La deliciosa y activa localidad, a través de su museo cívico, propone una lección de la historia del arte italiano en el siglo pasado valiéndose de unas cincuenta obras ejemplares entre pinturas, dibujos y esculturas, cedidas por colecciones particulares. El objetivo es de lo más didáctico.

La selección se concentra en el período desde finales de los años 20 a los inicios de los años 60: una etapa que vivió profundas transformaciones en la sociedad italiana: en menos de cuatro décadas, acontecieron el fascismo, la Segunda Guerra Mundial, la resistencia, la reconstrucción y hasta el boom económico.

Ya en el ventenio fascista, el arte italiano refleja intensamente la autarquía cultural emanada por el régimen, o sea, la recuperación de los valores de la tradición y la consiguiente vuelta al orden, tras la revolución desarrollada por las vanguardias, representando fielmente la ideología política de aquella época. Aquel fenómeno, que obtiene su principal expresión el en grupo de ‘Novecento’ devendrá discutible por las propuestas de la Escuela Romana y del Clarismo Lombardo para ser más tarde superado definitivamente por el Realismo, por el Neocubismo y por lo Informal.

De hecho, en la inmediata posguerra, la cultura del país sentirá un potente deseo de renacer y de nivelarse con las trayectorias internacionales, demostrado por la formación de algunos de los grupos más activos en el panorama artístico italiano, como el Fronte Nuevo de las Artes y el Grupo de los Ocho. Pues bien, muchos de los más importantes protagonistas de los citados grupos y tendencias cuelgan a lo largo del recorrido expositivo en el Museo Villa Bassi Rathgeb. Tales como Massimo Campigli, Pietro Marussig, Mario Mafai, Renato Guttuso, Giuseppe Santomaso, Renato Birolli, Afro, Emilio Vedova, Piero Dorazio, Tancredi, Parmeggiani y tantos más. Cabe subrayar que muchas de las obras de estos grandes autores del Novecientos resultan acompañadas por una importante historia expositiva y bibliográfica, que registra sus participaciones en las Bienales venecianas y en las más importantes citas artísticas internacionales; historia a menudo reconstruida completamente gracias a la voluntad y competencia de sendos actuales propietarios.

Asimismo, por ello La Belleza del Siglo XX tiene el objetivo de enfocar un coleccionismo conocedor y culto, que resulta bajo la égida de una convencida y utópica determinación: la de reunir, ordenar y dar un sentido a la belleza en sus múltiples formas, contra la fragmentación, la dispersión y el desorden de las cosas del mundo.

Como explica uno de sus dos comisarios, Nicola Galvan: «Entre 1927 y 1964 para la pintura y la escultura italiana son años ‘grandes’. Esta fase histórica, definida por la fecha de las obras presentadas, ha visto surgir, afirmarse, así como confluir tal número de intenciones artísticas que sugieren a nuestra mirada la imagen paradójica de un tiempo, dilatando los propios confines con la intención de contenerlas todas. Motivo de esta multiplicidad expresiva han sido, ante todo, las numerosas convulsiones sociales, culturales, ideológicas que en aquel largo trentenio, trastornaron y cambiaron para siempre el curso de la historia italiana, cuyo eco resuena en el trabajo de los artistas, en muchas ocasiones comprometidos en ofrecer una concienzuda interpretación.../... Los años del recorrido expositivo son los siguientes al ocaso de las vanguardias históricas y que se sobreponen al brote de las nuevas en los años sesenta. Algunas de las obras presentadas no pueden dejar de provocar una reflexión crítica de las primeras, otras un anuncio de las segundas. Se trata de los años impactados por el segundo conflicto mundial: sus tragedias, así como sus herencias, son las componentes imprescindibles para leer en profundidad el trabajo de los artistas que las vivieron directamente».

Por su lado, la otra comisaria, Alesia Castellani, completa la presentación: «Todas las obras en esta ocasión pertenecen a colecciones privadas que, con atención, dedicación y pasión las fue escogiendo y reuniendo en el interior de sus colecciones personales.../... el coleccionista queda estimulado de una substancial aspiración al orden: a la fragmentación y dispersión hacia las que se dirigen las cosas de este mundo, y opone -como subraya Walter Benjamin- un microcosmos ordenado, en el que está vigente un nuevo orden histórico creado a propósito. Sin olvidar algunas obras procedentes de una colección privada paduana junto con los préstamos de dos importantes galerías privadas: la Cincuenta y Seis de Bolonia y Maco Arte de Padua. Gracias a la aportación común de todos los implicados, la mirada de un público más extenso puede apoyarse hoy día en las pinturas exhibidas en esta exposición».

La sede de la exposición: inaugurado en 2018, el Museo Villa Bassi Rathgeb es el Museo Cívico de Abano Terme, que se asienta en una Villa Véneta, edificada entre 1566 y 1576. Y siendo una típica villa véneta luce en la planta noble un rico ciclo de frescos de tema mitológico y bíblico, realizado entre los siglos XVI y XVII, mientras otros ambientes aún conservan refinados estucos polícromos añadidos en el curso del siglo XVIII. Tras numerosos cambios de propiedad, la villa fue adquirida por el Ayuntamiento de Abano Terme en 1979, para destinarla a la valiosa colección artística donada por el ilustre coleccionista bergamasco Roberto Bassi Rathgeb, cuyo nombre se ha perpetuado en el título del Museo. Y siguiendo el homenaje al generoso coleccionista inicial, la Villa Bassi Rathgeb refuerza su vocación con esta exposición formada por colecciones privadas.

Lo cierto es que, gracias al coleccionismo, ahora se puede disfrutar de una manifestación que desprende un merecido ahondamiento en un movido capítulo de la historia del arte italiana.