Artículo escrito en colaboración con Rafael Cordero Chacón, docente de historia.

«¡Ya nos vamos a la capital, hoy chepe es blanco, azul y rojo!. Exigimos el cierre de las fronteras, leyes de migración fuertes, que la ciudadanía se dé por padres como en Europa, que las becas sean entregadas a los costarricenses y las ayudas de diferentes instituciones como el IMAS, INVU y Fonabe sean prioritarias a los ticos».

(«La Nación», domingo 30 de setiembre del 2018. Página 4 A).

El mensaje anterior fue dado a conocer como parte de un estudio realizado por el periódico La Nación, para llamar la atención sobre la existencia de siete páginas que estuvieron promoviendo la xenofobia contra los nicaragüenses días previos a la marcha del pasado 18 de agosto en San José.

Hace 80 años, entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938 en Alemania, el Partido Nazi en coordinación con autoridades locales y gubernamentales, llevaban a cabo un pogromo (acción colectiva violenta) contra los judíos, que años después ha sido considerado un antecedente de la política de aniquilación genocida de la población de origen hebrea, ya no solo de Alemania, sino de toda Europa.

No se pretende concluir que entre la acción violenta del parque La Merced en San José y las acciones violentas en Alemania, Austria y los Sudetes checos existan grandes paralelismos. Desde hace mucho tiempo, los historiadores han advertido acerca del carácter único e irrepetible de los hechos históricos y por ende de los procesos a que dan origen, sin embargo, también han recurrido a la sistematización de observaciones del pasado que llaman la atención por presentar algunos rasgos comunes a pesar de su discontinuidad temporal y espacial. En este caso resulta claro que la xenofobia está en la esencia de ambos acontecimientos. ¿Qué significado dejó la Noche de los Cristales Rotos que sirva para enseñarnos acerca de los peligros de la xenofobia en Costa Rica?

En el caso de la Noche de los Cristales Rotos (Kristallnacht), se trata de un recordatorio que nos hace ver que algo se quebró en el seno de la sociedad alemana de la década de 1930, donde se gestó una ruptura histórica que no tenía que ver con la persecución judía de viejo cuño religioso. La Europa medieval fue prolifera en acciones colectivas violentas contra las diferentes comunidades judías, pero entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938, la represión política, social, familiar y legal que ya se había iniciado con la Leyes de Núremberg en 1935, con la pérdida de la nacionalidad alemana para los judíos otorgada por la República de Bismark, supuso el nacimiento de un nuevo tipo de pogromo; no fue la violencia su característica más evidente, a pesar de que las cifras oscilan entre los 96 y los 236 asesinatos, tampoco lo fue la quema de las más de 1.300 sinagogas y los casi 7.500 negocios saqueados y destruidos.

La Noche de los Cristales Rotos no se ejecutó al amparo de una falsa defensa de la fe cristiana, como había sido la tónica de los pogromos medievales, sino hecha al amparo de una ideología fascista (nacida en los años veinte y consolidada en las décadas del treinta y del cuarenta) que se basó en el darwinismo social para deshumanizar a los judíos y responsabilizarlos de las desgracias de Alemania, en particular por la derrota de ésta en la Gran Guerra y por el plan macabro, a sus ojos, de controlar el mundo gracias a su internacionalismo. Era la primera vez que los judíos serían llevados a campos de concentración, anunciando lo que vendría después.

En 1978, el entonces canciller Helmut Schmidt, en un acto de recordación de los sucesos de Kristallnacht manifestó:

«Allí donde ardieron las casas de Dios, donde una señal de quienes ocupaban el poder puso en marcha el tren de la destrucción y el robo, de la humillación, el secuestro y el encarcelamiento, allí acabaron la paz, la justicia y la humanidad. La noche del 9 de noviembre de 1938 marcó una de las etapas en el camino al infierno».

(Citado por Michaell G. Bard. «La Noche de los Cristales Rotos. Historia oral del horror que antecedió al Holocausto». La Esfera de los Libros, Madrid, 2010)

A pesar de la tentación de llevar los orígenes del genocidio nazi contra los judíos europeos hasta los años veinte, el historiador suizo Philippe Burrin fue uno de los primeros en advertir el carácter paulatino de la toma de decisiones que condujeron a la puesta en práctica de la Shoá (nombre que ha ido tomando fuerza en Occidente contra el concepto de Holocausto, muy criticado por la historiografía judía). En este sentido, Burrin ha insistido en que el plan genocida no se adoptó hasta después de la invasión de la Unión Soviética, a partir de 1942. Las palabras del excanciller Schmidt ponen en idéntica perspectiva el papel de la Kristallnacht como una de las etapas que conducirían al genocidio nazi contra la judería europea.

En su momento, Imre Kertez en su libro Un Instante de Silencio en el Paredón, al reflexionar sobre el papel del campo de exterminio de Auschwitz, señaló:

«Tengo la sensación de que aún está lejos el momento en que la nación considere a los cientos de miles de muertos de la "solución final" húngara como una pérdida, como algo expulsado de su propio cuerpo. Falta mucho para que tomen conciencia de que Auschwitz no es en absoluto el asunto privado de los judíos esparcidos por el mundo, sino el acontecimiento traumático de la civilización occidental que algún día se considerará el inicio de una nueva era».

Podemos emular a Kertez y señalar que la Kristallnacht no fue solo un pogromo más contra la comunidad judía alemana, hoy sabemos que representó una etapa importante de la ruta hacia el genocidio de personas que tenían la particularidad de ser judías, pero que posteriormente también abrazaría a homosexuales, testigos de Jehová, gitanos, comunistas, prostitutas, opositores políticos y sindicalistas; ya los discapacitados alemanes habían experimentado el aniquilamiento por medio de la Operación Eutanasia.

En el reportaje de La Nación, Francesca Fontanini, encargada de comunicación de la Agencia de la Organización de Naciones Unidas (ACNUR), indicó al periódico que se presentaron ataques digitales en Facebook contra la organización, «pero fue por un período corto y por un número limitado de personas, la mayoría del pueblo costarricense más bien expresó su solidaridad con los migrantes» (La Nación, domingo 30 de setiembre del 2018. Página 4 A).

La reacción de la sociedad costarricense el pasado mes de setiembre ante el ataque xenofóbico a la comunidad nicaragüense nos dice que la acción no se transformó en tragedia, y es allí donde Kristallnacht vuelve a cobrar relevancia como recordatorio de los peligros de la xenofobia. El 9 y el 10 de noviembre de 1938 tienen que ser un recordatorio (la memoria no solo como intento de reconstruir lo ocurrido, sino como reflexión) que se convierta en un antídoto para la discriminación, el odio y la deshumanización de aquellos a quienes se visualizan como enemigos potenciales.

Aquí es donde la educación se vuelve determinante y dentro de ella, la historia, como disciplina que nos hace reflexionar sobre los vínculos entre el pasado y el presente, tiene que asumir el rol protagónico de inculcar la mirada del otro como descubrimiento maravilloso, no teñida por el miedo, jamás como amenaza, sí como aprendizaje, siempre como oportunidad para el enriquecimiento mutuo.