El mundo de la moda también es un mundo convulso en el que, de vez en cuando, algo cambia y todo comienza a girar sin parar. Un cambio provoca un efecto dominó que repercute en varias firmas. Esto es lo que pasó hace varias semanas. Tras los rumores que surgieron en la red, la web WWD anunció el despido (o no renovación) de Alexander Wang por parte de Balenciaga. Una noticia que nos ha sorprendido a todos.

Alexander Wang fue el elegido, hace tres años, para sustituir a otro hombre que parecía insustituible: Nicolas Ghesquiere, hoy director creativo de Louis Vuitton. Desde entonces, Wang, el niño mimado de la moda, consiguió hacer de Balenciaga una marca deseada y ansiada fuera del rango de edad habitual de la firma. Consiguió diseñar prendas y accesorios que se vendían en horas y que marcas como H&M o Zara copiaban sin reparo alguno. Consiguió que las fashionistas más jóvenes se sintiesen identificadas con su trabajo y con la marca abriendo así las puertas de Balenciaga a un nuevo público ansioso por comprar sus nuevos diseños.

Lo mismo ocurrió hace menos de un año cuando Wang fue el diseñador invitado de H&M para su ya famosa colaboración anual. La colección sport-chic que diseñó creó tanta expectación que en menos de dos horas muchos de los diseños colgaron el cartel de "sold out" en la mayoría de las tiendas del gigante sueco. Una colección con precios que oscilaban entre los 10 y los 300 euros y que en las “reventas” por internet llegaron a multiplicar su precio original.

Wang, que también posee una marca propia y una segunda línea, se ha convertido en uno de los diseñadores que más vende. Como ya ocurrió cuando Marc Jacobs dejó Louis Vuitton después de más de una década en la maison francesa, los rumores apuntan a que Alexander Wang se centrará en su marca homónima. Así, el foco de su despido recae en que Balenciaga pedía dedicación exclusiva, algo que Wang no ha aceptado. Sea así o no, la carrera de Wang está en lo más alto y claro ejemplo de ello es la apertura de una nueva tienda, la más grande hasta ahora, en Londres, lo que supone también su desembarco en Europa.

El binomio Wang-Balenciaga, ante los ojos de la mayoría, parecía funcionar a la perfección. Wang había conseguido rejuvenecer la marca y posicionarla en china (Wang tiene origen asiático). Gracias a este nuevo plan y a las habilidades técnicas de Wang, las ventas aumentaron hasta una facturación de 400 millones de dólares, lo que se traduce en un crecimiento del 10%. De la mano de Wang, Balenciaga ha pasado de tener tres boutiques a poseer unas 90 en tan solo siete años. Quizás la apertura más significativa fue la de Madrid este mismo año, que supuso el regreso a casa de la firma que fundó Cristóbal Balenciaga. Tras fichar por Balenciaga, Wang se sumergió en los archivos de la casa y visitó el museo dedicado al histórico creador en Getaria, su localidad natal. La crítica detectó esa reverencia por el fundador en su primera colección, pero en las últimas colecciones parece que la influencia del diseñador vasco queda en un segundo plano y el estilo deportivo, que tan famoso le ha hecho, adquiere demasiada importancia. Pero como suele ocurrir, todo tiene un principio y un fin. Y este parece ser el final de Wang en Balenciaga, que será efectivo en septiembre cuando Wang presente su última colección para la firma en París.

Balenciaga ya está buscando un nuevo director creativo que, según apuntan varias fuentes, será alguien interno de la marca. Con esto, la empresa busca repetir la estrategia que tan bien le ha funcionado en Gucci (marca que también forma parte de Kering, el conglomerado del lujo que es propietario de Balenciaga): sustituir a un diseñador de perfil alto por alguien relativamente desconocido. En la casa italiana, ha sido Alessandro Michele quien ha sustituido a Frida Giannini con buenas críticas y con un repunte de las ventas de su primera colección. Quien sustituya a Wang tendrá la tarea de dirigir a la marca en su centenario, que se celebrará en 2017, y continuar su labor.