Uno de los grandes retos que afronta Venezuela es el control de su economía. Tras años de un descalabro total de su producción nacional y con los índices económicos en pleno desajuste, el objetivo principal es tomar el timón financiero y navegar hacia corrientes menos tormentosas. Sin embargo, los pronósticos no están a favor de una recuperación a un año vista, sino, por el contrario, a una profundización de la crisis que será originada por la permanencia de fallidas políticas, como, por ejemplo, el control cambiario.

Al margen de que el presidente Nicolás Maduro insista en la teoría conspirativa de una ‘guerra económica’ impulsada desde Estados Unidos y la oposición, la realidad nacional está completamente vinculada a una incapacidad productiva que, aunada a la caída en el precio del petróleo, ha generado una evidente dependencia a la importación, así como una desvalorización constante de la moneda nacional que, inevitablemente, se traduce en una caída del Producto Interno Bruto (PIB) y una pérdida del poder adquisitivo ante una descontrolada inflación.

Así como al comenzar 2015, las previsiones son bastantes negativas. Los analistas creen que, al menos, los próximos doce meses transcurrirán con un incremento en el Índice del Precio al Consumidor (IPC) superior al 300%, cantidad que podría alcanzar el 800% en el supuesto de que exista una situación política inestable, así como la implementación de una devaluación nacional. Lamentablemente, dos escenarios bastantes viables si se toma en consideración que, para 2016, se prometió la creación de un nuevo billete (lo que se traduce en una devaluación indirecta de la moneda nacional), además de que es la primera vez que la oposición cuenta con mayoría absoluta en la Asamblea Nacional.

Las estimaciones contemplan, como no es de sorprender, un crecimiento constante del mercado del dólar paralelo, debilitando aún más una economía que, a nivel productivo, podrá cerrar su tercer año consecutivo en negativo. Si se cumplen las previsiones de los economistas, el Producto Interno Bruto cerraría con una caída que oscila entre el 6,8% y el 12,3%, unos trágicos resultados que se sumarían a las desastrosas caídas registradas en 2015 (9,2%, según datos extraoficiales) y 2014 (4%).

La falta de recursos nacionales limitará aún más la capacidad de importación, por lo que se agudizará la escasez y desabastecimiento de los productos básicos y alimentos, lo que se traduce en un aumento en el número de colas que realizan los ciudadanos para contar con los bienes necesarios para su cotidianidad. Además, se disparará la deuda contraída por el Gobierno con el extranjero, necesitando de fondos que sean capaces de contener, en la medida de lo posible, el desajuste económico propiciado en los últimos 17 años.

Lejos de plantearse una reforma financiera con el apoyo del sector privado, el gobierno seguirá con la línea de mayores presiones sobre la economía, por lo que se prevé que robustezca el control de precios e intente sacar una mayor tajada de la banca privada. La estrategia es, sin embargo, un combustible para la caída en picada de los sectores, por lo que los venezolanos podrían estar a las puertas de una trágica crisis económica, mientras que el verdadero objetivo no es aumentar la presencia estatal, sino luchar en contra del escenario del que advierten los pronósticos.