El verano comienza a apagarse dejando sentir sus últimos cálidos coletazos, aun generosos, en la cosmopolita Barcelona. El final de la temporada que más calienta el motor económico de la ciudad condal es despedido a lo grande de la mano de las fiestas de la Merced.

La patrona de la ciudad, La Mare de Deu de la Mercè en catalán, adelanta sus festejos este año situándolos del 18 al 24 de septiembre, para no coincidir con las elecciones al Parlament. Demasiados acontecimientos para el lunes de los meses.

Pero antes de entrar en canción, veamos un poco de historia. En el año 1868, el Papa Pio IX le otorgó su título de patrona de la ciudad. Tres años después se creó la celebración de su festividad. Desde entonces, pasacalles, conciertos y grupos folclóricos rinden honor a su señora año tras año.

¿Pero qué hizo la santa señora para merecer el título de patrona de Barcelona? Cuenta la leyenda que el 24 de septiembre de 1218 la Mare de Déu de la Mercè se apareció al rey Jaime I, a San Pedro Nolasco y a San Raimundo de Peñafort para pedirles que crearan una orden religiosa dedicada a rescatar a los cristianos presos en tierras sarracenas. En una España donde moros y cristianos teñían de sangre las tierras peninsulares, los santos velaban por sus feligreses, ayudando a castigar a los invasores y a unir a los pre-moradores. Siglos más tarde, en 1687, la misericordia de esta señora regresó para ayudar a la población a sobrevivir a una plaga de langosta. Una vez finalizada, en agradecimiento, la patrona recibió su título honorífico.

Desde entonces, tradición e innovación se unen cada año llenando las calles de Barcelona de gigantes, demonios, castillos humanos, música y teatro, entre otros espectáculos. Los niños (y no tan niños) disfrutan del desfile de gigantes y temen el espectáculo de fuego de El Correfoc, en el que demonios y dragones escupen fuego por la boca mientras huyen de los petardos que arrojan a su paso.

Los no tan niños (y algunos niños) disfrutan de los conciertos gratuitos de la Mercé Musical que tienen lugar en las calles y plazas principales de la ciudad, entre las que no faltan las concurridas Plaça Catalunya, la Plaça Sant Jaume y la Avinguda de la Catedral.

Una muestra icónica de estas fechas son las exhibiciones de los Castellets, castillos humanos de varios pisos de altura, que se llevan construyendo y reconstruyendo doscientos años, como el sudario de Penélope, fieles a su patrona.

Hombres y mujeres se alternan entrelazados formando un círculo, rememorando una de las formas de baile más antiguas, que en el siglo XIX se especializó dando lugar al actual baile de la Sardana.

Más en la línea de la innovación, el repertorio musical incluye un año más el exitoso BAM (Barcelona Acció Musical), con un cartel que contiene 29 grupos procedentes de 13 países diferentes, entre los que figuran grupos internacionales como Crystal Fighters. Un panorama multicultural que se impone durante cinco días a los intereses secesionistas.

Como novedad, el BAM apuesta este año por actividades pensadas para toda la familia, como talleres de manualidades, musicales y clases de patinaje acompañadas de música en la plaça dels Àngels. Todos los ciudadanos y visitantes tienen su lugar; quedarse en casa a lamentar el ruido de los festejos es pecado capital.

Nacionalistas, no nacionalistas, extranjeros y ciudadanos del mundo brindan durante estos días en la Fira de vins, feria de vinos propios de la región, acompañado de tapas características de la gastronomía catalana, todo ello en el barrio de la Barceloneta.

A estos eventos tradicionales se suma este año una carrera de 10 kilómetros, siguiendo la tendencia que avanza rápidamente por diversas ciudades.

Para cerrar el evento que pone en pausa la polémica nacionalista, el cielo se ilumina con el Piromusical, un festival de fuegos artificiales y luz que tiene lugar en la montaña de Montjuïc. El estruendo de sus fugaces guiños estelares deja paso a otro tipo de sonido, el de las elecciones del 27 de septiembre, dando paso a la “fiesta” democrática.

Los independentistas consideran estas elecciones como un plebiscito sobre la secesión, mientras el resto de partidos las observan como unas elecciones ordinarias anticipadas para elegir un nuevo parlamento autonómico.

La unión que muestran los brazos de los hombres de los castellets queda disipada ante un 46,2% de catalanes que se oponen a la ruptura con el resto de España, frente a un 44,4% que la apoya, según una encuesta de Sigma 2 para El Mundo.

Veremos si en las próximas fiestas, la sardana se sigue bailando de la mano.