El fútbol está de luto en Montenegro. Los altercados entre los aficionados de Rusia y el equipo local, sumados al lanzamiento de proyectiles desde la grada, propiciaron la suspensión –y la consecuente derrota por 0-3– de un duelo que debía servir para aupar al pequeño país a su primera aparición en la élite europea: la Eurocopa de Francia 2016. Después de 20 segundos de partido, una bengala impactó en el cuello del cancerbero ruso, Igor Akinfeev, y el árbitro decretó la suspensión cautelar del choque. Después de más de treinta minutos de espera, los jugadores de ambos equipos comparecieron de nuevo sobre el césped. Decisión polémica para muchos, como para el propio seleccionador ruso, Fabio Capello, quien afirmó que el encuentro debía haber sido suspendido tras la agresión que sufrió el guardameta Akinfeev.

Pero el partido se reanudó y ahí no hubo lugar para grises. El duelo solo tendría una dirección: la rusa. El combinado se adueñó del medio campo y desde él gobernó el partido. A placer, con algún que otro sobresalto pero sin pasar apuros. Dzagoev se hizo el amo y señor del encuentro y no hizo prisioneros. Cogió el partido por la pechera y desquició a Montenegro, incapaz de atarle. Cierto es, no obstante, que varios compañeros le ayudaron a la causa. No le faltaron socios al de Beslan para mandar: Shirokov, Denisov o Zhirkov, violinistas que pueden descomponer al enemigo más pintado.

Rusia esgrimía un fútbol de bandera, su juego merecía el premio del gol, pero Kokorin, un delantero con buenos movimientos aunque algo fallón, perdonó el primer tanto en un mano a mano que le sacó el portero montengrino, Poleksić, en el minuto 34. Daba igual, Denisov y Shirokov se bastaron para dictar el guion que les interesaba; y de paso desmentir el falso mito de que es necesario un medio defensivo para dar equilibrio al equipo. Luego sería Dzagoev quien fallaría tras un pase atrás de Smolnikov. Rusia, con fútbol por arrobas, embotelló a la selección local y en menos de dos minutos produjo tres ocasiones clamorosas, además del penalti no señalado a Shatov en el minuto 36, que reclamó con ahínco el menudo extremo del Zenit.

Rusia achuchaba y Montenegro, con el agua al cuello, pedía clemencia. Llegó el descanso tan anhelado por los locales y el partido viró de rumbo completamente. A los chicos de Capello se les apagaron las luces, les entró la modorra, como si los más de treinta y cinco minutos en regresar al campo les hubieran creado dudas tras una primera parte excelsa. El gol no llegó y su interruptor, Dzagoev, se tuvo que ausentar por lesión nada más finalizar el primer periodo. El duelo se convirtió en una ruleta rusa y Montenegro, ante las concesiones de la zaga rival, se animó. Su ataque giró en torno a Jovetic y el gol rondó la portería de Yuri Lodygin, quien había reemplazado a Akinfeev. Pero fue de nuevo Rusia, con más calidad en la línea divisoria, quien tuvo la ocasión más clara. Torbinski, sustituto de Dzagoev, leyó el desmarque de Kokorin y le puso un balón milimétrico. El 9 del Dinamo de Moscú, erró de nuevo. Era el minuto 61; aunque fue más acierto del portero, Vukasin Poleksić, un experto en el arte del mano a mano, que fallo del ariete. Rusia se vino arriba y llegó un penalti decisivo para el devenir de la contienda. Shirokov, el capitán, sería el encargado de lanzarlo. Falló. La afición local lo celebró como si de una victoria se tratase. Y empezaron a caer objetos y proyectiles al campo. Los jugadores de ambos conjuntos se enzarzaron en una refriega y el colegiado alemán Denyz Aytekin, con buen criterio, decidió dar por finalizado el choque. El delegado de la Federación de fútbol de Montenegro (FSCG), Momir Djurdjevac, calificó de “catástrofe y salvajada” los incidentes violentos acaecidos en Podgorica. “Una desgracia para un pequeño país que anhela jugar una gran competición, pero vistos los acontecimientos no lo merece”.

El sueño de un país independiente desde el 2006 tendrá que esperar. La victoria se la llevó Rusia en los despachos por 0-3. A Montenegro se le clausurará el estadio durante un partido y la clasificación para la Eurocopa de Francia se antoja quimérica.

Texto de Javier Marcos