Pocas personas saben que sus móviles, sus ordenadores o su automóvil están cargados de trabajo infantil. Es más, ni siquiera se lo imaginan cuando estos productos que portan en sus bolsillos son de multinacionales conocidas mundialmente. Pues sí, la organización African Resources Watch y Amnistía Internacional han investigado la cadena de suministro del cobalto, denunciando el permanente abuso de estas prácticas y las violaciones a los derechos humanos.

Mark Dummett, investigador de Amnsistía Internacional, pide responsabilidad tanto a los consumidores como a las empresas, destacando el lamentable contraste entre “los fascinantes escaparates y anuncios de las tecnologías de vanguardia” y “los niños cargados con bolsas de piedras, y los mineros que desfilan por estrechos túneles excavados artificialmente, expuestos a sufrir daños pulmonares permanentes”.

El foco de esta esclavitud: República Democrática del Congo. Es aquí donde se extrae la mayoría del cobalto mundial. En concreto, según datos que aporta Amnistía Internacional, más del 50% de la producción mundial proviene de estas minas. Uno de los mayores procesadores de mineral del país es la filial CDM de Huayou Cobalt. Según el informe publicado, más del 40% del cobalto que adquiere Huayou Cobalt es de la RDC.

El producto se vende en primer lugar a la empresa Congo Dongfang Mining, filial del gigante chino de los minerales Zhejiang Huayou Cobalt Ltd (Huayou Cobalt). Estas dos compañías procesan el cobalto y lo suministran a tres fabricantes de componentes para las baterías, dos ubicados en China y el tercero en Corea del Sur. Estos, a su vez, venden los componentes a fabricantes de baterías. Finalmente estos cierran el ciclo suministrando el producto final a empresas de automóviles y tecnología tan conocidas como Apple, Microsoft, Samsung, Sony, Daimler o Volkswagen.

Trabajo en las minas

Hay dos tipos de zonas donde se trabaja para extraer el cobalto en el sur de República Democrática del Congo (lugar donde se sustrae la quinta parte del cobalto del país). Hay una zona minera para las industrias y una zona minera artesanal, donde se centra el informe de denuncia de Amnistía, que ha visitado cinco minas y ha hablado con 87 mineros y exmineros de cobalto, entre los cuales hay 17 niños.

Uno de los entrevistados es Paul, chico huérfano de 14 años que comenzó a trabajar en la minería a los 12, asegurando al equipo de investigación que pasaba tanto tiempo bajo tierra que estaba constantemente enfermo:

“Pasaba 24 horas allí abajo, en los túneles. Llegaba por la mañana y me marchaba a la mañana siguiente [...] Tenía que hacer mis necesidades allí abajo [...] Mi madre adoptiva quería que fuera al colegio, pero mi padre adoptivo estaba en contra y me explotaba haciéndome trabajar en la mina”.

Lamentables condiciones de trabajo excavando roca arenosa con las manos, sin palas, sin máscaras, haciendo túneles de unos 10 metros de profundidad. Esto es el día a día de muchos congoleños. La exposición al cobalto les provoca cánceres de lengua y enfermedades cardiorespiratorias. Entre septiembre de 2014 y diciembre de 2015 han muerto al menos 80 “mineros artesanales” por estas causas. Aunque es muy probable que sean muchos más, ya que muchos accidentes no se registran y algunos cadáveres son enterrados bajo las rocas.

Explotación infantil

La explotación infantil se da de forma permanente. Según datos que aporta UNICEF, en 2014 había 40.000 niños menores de edad (muchos de 7 u 8 años) trabajando 12 y 15 horas al día en las minas del sur de RDC, en su mayoría de cobalto.

Aprovechan el tiempo libre del colegio para acudir a estas minas para llevar dinero a casa, incluso los fines de semana. Aunque hay muchos que no tienen formación, (pese a la ley en 2009 que obliga a asistir a la escuela), porque los padres no pueden pagar las tasas escolares. Estos llegan a pasar jornadas de hasta 24 horas.

Entre 110.000 y 150.000 “mineros artesanos” trabajan en esta extracción del cobalto en la RDC, en su mayoría en zonas no reguladas sin apenas control ni seguridad alguna. Algunas veces logran colarse en la zona industrial excavando túneles profundos con mazas, cinceles y otras herramientas básicas sin protección básica de guantes buzos y mascarillas, lo que provoca problemas respiratorios incluidas enfermedades pulmonares mortales, dermatitis y dolores musculares, además de la gran carga que llevan en sus mochilas. Son frecuentes los derrumbes en estos túneles en los que en muchos faltan soportes y ventilación.

También es sabido que en las vallas que separan las zonas industriales de las “zonas artesanales” hay policías que sobornan a estos niños, dejándolos entrar a cambio de dinero. Estos menores que trabajan de forma infrahumana ganan entre 1 y 2 euros al día.

Amnistía entrevistó también a 19 comerciantes de cobalto y siguió los vehículos de los mineros y comerciantes que llevan el mineral de cobalto de las minas a los mercados donde lo compran empresas más grandes. La mayor de éstas es la filial congolesa CDM de Huayou Cobalt, que suministra cobalto a tres fabricantes de componentes de baterías de iones de litio, Ningbo Shanshan y Tianjin Bamo, de China, y L&F Materials, de Corea del Sur.

En 2013, estos tres fabricantes asiáticos compraron cobalto a Huayou Cobalt por 90 millones de dólares estadounidenses.

Esta investigación llevada a cabo por Amnistía Internacional pretende sacar a la luz lo que sucede en RDC y que las grandes multinacionales no se beneficien de este maltrato y por lo tanto no lo fomenten. Por ello, se puso en contacto con un total de 16 marcas comerciales multinacionales que aparecen en la listas de clientes directos o indirectos de los tres fabricantes de componentes de baterías. Según el informe, ninguna admitió haber tratado con Huayou Cobalt ni rastreado el origen del cobalto de sus productos antes de que Amnistía Internacional lo investigara y contactase con dichas empresas.