Chris Froome ha tenido un sobresaliente año 2015. Y decimos que ha sido sobresaliente porque solamente su caída y posterior retirada en la Vuelta a España le han privado de merecerse la matrícula de honor como ciclista. El corredor keniata ha vuelto a su gran nivel después de un 2014 en el que no pudo ganar ninguna de las grandes carreras del ciclismo internacional. Su equipo, el Team Sky, ha estado intratable, y él ha sabido rematar el gran trabajo realizado por sus compañeros.

Su primer duelo en la Vuelta a Andalucía con Alberto Contador le sirvió para calibrar sus fuerzas de cara a lo que se le venía encima y, efectivamente, supo doblegar al madrileño, su rival más acérrimo, en La Guardia de Jaén. Remontó la desventaja acumulada y logró hacerse con una de las primeras competiciones de la temporada, lo que le situó en los primeros puestos de las quinielas del Tour de Francia.

Meses más tarde, confirmó su buen momento de forma en el Critérium del Dauphiné, donde logró dos triunfos de etapa (Sant Gervais-Mont Blanc y Modane). Consiguió en el preludio de la ronda gala poner las cartas sobre la mesa ante otros favoritos a la victoria, como por ejemplo Vincenzo Nibali o Tejay Van Garderen, y demostrar que iba a afrontar la “Grand Bouclé” con todas las garantías para alzarse con el trofeo más preciado en los Campos Elíseos de París.

Y a todo esto que llegó el mes de julio y el británico no decepcionó. Sentó cátedra en el primer final en alto de entidad del Tour, la Pierre de Saint Martin. Uno de sus típicos acelerones sin levantarse del sillín descolgó a todos sus rivales, uno tras otro. Desde el italiano Nibali, pasando por Alberto Contador y terminando por los hombres del Team Movistar, Alejandro Valverde y Nairo Quintana. Solamente el escalador colombiano pudo hacerle algo de sombra en una jornada donde Froome prácticamente sentenciaría la ronda francesa.

A partir de aquél día, el Team Sky hizo el resto. La maquinaria británica funcionó a la perfección de la mano de hombres como Geraint Thomas o Richie Porte, los cuales salvaron de más de un apuro a su jefe de filas. Froome tuvo que aguantar, además, la a todas luces deplorable actuación de ciertos aficionados franceses, los cuales le insultaron, le insinuaron su dopaje, e incluso, lo que es peor, le lanzaron esputos y orina mientras estaba en carrera. Un comportamiento que solamente hace engrandecer aún más si cabe al de Nairobi y empequeñece a los aficionados de un país que no gana su propia carrera desde los tiempos de Bernard Hinault y Laurent Fignon.

Después del Tour de Francia, Chris Froome tenía en su calendario volver a España, a una competición que le tiene especial cariño, la Vuelta. Y como tal se presentó en la salida de Puerto Banús, dispuesto a conseguir el “doblete”. En los inicios de la carrera estuvo delante, con los máximos favoritos, pero una caída al comienzo de la etapa reina (Andorra La Vella-Cortals D’Encamp) le provocó una fractura en el pie, lo que hizo que el británico abandonase debido a los fuertes dolores y a la lesión. Aún así, demostró el pundonor que le caracteriza y logró acabar dicha etapa, lo que le hizo recibir la admiración de aficionados y compañeros de profesión.

Ahora Froome asegura que desearía correr hasta los 36 o 38 años y se propone además ganar otros cinco Tours de Francia como mínimo. La ambición del líder del Team Sky no conoce límites y estamos seguros de que en años venideros seguirá dando de qué hablar. El apetito del “rinoceronte”, como se le conoce en el mundo de la bicicleta, es insaciable.