A comienzos de mes de diciembre, y ayudada por la voz en off del subversivo escritor Dennis Cooper, una de las puntas de lanza del movimiento queercore, la artista, coreografa y directora de teatro austriaco-francesa Gisèle Vienne nos hizo reflexionar en su obra de teatro I apologize (pido disculpas), representada en el Teatro Humain Trop Humain de Montpellier, sobre los cuerpos artificiales, cuyo exponente habitual son las muñecas, y sobre la simbólica imagen que producen.

Extraordinaria y provocadora, la obra se desarrolla con una lectura de textos escritos por el propio Cooper como sonido de fondo, intercalados por sonidos de altavoces fuertes y con melodías tecno elaboradas para la pieza.

El personaje central, un hombre que lleva una sudadera con capucha, se ve inmerso en un accidente múltiple, en el que han muerto un sin fin de colegialas. Pero a medida que se desarrolla la obra, se va sugiriendo de manera difusa que el hombre fantasea con haber sido el autor de un asesinato múltiple, el de las colegialas, representadas precisamente por muñecas. La voz de Cooper da forma al pensamiento torturado, delirante y sin frenos del hombre, que en su mente por veces le habla a su mujer, con la que tiene fantasías sexuales, y de la que se hace entrever puede ser una posible víctima del hombre, que se pasea portando una pistola a partir de la segunda parte de la pieza, en un escenario decorado únicamente con alargadas cajas de madera, de las que va extrayendo y volviendo a meter a su antojo un sinfín de muñecas manipulables, de poco más de un metro de altura.

Manchas de sangre en el escenario dan a entrever muchas cosas, acotando la interpretación del público acerca de lo sucedido, o lo ocurrido en la cabeza del hombre.

Intervienen dos personajes más. La primer es una bailarina, que representa una muñeca y que se mueve exactamente como tal. En un alo de marioneta, con movimientos múltiples o descompuestos, al compás de una música tecno, haciendo que el publico se pregunte cómo un cuerpo humano puede llegar a esas torsiones, como lo haría una muñeca, y a la rapidez y vértigo de la música tecno. Llegando incluso a hacerte dudar de las constituciones humanas de la propia bailarina.

El personaje que resta se prevé un torturador sadomasoquista e incomodo en el relato, que al mismo tiempo servirá de objeto del personaje principal, como diana de sus fantasías homosexuales y suicidas.

Buscando el choque, valiéndose de elementos visuales y narrativos del postpunk más decadente, la obra es quizás una reflexión de la fábula de la mujer objeto, formulada a través de las cuestiones que se plantea la autora y directora sobre la crueldad, la sexualidad y la muerte, ocasionando, en palabras de Vienne, la confrontación de dos medios fundamentales a la hora de reflexionar sobre la imagen, la opinión, la percepción y la visión actual que tenemos del cuerpo humano; la manera que tenemos de transformarlo para idealizarlo, deshumanizarlo, o rebajarlo a rango de objeto, y que es modificado principalmente por la percepción urbana que se tiene del mismo.

Según la autora, la muñeca materializa un antagonismo dramático. Aquel de un cuerpo que conecta el erotismo y la muerte. Las muñecas representan un statut intermediario entre los cuerpos reales y los otros, imaginados, simples objetos sin embargo prodigiosos, casi fantasmas.

Una obra frenética, con una banda sonora expléndida para la ocasión, que nos revela una prometedora Gisèle Vienne, en la linea de las performances del teatro Humain Trop Humain, que nos despide originalmente en una sala con DJs pinchando a la salida.