El 30 de julio de 2020 fue enviada a Marte, desde Cabo Cañaveral, la misión Perseverance que, tras recorrer 480 millones de kilómetros, llegó el 18 de febrero de 2021 al Cráter Jezero, el antiguo delta de un río, que desembocaba en un lago, donde se supone que se puede encontrar alguna evidencia de vida en el pasado.

En una iniciativa novedosa para involucrar a la población en las exploraciones espaciales, la NASA informó en mayo de 2019 que cualquiera podía enviar su nombre para que fuera depositado en el planeta rojo, estableciendo el 30 de septiembre de ese mismo año como fecha límite. Lo enviaron casi once millones de personas, entre ellos iban los de mi familia y el mío, grabados en un microchip de alrededor de 11 gramos de peso con un tamaño similar al de una moneda. Debido al éxito, han vuelto a abrir la inscripción para que en el nuevo viaje previsto para 2026 vayan otros millones de nombres.

Muchas leyendas de invasiones de malignos extraterrestres han tenido como protagonista a Marte. En 1898, H.G. Wells publicó la novela La guerra de los mundos, donde se cuenta la historia de una invasión marciana. Esta obra tuvo mucha influencia en posteriores publicaciones e incluso se llevó al cine con el mismo nombre.

Años más tarde, en 1938, merece un capítulo aparte la emisión de radio, en la que Orson Welles simuló la transmisión de la noticia de una invasión alienígena, desatando la histeria colectiva, pues a pesar de que se dijo varias veces que se trataba de un programa de ficción, gran parte de la población huyó despavorida a proveerse de víveres en los supermercados. Las carreteras de Nueva York y Nueva Jersey quedaron colapsadas en cuestión de horas y muchas personas llamaron a los periódicos y a las emisoras de radio, para informar el avistamiento de naves extraterrestres.

Este episodio fue un ejemplo del poder de influencia que comenzaban a tener los medios de comunicación. Posteriormente, la Guerra Fría, que duraría 40 años con los Estados Unidos enfrentados a la Unión Soviética tras la Segunda Guerra Mundial, fue un terreno apropiado para las películas de invasiones marcianas, en las que, según muchos autores, en realidad, se ocultaba el miedo de la sociedad americana a una invasión comunista. No hay que olvidar que fue una época especialmente tensa, ya que la URSS experimentaba con la bomba atómica en 1949, Mao Zedong llegó al poder ese mismo año y la guerra de Corea comenzó en 1950. Con algunos altibajos ese temor duró hasta 1991, el año en el que la URSS colapsó debido a las reformas que introdujo Mijaíl Gorbachov, al intentar liberalizar la economía y conceder mayores libertades políticas.

A pesar de la ingente cantidad de dinero invertido por ambos bloques en la carrera armamentística, afortunadamente no se pasó a una «guerra caliente». Al menos directamente, aunque proliferaron, lo que se ha dado en llamar guerras regionales, apoyadas en muchas ocasiones, por alguno de los dos bandos.

En 1951, se estrenó la película Ultimátum a la Tierra y en 1953, La guerra de los mundos e Invasores de Marte, también hubo otras de la misma temática en esa década y en otras posteriores, pero me voy a centrar en estas, ya que las considero más representativas. La primera nos dejó un mensaje positivo, un asunto que ya no se repetiría en las nuevas producciones. La cinta cuenta la historia de un extraterrestre de nombre Klaatu, quien llega a la Tierra en una nave espacial, acompañado por un robot llamado Gort, para prevenir a la humanidad sobre los peligros de la energía nuclear y para exhortar a los líderes mundiales para que trabajen juntos en paz y armonía. Sin embargo, la respuesta de los humanos a su llegada es hostil y cada vez más inamistosa por parte de los gobernantes. No continúo el relato para no desvelar el final de esta excelente película y por si hay algún lector que por cualquier extraña circunstancia todavía no la ha visto.

La guerra de los mundos está basada en la novela del mismo título de H. G. Wells, que fue considerada en el contexto de la época el máximo exponente del terror comunista, causando tanto impacto social, que varios autores la han comparado con la retransmisión radiofónica realizada por Orson Welles el día de Halloween de 1938 que, tal como he explicado, hizo creer a muchos norteamericanos que estaban siendo invadidos por marcianos. Recuerdo que, aparte de otros valores, me fascinó el color de la película, porque era un espectacular tecnicolor que poco a poco ha sido abandonado por la industria cinematográfica. Tal vez los colores no eran muy fieles a los verdaderos, pero a veces se olvida que el cine es una fábrica de sueños, pues para la realidad ya tenemos la vida y su muy a menudo desapacible devenir. Según la sinopsis de Filmaffinity:

Cerca de un pequeño pueblo de Estados Unidos cae algo que, a primera vista, parece ser un meteorito. Los vecinos acuden al sitio del acontecimiento y descubren un extraño objeto del que emerge una especie de ojo que empieza a disparar un rayo mortal. Es una nave marciana que, junto con otras muchas, ha llegado a la Tierra para conquistarla. La invasión está teniendo lugar simultáneamente en todo el planeta y ni siquiera la bomba atómica podrá detenerla, con lo cual la humanidad está perdida.

Invasores de Marte es otro clásico de la ciencia ficción, en el que podemos encontrar una segunda lectura sobre el peligro comunista, como era costumbre en ese tiempo, pues no olvidemos que se rodó en plena caza de brujas del tristemente famoso senador republicano Joseph McCarthy. No es tan espectacular como la Guerra de los mundos, pero es entretenida en su desarrollo, ya que los marcianos se van apoderando de la voluntad de la gente y será un niño el que irá convenciendo del peligro. Como suelen decir algunos críticos de cine, algo pedantes: «la película se deja ver».

¿Qué tendrá Marte que tanto nos fascina desde tiempos inmemoriales? Tal vez sea la similitud con la Tierra, su proximidad, las historias urdidas a su alrededor o las especulaciones de que albergaba vida inteligente hasta hace pocos años y que éramos observados por ellos, aunque también su color rojizo ha contribuido al interés. Existe un excelente canal en YouTube: «Crónicas marcianas» con el título de una célebre novela de Ray Bradbury, pero en esta ocasión, la Tierra, que está al borde del colapso, invade Marte. En ese canal, ahora encontramos noticias sobre los últimos descubrimientos de las misiones espaciales del rover Curiosity y del rover Perseverance de la NASA, que nos han iluminado un planeta diferente, pese a que se ha perdido el romanticismo se han abierto ventanas al conocimiento científico.

Supongo que, para algunas personas, el que mi nombre esté allí les parecerá una tontería y hasta es posible que tengan razón, pero me hace ilusión mirar algunas noches ese puntito rojo en la inmensidad y saber que ahí está, en ese mundo que de niño me aterrorizaba y que al verlo ahora en «directo» me recuerda a ciertas zonas del desierto de Tabernas, en mi querida Almería.

No hay señal ni se espera de aquellos marcianos malignos, que el tiempo ha hecho entrañables y que venían a exterminarnos, pero tengo la impresión de que en cualquier momento la NASA nos informará que se ha encontrado vida microbiana en el planeta hermano y entonces, nuestros vecinos extraterrestres serán muy diferentes a los que ocuparon mis pesadillas en la niñez.

Quizás es por la soledad que se vislumbra en su geografía, o por su cielo anaranjado y mortecino, pero a mí, me da un poquito de pena. ¡Es tan descorazonador y real Marte ahora!