas notables que diezmaron la población y causaron grandes fenómenos migratorios, como en el caso de Irlanda. Había un ambiente que promovían la libertad, la democracia, la justicia social e incluso ideas más extremistas y revolucionaria en Francia y en otras naciones, en donde Prusia no era la excepción.

Precisamente apenas llegado a Silesia con la comisión, estalló en París la revuelta que proclamaba la Segunda República y una semana después de su regreso a Berlín, hubo alzamientos en dicha ciudad y en otras de Alemania. Parece ser, por una carta que el mismo Virchow escribió, que tuvo participación en la defensa de una barricada. Iba armado de una pistola que había conseguido prestada y preguntado posteriormente si la había utilizado, respondió que no, puesto que los soldados atacantes estaban muy lejos del alcance de su arma (J.Mackembach).

Es evidente que dado que era hombre de gran cultura y dominio de al menos seis idiomas, estaba al tanto de lo que muchos llamaban la primavera de las pueblos y simpatizaba abiertamente con las promesas de cambios más liberales en política. Por esa época y muy a tono con el ambiente de cambio social y político imperante, funda junto con el psiquiatra Rudol Leubusher la revista Reforma Médica, que proclamaba la necesidad de cambios radicales en la práctica de la medicina. En ese contexto es cuando surge su famosa frase

«La medicina es una ciencia social y la política no es otra cosa que medicina en gran escala».

Por esa misma época también escribió que «los médicos son los abogados de los pobres». La revista tuvo su fin un año después y alcanzó a salir 48 veces. Sobre la docencia escribió que

«La educación médica no existe para proveer en el futuro, un medio de vida para los estudiantes, sino para garantizar la salud de la comunidad».

En estos años, Virchow se erige como uno de los más capaces y corajudos fundadores de la medicina social.

Virchow, en ese crucial año de 1848, llegó a ser electo vice-presidente del «Comité Revolucionario de Berlín» y entre sus proclamas abogó por la atención universal a los obreros, además de exigir libertad de prensa y elección de un gobierno regido por una constitución. A los pocos meses, en pleno verano, los vientos revolucionarios habían sido abatidos en todas partes. Su beligerante posición le pasó factura muy pronto al ser despedido de sus actividades en el Charité Hospital. Para no ser perseguido, decidió trasladarse a Baviera, en donde la Universidad de Wurzburg le ofreció la cátedra de patología, pero para que ello ocurriera, tuvo que esperar largos meses.

Los años académicos

Lejos de Berlín y de su turbulencia política, Virchow encontró el ambiente adecuado para dedicarse a sus estudios de patología, especialmente la celular alterada por la enfermedad. Muy pronto fue reconocido como la máxima autoridad en patología celular. Los siete años que estuvo en Wurzburg fueron muy productivos ya que se dedicó también a editar los 6 volúmenes del Manual de patología especial y terapéutica y a finalizar la que se considera su magna obra, Patología celular. Tenía 34 años en 1855 cuando hizo público su famoso aforismo omnis cellula e cellula, o sea, «toda célula procede de otra célula». Aparte de los términos leucemia, trombosis, embolismo, acuño los de cromatina, agenesia, heteropía, parénquima, osteoide, y otros más (S.I. Hadju).

En 1856 ve llegar con regocijo la invitación que le hace la Universidad de Berlín para que se haga cargo de la cátedra de Anatomía Patológica y Fisiología. Más aún, se le nombra también director del Instituto de Patología, cargo en el que permanece 20 años. Su triunfo es total. Dos años después dicta veinte conferencias en que se recapitula todo lo que se conoce de su patología celular. Más tarde ellas, aparecen en un libro que se hace muy pronto famoso y que precisamente, lleva ese nombre.

Se le reprocha por haber sido un opositor a la teoría microbiana de la enfermedad. Nunca admitió la monocausalidad ni el determinismo causal. Quizás se excedió en la defensa de su posición, como el ataque que hizo a las publicaciones de Semmelweis, el desgraciado médico que combatió la sepsis puerperal, promoviendo la limpieza de manos de los parteros. Tiempo después se admitió la pluricausalidad y la causalidad basada en la probabilidad (factores de riesgo). Al fin, diferentes posiciones se daban la mano.

Virchow nunca olvidó sus inquietudes políticas, aunque ahora atemperadas por el tiempo y las circunstancias. En 1859 fue electo miembro del Concejo de Berlín, permaneciendo en este cargo hasta su muerte. Allí promovió importantes reformas sanitarias. En 1861 contribuyó a fundar el Partido Progresista Alemán y luego llegó al parlamento prusiano en donde se convirtió en uno de los líderes opositores a Bismark, el famoso Canciller de hierro (T.M. Brown, E.Fee). En uno de los debates, encolerizó tanto a Bismark que éste lo retó a un duelo a muerte. Virchow rechazó la propuesta, pero en cambio, como había sido retado, le contestó que de acuerdo a la costumbre, tenía derecho a elegir las armas. Le propuso entonces comer dos salchichas; una debidamente hervida que sería la de él y otra cruda contaminada con larvas de Trichinella que debía ser consumida por Bismark. Por supuesto, este a su vez rechazó el duelo (M. Schultz).

Aparte de la medicina, nuestro héroe se dedicó también a la antropología, la etnografía y a la prehistoria. Fue cofundador de la Sociedad Alemana de Antropología. Contribuyó a la construcción del Museo Etnográfico de Berlín. Casó en 1850 Rosalie Mayer, con la que tuvo seis hijos (3 varones y 3 mujeres). Falleció en 1902, a consecuencias de una insuficiencia cardíaca rodeado del afecto de sus familiares y conciudadanos, así como de la comunidad científica internacional. Había escrito más de dos mil artículos.