Entre la bruma de mi ser me pierdo, en laberintos de mi propia mente, buscando un camino que no encuentro, una salida que se oculta entre la niebla. Pero en ocasiones, un destello brilla, un pequeño detalle que me recuerda, quién soy en realidad, hacia dónde voy, y así me encuentro en medio del caos.

Sé que tú que me lees, o haz tenido la misma sensación, o viste en una persona cercana, lo que te transmito líneas arriba. Cada uno de nosotros encontramos diferentes formas, objetos, olores e incluso miradas, en la cual nos sumergimos, paramos el tiempo, para nadar en el inmenso mar de la nada, con el corazón a tope, porque estamos siendo el todo a velocidades incalculables, pero nos ancla de golpe de nuevo al instante inicial, reconfortados, con un claro significado de existencia y calma interior. Todo esto sucede en cuestión de segundos.

Particularmente, me encuentro al ver la danza de los árboles al son del viento, en la mirada misteriosa de mi gata Ramona, en el contraste de la ventana de mi habitación, que resalta el paisaje glorioso con el que me bendice la Tierra todos los días. Mi lugar favorito, es cuando contemplo al amor a través de la ventana, un amor presente, compatible y bondadoso. Afortunada sea la ocasión, en las que se busca en cada página de los libros, y estoy ahí para ser testigo de aquel encuentro. ¡Formidable paz!

Hasta ahora, pareciera que estos encuentros con uno mismo, fueran amorosos y apacibles, me disculpo amigo lector, sé que todo tiene un lado opuesto. Existen ocasiones, donde nos toca ver ese lado que no nos gusta, que nos causa incomodidad, pero si algo puedo asegurar, que son esos topetazos los más enriquecedores. La mayoría de las personas suelen evitarlos, quizás no sea a propósito, tal vez no quieren ver lo que en el fondo saben. La realidad, desde donde me encuentro yo, es el miedo o pereza de no hacerse cargo de aquella persona que convive con nosotros todos los días, que hace mantener las apariencias para evitar que salga gritando, empujando y rompiendo todo alrededor. Solo lograría una entrada al «tocar fondo».

La vista desde allí abajo no está mal, son procesos que tocan pasar, reconocer el motivo, para encontrar el punto clave que en el momento nos impulsará; y lo indico de esa forma ya que después, reconocemos otro patrón de la misma raíz, pero sigamos con lo que está sucediendo. La introspección es la mejor manera, el mirar hacia dentro es sanador, no todo está fuera. No somos lo que nos pasa, somos cómo reaccionamos ante ello. «Momento de paz y calma, en medio de la tormenta». Frase que me digo a mi misma al ver aquella luz de colores entre tanta oscuridad. Tal vez no hoy, tal vez no mañana, pero te la comparto por si en algún momento la asemejas.

En lo diminuto y sutil, en lo que pasa desapercibido, en lo que el ojo no ve, allí podemos encontrar un sentido. En la brisa que roza el rostro, en el canto del pajarito, en el aroma de una flor, se esconde un universo infinito. Así que no busques muy lejos, no desprecies lo que es pequeño, pues en esos detalles simples, está el tesoro más precioso y eterno, estamos cada uno de nosotros.