En artículos anteriores hemos abordado el significado y la importancia de algunos tópicos literarios. Comencemos por explicar, grosso modo, qué son los tópicos literarios y cómo identificarlos.

El término alude al «lugar común». Hace referencia a diversas fórmulas que se han ido repitiendo a lo largo de la historia de la literatura por distintos autores de manera prefijada y que, por lo general, tuvieron su origen en la literatura clásica grecolatina. En algunos casos, con algunas pequeñas modificaciones.

El Diccionario de la Lengua española (DLE) lo define como:

Lugar común que la retórica antigua convirtió en fórmulas o clichés fijos y admitidos en esquemas formales o conceptuales de que se sirvieron los escritores con frecuencia.

Abordaremos algunos de los más significativos:

Amor post mortem (amor más allá de la muerte) le confiere al amor un carácter eterno. Refleja la idea de que el amor puede traspasar cualquier barrera, incluida la de la muerte. Un ejemplo en la literatura clásica lo encontramos en Propercio:

Illic quidquid ero, semper tua dicar imago:
traicit et fati litora magnus amor. (Carmina, Libro I, 19)

Allí, en cualquier caso, siempre dirán que mi alma es tuya:
Un gran amor cruza hasta los márgenes del hado.

Esta idea se repite en distintas épocas. Gustavo Adolfo Bécquer lo recrea en su poema Amor eterno:

Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.

¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.

Otro ejemplo maravilloso lo encontramos en el soneto de D. Francisco de Quevedo Amor constante más allá de la muerte:

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de esa otra parte en la ribera,
dejará la memoria en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado,
serán ceniza, más tendrá sentido,
polvo serán, más polvo enamorado.

El siguiente tópico que abordaremos es el Carpe diem. Es uno de los más conocidos y utilizados en todas las épocas, tanto en la literatura, como en el arte, la música o el cine. Este tópico nos insta a aprovechar cada momento como si fuera el último. Su origen se encuentra en el poeta latino Horacio:

Dum loquimur, fugerit invida
aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.

Mientras hablamos, huye el envidioso tiempo. Aprovecha el día, y no confíes lo más mínimo en el mañana.

(Horacio, Carmina I, 11, 7-8)

En lo sucesivo, autores de todas las épocas y estilos lo han incorporado en sus obras, como el poeta estadounidense Walt Whitman:

Aprovecha el día,
no dejes que termine sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber alimentado tus sueños […]

Juana de Ibarbourou, poetisa uruguaya, en su poema La hora nos invita a disfrutar del amor en la juventud antes de que nos llegue la muerte:

Tómame ahora que aún es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.

Tómame ahora que aún es sombría
esta taciturna cabellera mía.

Ahora que tengo la carne olorosa
y los ojos limpios y la piel de rosa.

Ahora que calza mi planta ligera
la sandalia viva de la primavera.

Ahora que mis labios repican la risa
como una campana sacudida a prisa.

Después..., ¡ah, yo sé
que ya nada de eso más tarde tendré!

Que entonces inútil será tu deseo,
como ofrenda puesta sobre un mausoleo.

¡Tómame ahora que aún es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!

Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.

Hoy, y no mañana. ¡Oh amante! ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?

Collige virgo rosas, proviene del poema De rosis nascentibus, atribuido tradicionalmente al poeta latino Ausonio. En él se aborda el tema de la fugacidad de la belleza y la juventud. Su significado está unido al tópico del carpe diem horaciano.

Collige, virgo, rosas
dum flos novus et nova pubes

Recoge, joven, las rosas,
mientras la flor está lozana y la juventud fresca.

Este tópico es utilizado en las sucesivas épocas que le siguieron. Sobre todo, en el Renacimiento y en el Barroco. En todos se identifica la fugacidad de la belleza de las rosas con la juventud de las jóvenes.

D. Luís de Góngora en su Soneto describe de manera preciosa esta identificación, sobre todo en los últimos versos:

Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido, el sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Descriptio puellae. Este tópico describe la belleza de la amada. Esta descripción suele ser en orden descendente. Primero, los cabellos; los ojos, los labios y el cuello. Un ejemplo lo encontramos en Lope de Vega:

No queda más lustroso y cristalino
por altas sierras el arroyo helado
ni está más negro el ébano labrado
ni más azul la flor del verde lino;

más rubio el oro que de Oriente vino,
ni más puro, lascivo y regalado
espira olor el ámbar estimado
ni está en la concha el carmesí más fino,

que frente, cejas, ojos y cabellos
aliento y boca de mi ninfa bella,
angélica figura en vista humana;

que puesto que ella se parece a ellos
vivos están allá, muertos sin ella,
cristal, ébano, lino, oro, ámbar, grana.

Más reciente, es el poema de Pablo Neruda, Bella:

Bella,
como en la piedra fresca
del manantial, el agua
abre un ancho relámpago de espuma,
así es la sonrisa en tu rostro,
bella.

Bella, de finas manos y delgados pies

como un caballito de plata,
andando, flor del mundo,
así te veo,
bella. […]

Los tópicos trascienden lo literario. Otras artes, como la pintura, consiguen trasladarnos estas ideas y esquemas de una manera mucho más visual. Por ejemplo, en el cuadro de John Waterhouse, Gather Ye Rosebuds While Ye May (1909) podemos ver reflejado el tópico Collige, virgo, rosas. La Descriptio Puellae en El nacimiento de Venus (1485-1486) de Botticelli. La fugacidad del tiempo (tempus fugit) o el carpe diem en La persistencia de la memoria (1931) de Salvador Dalí.

Como hemos visto, los tópicos aparecen en diversas épocas y autores como fórmulas más o menos fijas, que reflejan una idea o un concepto. A veces, nos instan a aprovechar el momento o a disfrutar de nuestra juventud. Todos ellos abordan cuestiones que con el paso del tiempo se han universalizado y pertenecen al acervo cultural.

El pasado no existe
El futuro es tan solo una ilusión
Lo único de verdad tangible es ese tiempo fugaz
que se desvanece con cada aliento
entre las sombras, como un fantasma,
que pasa raudo a nuestro lado y
que no siempre somos capaces de atesorar.