En buñuelos, tacos, a la vizcaína o al pil pil. España tiene muchas debilidades gastronómicas, pero una evidente es el bacalao. Ya sea por influencia de la cocina tradicional de este país o por la de los vecinos portugueses, no importa la época del año o la ocasión para preparar este pescado tan versátil desde el punto de vista gastronómico.

Pero en las estanterías heladas de las pescaderías estos meses hay que hacerle hueco a su primo, ese que solo aparece en la familia de enero a abril y no se le vuelve a ver hasta el año que viene. El primo que viene de Noruega y que, haga lo que haga, es considerado como uno de los pescados más excelentes del mercado. Ese primo se llama Skrei.

El Skrei no es una especie diferente de bacalao, ya que todos pertenecen a la familia Gadus morhua, como se les conoce en latín. La excelencia del Skrei se basa en que hay unos pocos (de miles) de ejemplares de bacalao que deciden, desde el el Mar de Barents, el punto en el que Rusia y Noruega se dan la mano, atravesar más de 1.000 kilómetros a contracorriente para desovar en las islas Lofoten de Noruega, adquiriendo en este viaje unas condiciones físicas que le hacen aún más exquisito. El motivo que impulsa al Skrei a realizar tan tedioso viaje se explica con una subida de 4-5 grados de temperatura de las aguas respecto al resto ya que, a pesar de la lejanía, el agua que rodea a las islas Lofoten se ve influenciada por la corriente del Golfo.

Durante los tres meses en los que se pesca el Skrei, en las islas Lofoten se vive una auténtica devoción. De un modo casi ritual, los niños de los pueblos costeros son los encargados de cortarles la lengua a los ejemplares pescados nada más sacarlos del agua ya que se limpian y evisceran en ese mismo día. Los más pequeños son los únicos con derecho a cortarlas y a comercializarlas como consideren más oportuno, lo cual supone un importante ingreso extra, ya que la lengua es una de las partes más codiciadas de este pescado.

La historia del Skrei, que en noruego antiguo quiere decir “nómada”, se remonta cientos de años atrás, cuando el grito de “ya vienen, ya vienen” nada más otear a los primeros ejemplares en estas islas suponía un día festivo para todos los habitantes. En Henningsvaer, la que se considera como la ciudad pesquera más importante de las Lofoten, aún pueden contemplarse las viejas “Rorbuer”, cabañas de pescadores construidas para alojar a los miles de pescadores extranjeros que acudían en peregrinación cada año para participar en la pesca del Skrei.

Actualmente, no existe ningún sector de la pesca en Noruega que esté más regulado que la pesca del Skrei por sus condiciones. Las malas experiencias anteriores en torno a la captura excesiva han concienciado a los pescadores de la zona para cuidar de uno de los tesoros más preciados de las islas Lofoten y para que aquellos gritos “ya vienen, ya vienen” vuelvan a sonar alto y claro cada mes de enero.