Hay ocasiones en las que una pequeña broma o engaño sin malicia acaba teniendo consecuencias completamente imprevistas. Tal fue el archi-famoso caso de la narración de Orson Wells de La Guerra de los Mundos que acabó aterrorizando a miles de estadounidenses en 1938 quienes, a pesar de las aclaraciones de la cadena de que se trataba de una dramatización, prefirieron creer que estaba teniendo lugar una invasión alienígena y abrazar el pánico.

Una de mis historias preferidas en este sentido es la que ocurrió en la primavera de 1998 en EEUU con motivo del día de los inocentes, día en el que el departamento de marketing de Burger King pasaría a la historia de la publicidad. Para quien no la conozca, el 1 de abril de 1998 se publicó en el periódico USA Today un anuncio a toda página que promocionaba la última y flamante incorporación al menú de la famosa franquicia: el Whooper para zurdos. «Finalmente y tras años de abandono, los clientes zurdos no tendrán que conformarse con los tradicionales métodos diestros para comer cuando quieran disfrutar de la hamburguesa preferida de América» afirmaba el anuncio que además detallaba entre otras cosas cómo todos los ingredientes habían sido rotados 180º para mejorar el agarre zurdo y que las semillas de sésamo habían sido meticulosamente reubicadas para minimizar su pérdida.

A simple vista puede parecer una broma cuyo objetivo no era más que provocar una leve sonrisa en los lectores del USA Today y con suerte mejorar la percepción de la empresa por parte del público, pero como ya os podéis imaginar, la cosa fue mucho más allá. Y vaya que si lo fue ya que, tras la publicación del anuncio, Burger King hizo un comunicado en el que no solo aclaraba que la hamburguesa para zurdos había sido una broma, sino que también aseguraba que miles de clientes se habían personado en alguno de sus restaurantes para pedir la susodicha hamburguesa y aún más, también hubo quienes exigieron su correspondiente versión para diestros.

No sé a los lectores, pero a mí esta historia me fascina y lo hace por dos motivos; por un lado, por la cantidad de capas de estupidez humana que posee y por otro porque me parece una metáfora maravillosamente perfecta de cómo lidia parte de la sociedad con la pérdida de privilegios. Respecto a la primera cuestión no puedo hacer sino imaginarme a esa persona que, motivada por el anuncio, decide montarse en su coche y conducir toda la distancia hasta el Burger King más cercano, esperar religiosamente su turno en el ‘drive-thru’ o en el interior para finalmente pedir su hamburguesa para zurdos, todo ello sin que, en ningún instante, ni uno solo, su cabeza hilara la simple línea de puntos que le hubiera hecho darse cuenta de lo absurda que es la idea de comida para zurdos. Quizá lo mejor de todo es que ese no es el pináculo de la idiotez en esta historia, ese mérito corresponde a aquellas personas que hicieron exactamente los mismos pasos, pero lo hicieron ultrajadas porque no existiera un equivalente para diestros. Por descontado que esas personas no se plantearon jamás la escasa lógica del producto, pero lo que me parece más relevante de todo es el hecho de que obviasen la cuestión más simple de todas: si una empresa saca un producto para zurdos es porque el producto normal, el de siempre, está diseñado para diestros.

Este aspecto es el que me lleva a mi segundo motivo; puede que el caso de las hamburguesas nos parezca curioso y hasta nos haga gracia, pero en lo que quiero incidir es que consigue reducir al absurdo una idea ya de por sí bastante absurda y es que una parte de la sociedad sienta que a otra se le están dando privilegios cuando en realidad les están quitando los suyos. Ese sentimiento es el que movió las protestas contra el fin de la segregación racial en EEUU, el que salió a las calles en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo, el que consideró una excentricidad permitir a las mujeres votar y el mismo que es incapaz de encajar que una persona nacida mujer se llame Pablo y se identifique como hombre. Para estas personas la sociedad no necesita ningún cambio en esos aspectos pues para ellos va bien; ellas no tienen miedo de que les den una paliza por mostrar afecto por su pareja y tampoco son rechazadas por no tener el tono ‘correcto’ de piel y lo peor de todo es que considerarán cualquier medida que vaya encaminada a evitar que esas cosas sucedan como una discriminación.

Desde su punto de vista dar ayudas a familias pobres para que puedan comer y no dar ayudas a familias ricas para pagar a su empleada de hogar es una discriminación; proteger a las mujeres contra el acoso sexual y la violencia machista es condenar a los hombres a una dictadura hembrista en la que ya no pueden hacer ni decir nada sin miedo a ir a la cárcel, como si les supusiese un esfuerzo sobrehumano acumular la mínima decencia y sentido común como para no ir soltando improperios ni abusar físicamente de las mujeres que se crucen por su vida; exigir a billonarios que apenas pagan impuestos que aporten su justa parte a esa sociedad que tanto les ha dado lo ven como atacar a una minoría social incomprendida. El fundamento en todos los casos siempre es el mismo: si una persona nunca ha visto sus privilegios como tales, cualquier ataque a los mismos lo percibirá como un ataque a sus derechos y lógicamente se defenderá.

Es precisamente por eso que me gusta tanto la historia del Whopper para zurdos pues lleva esa confusión de derechos y privilegios hasta un absurdo tan absoluto que bien podría parecer un gag de los Hermanos Marx. Las personas que fueron a reclamar su Whooper para diestros jamás sintieron como un privilegio el hecho de no tener que buscar productos específicos y más caros por su condición y se sintieron atacadas en el momento que vieron uno que no iba dirigido a ellas. El hecho de que se tratase de un producto tan obviamente absurdo no hace sino elevar la historia al nivel de cuentos clásicos como El traje nuevo del emperador ya que consigue enfatizar y simplificar la tozudez humana de la misma manera que lo hubiera hecho Andersen, pero a diferencia de sus fábulas, esto no es un cuento.