Un último análisis del polvo que recogieron los astronautas Eugene Cernan y Harrison Schmitt durante la última misión que exploró la Luna, la Apolo 17, ha envejecido a nuestro satélite en 35 millones de años. Tal y como explican los autores en un estudio publicado en la revista Geochemical Perspectives Letters, su edad sería de al menos 4,460 millones de años, cuando investigaciones anteriores habían establecido en 4,425 millones de años la antigüedad de la Luna. Un satélite que debe su origen a, cuando nuestro planeta estaba en formación, la violenta colisión que sufrió con un objeto del tamaño de Marte.

A este respecto, Philipp Heck, conservador de meteoritos y estudios polares del Museo Field de Chicago y autor principal de esta investigación, asegura que: «es importante saber cuándo se formó la Luna porque es un ‘socio’ importante en nuestro sistema planetario: estabiliza el eje de rotación de la Tierra, y es la razón por la que el día tiene 24 horas y por la que tenemos mareas».

Paralelamente, Jennika Greer, coautora del estudio, añade que: «es asombroso observar pruebas de que la roca que tienes en las manos es la parte de la Luna más antigua que hemos encontrado hasta ahora. De hecho, estas muestran suponen un anclaje para responder tantas preguntas que se hacen sobre la Tierra. Cuando sabes la antigüedad de algo, puedes comprender mejor qué le ha sucedido a lo largo de su historia».

Bajo el mismo contexto, Teresa Guerrero, especialista en el tema, pone de manifiesto que «el polvo recogido por los astronautas de la misión Apolo 17 contiene cristales minúsculos que se formaron hace miles de millones de años, y, según los científicos, estos cristales revelan cuándo se debió formar la Luna. Esto es así porque cuando ese objeto del tamaño de Marte chocó violentamente contra la Tierra y formó la Luna, la enorme energía liberada durante el choque fundió la roca que terminó formando la superficie del satélite».

Por su lado, Philipp Heck, argumenta que «cuando la superficie se funde, los cristales de circón no pueden formarse ni sobrevivir. Por lo tanto, los cristales que hay actualmente en la superficie de la Luna deben haberse formado después de que ese océano de magma lunar se enfriase. De lo contrario, se habrían derretido y sus firmas químicas se habrían borrado».

Tomografía con sonda atómica

Guerrero agrega que «dado que los cristales debieron haberse formado después de que el océano de magma se enfriase, determinar la edad de los cristales de circón revelaría la edad mínima posible de la Luna. Además, este estudio recientemente publicado supone la primera vez que se emplea un método analítico llamado tomografía con sonda atómica que ‘determina’ la edad de este cristal lunar más antiguo conocido».

Para Dieter Isheim, investigador de la Universidad Northwestern y coautor del estudio, «estas muestras fueron traídas a la Tierra hace medio siglo, pero es ahora cuando tenemos las herramientas necesarias para llevar a cabo los microanálisis al nivel requerido, incluyendo la tomografía de átomos. Es más, esta investigación define el testimonio del inmenso progreso tecnológico que hemos logrado desde 1972, cuando la última misión tripulada a la Luna regresó a la Tierra».

Teresa Guerrero continúa explicando que «utilizando instrumentos de la Universidad Northwestern, se analizaron cuántos átomos dentro de los cristales de circón habían sufrido desintegración radiactiva. Cuando un átomo (formado por protones y neutrones) sufre un proceso de desintegración, pierde algunos de estos protones y neutrones y se transforma en otros elementos. Por ejemplo, el uranio se descompone en plomo. Así, los científicos pueden averiguar cuánto tiempo tarda en producirse este proceso y, determinando la proporción de diferentes átomos de uranio y plomo (llamados isótopos) presentes en una muestra, pueden averiguar cuántos años tiene».

En términos de Heck, «la datación radiométrica que se ha utilizado para establecer la edad mínima que tiene la Luna funciona un poco como un reloj de arena. En un reloj de este tipo, la arena fluye de un bulbo de vidrio a otro, y el paso del tiempo se indica por la acumulación de arena en el bulbo inferior. La datación radiométrica funciona de manera similar, contando el número de átomos ‘padres’ y el número de átomos ‘hijos’ en los que se han transformado. Entonces se puede calcular el paso del tiempo porque se conoce la tasa de transformación».

La proporción de isótopos de plomo que encontraron los investigadores indicó que la muestra tenía aproximadamente 4,460 millones de años, lo que significa que, por lo tanto, la Luna debe tener al menos esa edad.

La importancia de nuestro satélite

«Estos cristales son los elementos sólidos más antiguos que conocemos de entre los que se formaron después del gran impacto. Y al saber la edad de estos cristales nos sirven como ancla para establecer la cronología lunar», declara Heck, quien también subraya la importancia de estudiar la Luna. «Es una parte de nuestro sistema natural que queremos comprender mejor, y nuestro estudio proporciona una pequeña pieza del rompecabezas en ese panorama completo». Y es que, tal y como asegura, «sin la Luna, la vida en la Tierra sería diferente».

Nota

Guerrero, T. (2023). La Luna envejece 40 millones de años. El País. Octubre, 23.