La última Copa de la Reina, jugada en Torrejón de Ardoz, solo viene a corroborar lo que confirmamos el pasado verano durante el mundial de Baloncesto femenino: podemos presumir de unas chicas que no solo se dejan la piel en la cancha, sino que además van sobradas de talento y de buen juego. Para muestra un botón, o mejor, cualquiera de los encuentros en los que las chicas de Lucas Mondelo deleitaron a los aficionados y espectadores en general con una buena dosis de baloncesto al más alto nivel.

La base del Perfumerías Avenida es buen ejemplo de esto. Fichando por la WNBA, este verano se verá obligada a hacer un esfuerzo físico y mental para volver a una Selección que la esperará con los brazos abiertos, al igual que el año pasado hizo Sancho Little, cuyo esplendor en la cancha está fuera de todo debate. Alba Torrens, por su parte, ha vuelto a brillar con reconocimiento gracias a la magia a la que ya nos tiene acostumbrados. Ellas son algunas de esas obligadas a salir fuera para recibir una recompensa que ahora parecen recoger, solo en parte, y que deja atrás años de esfuerzo silencioso. Ya lo dijo Amaia Valdemoro, ya retirada, durante la semifinal disputada en Turquía y contra Turquía: “Son uno de los mejores equipos que la Selección ha visto en su historia”.

A pesar de todo, no son ellas las que salen en los anuncios ni a las que las grandes marcas se pelean por patrocinar. Su baloncesto queda a la sombra de los titanes masculinos que el pasado verano tuvieron que rendirse ante las metas alcanzadas por ellas. Los grandes, que no lo son en vano, pecaron no sabemos de qué, pero con las gradas coreando sus nombres fueron incapaces de recompensar a una afición que se tuvo que inclinar ante el buen hacer de Mondelo y de las elegidas para brillar. Una repercusión más que fugaz pero con una recompensa para quienes, tras cada triunfo, buscan palabras de reconocimiento para aquellas que conquistan uno de los deportes más emocionantes que existen. Con ilusión y con los brazos abiertos esperamos el Mundial Femenino 2018, que a la voz de ‘Universo Mujer’ promete un espectáculo en todos los sentidos.

Lo que es una pena es no poder disfrutar de la Copa de la Reina en Teledeporte, que solo un puñado de partidos de la liga femenina se retransmitan y que grandes jugadoras como Marta Fernández no reciban los mismos aplausos que sí disfrutan sus ‘hermanos’ del Real Madrid. Si bien es cierto y no suena a nuevo que el deporte femenino vive sometido a los titanes masculinos, no es menos real que sus duelos pueden presumir de la altura de los grandes. La pasada final entre España y EEUU fue una auténtica lucha de titanes y cuando a nuestras chicas se les pasó el ‘respeto’ inicial exhibieron un talento que nos dejó soñando con su próxima reunión. El juego rápido al que, en palabras del propio seleccionador, “se le perdonan los errores porque deja poco tiempo para pensar” demuestra la calidad y el espectáculo que solo ellas saben crear. Cuando consiguen levantar a las gradas de sus butacas y a los espectadores del sofá, emocionan, saben cómo hacerlo y no dudan en dejar constancia de aquello por lo que trabajan y luchan.

Una de las maravillas que nos regalan es su sencillez, su humildad, su talento en altas dosis de servidumbre y de recompensa a la afición con un juego impecable y extremadamente vibrante. Sin dejar de reconocer el gran baloncesto de Felipe, de Rudy, de los ‘All Star’ brothers o de Abrines, por seguir en la línea del patriotismo, lo cierto es que las chicas llevan muchos años creando magia silenciosa y ya es hora de que se lo reconozcamos, pero no solo cuando nos hacen soñar con la ‘marca España’, esa que se ha puesto tan de moda, sino cada vez que dejan claro que han nacido para practicar este deporte. Se merecen la retransmisión de sus partidos, se merecen el reconocimiento al sacrificio, al trabajo y al esfuerzo, pero sobre todo se merecen poder demostrar a los seguidores de su juego que son una apuesta buena, de esas que te hacen soñar con todo, hasta con plantarle cara a las norteamericanas en una final mundialista.

Amaia y Elisa gritaban emocionadas por un triunfo histórico, por el triunfo ya no de las personas, sino del deporte al que han dedicado su juventud. Cuando alguien ‘sacrifica’ una parte tan maravillosa de su vida y no supone un sacrificio, sino una ilusión y plenitud personal, es que existe algo maravilloso y digno de contar y ser admirado. Es bueno reconocer sus grandes logros, pero hay que saber que su valía no la demuestra un momento de esplendor, sino cada gran partido que las hace ser demandadas por los grandes clubes y las grandes ligas que sí apuestan por el baloncesto femenino como garantía de espectáculo. No olvidemos que el deporte es, al fin y al cabo, espectáculo, y pocas cosas se me antojan tan maravillosas como un partido de Alba Torrens de esos en los que mi antigua entrenadora de baloncesto me escribe para decirme lo que yo llevo pensando durante todo el encuentro: “es una fuera de serie… ¡menuda exhibición!" Lo que decía…para muestra un botón.