Todas, todos nos hemos enamorado alguna vez. Quien más y quien menos ha sufrido de la vorágine del enamoramiento. El enamoramiento, como estado inicial de atracción física y psicológica, nos hace transitar por el universo de los deseos de intimidad y de reciprocidad. Pero, también, nos abandona en el laberinto del miedo al rechazo. Describir, en pocas palabras, el conjunto de emociones que afloran al enamorarnos no es sencillo.

Paradójicamente a lo que podemos creer, nuestro cuerpo reacciona a nivel fisiológico de la misma manera cuando estamos enamorados que cuando sentimos agitación, ansiedad o miedo, aunque ambos sentimientos a priori parezcan tener poco que ver. Esto se debe a que, en realidad, las emociones no son tan espontáneas ni claras como podría parecer, además, suelen estar condicionadas por dos factores que son claves para explicar cómo puede llegar a confundirse nuestro cerebro y llamar amor a una atribución errónea de la excitación: por un lado, el grado de excitación psicológica y de alteración bioquímica subyacente a las emociones y, por el otro, la etiqueta que le damos a esos sentimientos.

¿Por qué confundimos estar excitados con estar enamorados?

En 1974, psicólogos de la Universidad de la Columbia Británica (Canadá), realizaron un curioso y, a la vez, esclarecedor experimento en el puente colgante que cruza el río Capilano. El objetivo de esta investigación fue demostrar cómo la atribución errónea de la excitación puede afectar a nuestros sentimientos de atracción.

Aprovechando que el puente en Vancouver es una atracción turística que provoca estados de excitación al balancearse a 70 metros de altura, se entrevistó a un grupo de a hombres que lo atravesaban. La entrevistadora fue una mujer de gran belleza. La misma que entrevistó a otro grupo de hombres que atravesaban el río por otro puente de estructura rígida y de poca altura.

Los investigadores, Donald Dutton y Arthur Aron pretendían explorar qué es lo que nos hace sentirnos atraídos por una persona, particularmente a partir de la evidencia de que el interés sexual suele aparecer o se intensifica con las emociones fuertes, lo que explicaría que las parejas, especialmente en las etapas iniciales de su relación, elijan sitios que generan sensación de «peligro» de ser descubiertos manteniendo relaciones íntimas.

Es bastante frecuente, encontrar parejas que encuentran tremendamente estimulante mantener relaciones en el probador de una tienda o a no demasiados metros de la orilla de la playa. Para algunas personas, en el sexo, el escenario también cuenta, y mucho. En situaciones como estas o parecidas o que, sin llegar a niveles de riesgo evidentes, tengan elementos sorprendentes de excitación erótica, se activa nuestro sistema simpático, que es esa parte de nuestro sistema nervioso encargado de definir si debemos luchar o escapar, exactamente la misma que cuando nos enojamos, tenemos miedo o nos sentimos simplemente incómodos. Es decir, a nuestro cerebro no le resulta fácil distinguir entre emociones fuertes.

La atractiva entrevistadora, pidió a todos los hombres que pasaban por el puente colgante, que se inclina y tambalea sobre un panorama de rocas y torrente de agua, y que aceptaron ser entrevistados a pesar de que la mayoría de ellos lo cruzaban con sensación de miedo, despacio, agarrados a los cables de alambres y con cuidado (el puente no es peligroso pero si da esa sensación), que miraran una foto de una mujer riéndose mientras se cubría el rostro y que imaginaran la historia detrás de esa foto. Al cruzar el puente, contestaban unas pocas preguntas a propósito de lo que se les había pedido cuando estaban en medio del puente.

Exactamente lo mismo, pidió la entrevistadora a los hombres que cruzaban el río a través del puente sólido de madera de cedro, ancho y a poca altura del curso del agua que fluye como un tranquilo riachuelo, con pasamanos de altura normal y gran sensación de seguridad. Este, era considerado para los investigadores como el grupo «control», destinado a comparar con el grupo considerado experimental en el puente colgante.

Al finalizar, la mujer que entrevistó a un determinado número de hombres en el puente colgante, y a un número similar de solo hombres también, en el puente de madera, la mujer les daba su número de teléfono (aunque no era su número de teléfono, pero ellos no lo sabían), y les decía que la llamaran si tenían preguntas sobre el estudio. Este mismo experimento se repitió días después, en las mismas condiciones, con otros visitantes del parque que cruzaban ambos puentes, y todos hombres. La única variable que se introdujo en esta segunda investigación fue que era un hombre el entrevistador.

Lo que, finalmente sucedió, fue que la mayoría de los hombres que llamaron en días sucesivos a la entrevistadora habían atravesado el puente colgante y, además, sus respuestas y relatos tenían un mayor contenido romántico y sexual. Expresaban una especie de confusión entre ansiedad y atracción cuando hablaban por teléfono con la guapa entrevistadora. Por el contrario, nadie llamó al hombre que entrevistó en la segunda realización del experimento.

Gracias a este experimento, los investigadores establecieron que las sensaciones de peligro, estrés y excitación pueden dar lugar a cierta sensación y percepción de atracción romántica y/o sexual. Es decir, los hombres que habían cruzado el puente colgante habían confundido las sensaciones de miedo inconsciente a caer al vacío, y la excitación del sistema nervioso simpático —corazón latiendo más rápido, respiración acelerada— con una atracción romántica.

¿Se puede detectar si nos está pasando a nosotros?

La atribución errónea es un término psicológico que describe el proceso por el cual las personas se equivocan al asumir lo que les hace sentir excitadas. Ya lo hemos comentado más arriba que, este fenómeno, no se produce solo como una reacción a la atracción física de carácter romántico o sexual, sino que se puede manifestar en toda nuestra gama de emociones y sentimientos, como el enojo, la incomodidad, la euforia, la rabia, o el erotismo.

Si bien, el experimento se realizó solo con hombres, otras investigaciones neurocientíficas atribuyen reacciones similares de atribución errónea basada en situaciones de peligro (entiendan que hablamos de riesgos moderados, no de riesgos extremos) a las mujeres.

Probablemente, casi todas las personas hemos sido, en alguna ocasión, víctimas de la atribución errónea de la excitación; en general, nos puede haber ocurrido cuando no tenemos claras nuestras emociones, lo que realmente sentimos y nuestro cerebro no sabe etiquetarlas del todo bien. Especialmente en situaciones o entornos inestables, en los que nos podemos sentir más vulnerables, es más fácil que caigamos en la trampa de la química cerebral, de la excitación neuronal, de la percepción de un enamoramiento que acabará por diluirse en poco tiempo.

Pero, de la misma manera que ocurre esto, las experiencias nuevas y desafiantes en relaciones afectadas por el tiempo y la rutina, son capaces de despertar la chispa de la excitación, del amor, del erotismo y de la pasión, y establecer un verdadero puente de amor.