Actualmente estamos viviendo una época en la que las tensiones sociales se han ido intensificado sobremanera. Da la impresión de que a cada día que pasa estamos todas las personas más cabradas las unas con las otras. De igual manera, hemos ido viendo cómo el lenguaje que se utiliza en las redes, en el Parlamento, en el trabajo, en los bares, en los púlpitos, etc… ha ido poco a poco recrudeciéndose. En cierta medida es cierto; el llamado discurso del odio ha ido creciendo en la sociedad y una clara muestra de ello es que rara vez pasa un día sin que se escuche o se lea un comentario salido de tono.

Cabría preguntarse cuáles han sido las causas y catalizadores que han popularizado este odio, pero es un tema demasiado extenso como para abarcarlo en un humilde artículo como éste. Podría abordarse desde el análisis del efecto que ha tenido la crisis económica tanto en el auge de los nacionalismos como en el crecimiento de la extrema derecha; como también podría verse desde el punto de vista de una sociedad de consumo que entiende que una persona feliz no es tan buen cliente como una persona que no lo sea. En lugar de eso prefiero abordar ese aumento de la tensión social desde el punto de vista del lenguaje en las redes, o dicho en otras palabras: ¿qué efecto tiene el lenguaje negativo en las redes?

Llamando la atención

Lo primero que cabría mencionar del lenguaje y de los contenidos negativos es que llaman más la atención. Esto lo sabía muy bien William Randolph Hearst, creador de la prensa amarilla e inspirador de la película Ciudadano Kane. Con su mente de empresario, Hearst se dio cuenta de que eran los titulares y textos sensacionalistas, y no los contenidos contrastados y argumentados, los que le hacían vender más periódicos. Por otro lado, su mente de político supo ver el poder de la manipulación informativa.

Si bien Hearst creó el concepto, la técnica ha ido desarrollándose desde entonces y hoy en día cuenta con toda una gama de herramientas a su favor. Ahora se pueden manipular audios, videos y fotos para apoyar cualquier tipo de información falsa, haciéndola mucho más verosímil. La generalización de estas prácticas ha acabado dando a luz a dos nuevos términos en nuestro vocabulario, cada uno profundamente relacionado con cada una de las facetas de Hearst: clickbait y fake news.

La práctica de clickbait — «cebo de clicks» — va dirigida, como su nombre indica, a conseguir el mayor número de visitas posible mediante un titular sensacionalista dirigido a atacar la curiosidad del lector. Las webs de contenidos –que no información- que llevan a cabo estas políticas alientan a sus redactores a exagerar o tergiversar los hechos con el fin de conseguir más visitas. En este sentido cabe señalar que los contenidos negativos consiguen mayor atención que los positivos; si lo miramos desde el punto de vista de la política, es muy probable que un artículo atacando a un político obtenga muchas más visitas que otro en el que se hable de algún logro suyo. Por su parte los propios políticos saben que, en sus discursos, siempre tendrán mucha más repercusión mediática los ataques hacia sus adversarios que el listado de propuestas. Quizá sea por eso que últimamente da la impresión de que el argumentario político está más enfocado a buscar zascas que soluciones.

En el caso de las fake news, término que ha popularizado enormemente Donald Trump, éstas van dirigidas a manipular la opinión popular para conseguir que se apoye una u otra idea. Este concepto estaría ligado a la faceta política de Hearst, la cual veía la manipulación informativa como una poderosa herramienta para la consecución de objetivos, y lo es.

Si bien la manipulación informativa con fines políticos no es algo nuevo, la era de Internet ha potenciado conceptos como el de la «Cámara de Eco», — cuando una determinada información acaba exagerándose a medida que es repetida—, y dado que siempre conseguirán un mayor efecto con un contenido negativo, la exageración del mismo acabará provocando una reacción mayor. Además, dado que se busca más una reacción más visceral que razonada, triunfarán aquellas informaciones que consigan enfadar más al lector.

El entorno de usuario

A pesar de que no es nada desdeñable la influencia de los medios y los políticos en este auge del lenguaje negativo, este aumento de la tensión social no sería posible si las personas que integran esa sociedad no pusieran cada una su granito de arena.

La era de Internet le ha dado a cada persona la capacidad de ser oída. Ya no hace falta que te haga caso la prensa, la radio o la televisión para lanzar tu mensaje al mundo. El desarrollo tecnológico permite hoy en día que cualquier persona con acceso a Internet pueda retransmitir en directo al resto del mundo. Es más, ahora es posible enviarle un mensaje directo a la celebridad de turno en cuestión de segundos. Otra cosa muy distinta es que te conteste.

En este sentido cabría decir que los usuarios hemos abrazado el amarillismo sin dudarlo. Hemos visto cómo los ataques personales, los titulares sensacionalistas, los videos de gente fallando o que ridiculicen a una persona nos granjean muchas más visitas y seguidores que las críticas razonadas, las informaciones contrastadas o los videos de gente haciendo algo bien.

A estos factores hay que añadirles el hecho de que las redes se van desarrollando con el fin de adaptarse cada vez más a cada persona para darle una experiencia personalizada. Esto, como todo, tiene aspectos positivos y negativos. Desde un punto de vista positivo y dada la ingente cantidad de información que circula por las redes, esta criba que realizan los diferentes motores de búsqueda consigue ahorrarnos gran parte del ruido informativo, centrándose únicamente en los resultados que puedan sernos de interés. Desde un punto negativo, esos motores básicamente deciden qué enseñarte, por lo que pueden ser fácilmente utilizados para acallar ciertas informaciones o para potenciar fanatismos.

No todo el monte es orégano

Viendo todo lo anterior se puede llegar a entender cómo una red como Twitter se haya convertido, no solo en un importante flujo de noticias, sino también en el lugar dónde todo ese odio, desinformación y fanatismo toma forma. Se puede tener la sensación tras un rato navegando por la misma de que el mundo está al borde de una guerra civil global. El anonimato y la búsqueda de seguidores han propiciado que el lenguaje negativo triunfe en esta red, pero habría que preguntarse hasta qué punto es esto real.

Lo malo siempre llama más la atención y el ser humano tiene mucha tendencia a generalizar. Entras en las redes un rato y puedes acabar con la sensación de que el mundo está lleno de idiotas y malas personas, pero no sería verdad. Seguramente de todo lo que has visto te acuerdes más de aquellos comentarios e informaciones que consiguieron cabrearte, pero eso no significa que sean mayoría. Cierto es que hoy en día abunda la información capaz de indignarnos sobremanera, pero muchas veces esa información está alterada para provocarnos un efecto mucho mayor.

Si como hemos visto, esa indignación está provocada intencionadamente para obtener un beneficio –visitas, apoyo social, etc…-, quizá deberíamos ser algo más cautos a la hora de interactuar con las redes. Cuando una información y/o comentario consigue soliviantarnos sería bueno que, además de contrastar lo mejor posible la información, reflexionáramos sobre a quién beneficia nuestro cabreo.