¡Qué forma de vestirse! ¡Qué piernas! ¡Qué movimientos! Sí gente, el tango vuelve a Broadway. Luis Bravo presentó Tango Eterno en el Teatro Schubert. El show fue un éxito y los bailarines terminaron dando un espectáculo inolvidable. También llegaron hace poco a Costa Rica. Como una especie de manjar importado, reporta La Nación, de esos de los más exquisitos y exclusivos.

No solo regresa el tango sino también los adivinadores, uno de los grupos más perseguidos. En Estados Unidos, predecir el futuro por dinero era un crimen. En abril 17 de 1929, Mikette Cuba recibió una multa de $100 por haber visto en una taza de té que su clienta «haría un viaje por barco» con un «hombre alto y oscuro». El problema era que la afortunada era una policía y que Mikkette aceptó $0.25. La adivinadora cayó en la trampa de la policía, que hacía guerra en contra de los salones de té y de adivinación que florecían en ciudades desde Pittsburg hasta Portland. Pues estos están de regreso y nuestros periódicos en América Latina tienen anuncios de personas que hablan con los muertos y predicen el futuro. En la televisión, tenemos a Tyler Henry, el médium de Hollywood, que les trae a los famosos recados del más allá y del porvenir en el más acá.

Todos hemos oído sobre Nostradamus y sus predicciones del futuro. Aunque nos hagamos los sofisticados y digamos que no creemos en la adivinación, siempre leemos el horóscopo. Aun las mentes más brillantes, como el padre de la física cuántica, Niel Bohr, era supersticioso y creía en adivinos. No solo consultaba de vez en cuando con ellos, sino que usaba los amuletos que le daban. Cuando la gente llegaba a su casa y veía una herradura de caballo en su puerta, le decían: ¿No es posible que usted, todo un erudito de la física universal, crea en supersticiones? A esto Bohr respondía: ¡Claro que no! Yo no creo para nada en brujerías, pero la he puesto ahí porque me han dicho que estas cosas funcionan, aun si uno no cree en ellas.

Los buenos adivinadores predicen las cosas, aunque uno no crea en ellos. Y la razón es sencilla: su poder está no en saber leer el futuro, sino en que trabajan con el pasado. El especialista en su Nostradamus, Peter Lemesurier, en su libro Nostradamus, Bibliomancer: The Man, the Myth, the Truth demuestra cómo gran parte de su obra profética son paráfrasis de colecciones de antiguas profecías apocalípticas (principalmente basadas en la Biblia). No es que él viera más allá de su tiempo, sino que pudo olfatear cómo ciertas realidades históricas se proyectarían en el tiempo.

¿Por qué se puso de moda otra vez el tango y la adivinación? Porque sentimos que estamos de regreso en los años 1930. El mundo, otra vez, no es bipolar: hay más naciones poderosas; la extrema derecha y el antisemitismo han resurgido; los refugiados, no ya los judíos, sino los musulmanes y los centroamericanos, son vistos como la causa de todos los males; la economía, con excepción de la de Estados Unidos, está en recesión; tenemos líderes peligrosos; la liberación femenina se considera una catástrofe y así la ideología del género. Los 1930 están de moda porque se nos parecen a la época actual y todos queremos saber qué pasará en un futuro que tememos.