Si hay una característica reseñable de la producción musical actual es que, gracias al avance en los medios técnicos, es posible arreglar casi cualquier cosa en postproducción; si el cantante desafina, si los músicos se equivocan o si no se ha conseguido el sonido de batería deseado. Son algunas de las cosas que son fácilmente solucionables mediante las nuevas técnicas digitales.

Esto es así hasta el punto que un buen productor puede coger a una banda o artista mediocres y hacerlos sonar como auténticos profesionales. En muchos casos estos artistas tienen los pies muy cortos, dado que no son capaces de defender sus propios temas en directo, pero no siempre es así.

La producción digital como condimento y no como alimento

Cierto es que sería absurdo desdeñar unas buenas herramientas en pro del puritanismo musical pero, al mismo tiempo, el abuso de las mismas provoca una pérdida del alma de la música.

Uno de los más notables defensores de mantener la música natural es Dave Grohl, conocido principalmente por haber sido el batería de Nirvana y el actual cantante de Foo Fighters. En 2013, Grohl estrenó el documental Sound City, en el cual relataba la historia de los estudios del mismo nombre donde, entre otros muchos discos míticos, se grabó el álbum Nervermind. En este documental, Dave defiende fervientemente el modo en que se hacían las cosas en la era analógica, cuando los músicos tenían la responsabilidad de tocar bien los temas si querían que el producto final quedase bien. Tal y como relata él mismo en el documental, “es importante que cuando escuches un disco puedas sentir que es gente real tocando; que lo escuches y pienses que tú también puedes hacerlo”. Y es que la música real no es perfecta, sino que tiene sus fallos, y a veces esos pequeños fallos humanos son los que le dan alma.

Sin embargo, hoy en día las herramientas de postproducción están ahí y están para usarse. En Sound City aparece también Trent Reznor, productor y sobre todo conocido como frontman y compositor de Nine Inch Nails. Si algo caracteriza a Reznor es el empleo de medios digitales en su música, pero como forma de expresión creativa, pues esos medios deben usarse como lo que son, como herramientas, y no como una fórmula mágica para arreglarlo todo. Se pueden usar para arreglar pequeños fallos en postproducción, pues en muchas ocasiones una buena toma tiene un pequeño error subsanable; no se trata de convertir una mala toma en una buena.

Podría decirse que el límite en el uso de esas herramientas es aquel en el que la grabación deja de corresponderse con la realidad.

Los falsos directos

Como he comentado antes, es cierto que muchos artistas cuyas producciones no son fieles a la realidad no gozan de una larga vida, dado que no pueden defenderse en directo, pero eso no siempre es así.

Tal y como desgranaba RT en un video, los falsos directos están a la orden del día, lo que en opinión de algunos, podría acarrear serias consecuencias para la industria musical una vez que los espectadores se percaten de ello. Pero el público va despertando poco a poco y se va viendo cómo, a medida que se inventan nuevas formas de falsear el directo, la audiencia demanda más las actuaciones reales, imperfectas y sobre todo, con alma. En palabras de Elton John, “cualquier artista que haga playback en sus actuaciones cuando la gente paga 75 dólares por verles debería ser tiroteado”. A pesar de ser una afirmación un tanto excesiva, viene a reflejar esta tendencia actual.

A pesar de lo que se pueda pensar, esta demanda de directos reales no está reñida con el uso de “samplers” –elementos pregrabados que se lanzan en directo- siempre que se usen de una forma creativa y no para falsear la actuación. Artistas como Rico Loop vienen a demostrar cómo la utilización creativa de las herramientas digitales da lugar a nuevas expresiones artísticas.

La implosión de la Industria

Por todo lo relatado hasta ahora, podría decirse que estamos ante el fin de una era por diversos motivos. En primer lugar, el auge de la piratería generado por Internet ha provocado una brutal caída en la venta de discos –cabe señalar que siempre hubo piratería; la gente se copiaba sus cintas de cassette y nunca nadie puso el grito en el cielo-. En segundo lugar, el abaratamiento de los medios de producción ha posibilitado que cualquier persona pueda hacerse un disco en casa con calidad profesional y distribuirlo al instante por todo el mundo, sin discográficas ni distribuidoras de por medio, ampliando increíblemente la oferta musical. Y por último, la enorme cantidad de música grabada le ha inferido valor añadido al directo. De ahí que el empeño de la industria en continuar promocionando productos irreales en un momento en el que se empieza a demandar todo lo contrario no sea otra cosa que cavarse su propia tumba.

Y es que todo indica que, tras haber superado la infancia de la tecnología musical en los 80, llega el momento de superar su adolescencia, pues al fin y al cabo el público tan sólo quiere escuchar y ver a una banda tocar…

…ni más, ni menos.