Si deseamos aportar a un mejor estado de conciencia es fundamental evitar las descalificaciones. A veces, estamos muy identificados con nuestros puntos de vista: nos enojamos con quienes no coinciden con los mismos.

El mundo se enfrenta a todo tipo de conflictos, algunos, que en su contexto parecen ser más sencillos de solucionar por la vía del diálogo y de acuerdos negociados, y otros, cuando se trata de organizaciones que priorizan la violencia, la muerte, el terror, en que han de enfrentarse de modos diversos. Estas últimas al priorizar las emociones primarias, la muerte en lugar de la vida, los dogmas en lugar de la razón, los valores humanistas y éticos presentan la necesidad de tener claridad respecto a cómo neutralizar sus acciones.

Estamos en deuda, en cuanto Humanidad en su conjunto, con la cordura, con el «sentido común», con el priorizar el «Bien Común» de la ciudadanía planetaria. Las diversas Organizaciones de terror suelen tener superadas muchas veces las capacidades de mantener la seguridad, en estado de derecho en muchos lugares del planeta.

El esfuerzo dialogante es encontrar puntos de cercanía y coincidencias a fin de sostener la «mejor onda posible» en nuestro entorno y no perder el sentido práctico respecto a las organizaciones criminales de terror, cualquiera sea lo que las inspira. Todo ello forma parte del desenvolvimiento de nuestra conciencia.

La necesidad de un organismo especializado en paz y derechos humanos

Algunos se conforman con la labor que hace la ONU. Podríamos decir que es un conjunto de funciones necesarias, pero no suficientes. Ciertas funciones necesarias las logra ejecutar de manera aceptable. Pero suele no cumplirse lo más importante: existen demasiados conflictos que se tratan de «superar» en base a la violencia. no nos podemos conformar con la ONU: no es suficientemente adecuada a las actuales necesidades planetarias.

El hecho de ser un organismo que depende de las ideologías de turno de los gobiernos que la componen los lleva a ser incapaces de cumplir su función fundamental: ser artífice activo de la paz, de los derechos humanos sin dobles estándares. Ser un organismo que, desde los valores humanistas y éticos, tenga claridad de que, con organizaciones criminales crueles sin mayores límites, como lo es Hamás, (y otras similares con diverso tipo de objetivos), no se puede dialogar ni negociar: que será necesario descubrir que «estrategias inteligentes» utilizar a fin de neutralizar sus modos de operar, del mejor modo posible.

Es un tema de quienes conocen al respecto. Yo no sabría cómo hacerlo, dado que no tengo especialidad en conocimientos de nivel relacionados con seguridad, con aspectos vinculados a la psiquiatría, sociología, psicología y similares, o a lo ético como una materia aplicable en lo social cuando estamos refiriéndonos a aspectos que parecieran ser casi patológicos. Sin embargo, no tengo duda que es necesario poder actuar como planeta «civilizado» respecto a este tipo de situaciones. Y más vale temprano que tarde. Sin «dobles estándares» y con la decisión apropiada.

De lo anterior surge la necesidad de contar con un Organismo Internacional con autonomía y amplios poderes, (y también con protocolos adecuados para controlar aspectos que se requieran de su acción), que haga respetar los Derechos Humanos en «su esencia», que intervenga con libertad y eficiencia en los diversos conflictos a fin de que no estallen de manera violenta.

Un organismo que no dependa de las autoridades cambiantes de los diversos países, que funcione centrado en valores humanistas, éticos, y al mismo tiempo con la debida decisión tanto para ayudar a tomar acuerdos pacíficos en los diversos conflictos antes de que haya violencia, y también en evitar oportunamente acciones de terror de parte de aquellas organizaciones terroristas.

Hemos estado consternados con el actuar de la organización Hamás que gobierna la zona de Gaza en Palestina, al agredir de manera inaceptable y cruel a población desarmada en Israel: asesinatos a mansalva, descuartizamiento de cadáveres con bailes de jolgorio alrededor de los mismos, disparos sobre personas que asistían a un festival por la paz entre israelíes y árabes palestinos en el sur de Israel con más de 200 bajas de personas que allí asistían, secuestros de personas que aún lo están, entre otras acciones escalofriantes.

No faltan quienes han criticado fuertemente la respuesta que en defensa de sus ciudadanos ha dado Israel en Gaza, calificándola de «desproporcionada» y hasta de «genocidio». Sin embargo, nadie, que yo sepa, ha señalado cómo tendría que actuarse en la práctica ante una organización que incluso utiliza a los habitantes gazatís como carne de cañón, obligándolos a permanecer en lugares como plataformas de lanzamiento de misiles, hospitales, mezquitas, a pesar de los avisos que horas previas entregan las Fuerzas de Defensa de Israel a fin de que se despejen esas áreas. Para Hamás esas muertes son «publicidad» de lo «crueles» que son sus enemigos.

Es conveniente conocer la Carta Orgánica de Hamás a fin de darnos cuenta de sus fundamentos y pretensiones. Como el documento es extenso, puede leerse las partes marcadas en «negritas» para sacar una idea acerca de los fines esenciales de esta organización.

Consultando a algunos expertos en Derechos Humanos: ¿Qué le recomendarían que haga Israel para neutralizar a Hamás, para que dejara de seguir agrediendo a la población israelí de manera que no se califique su accionar como «desproporcionada» ni menos aún como «genocidio»?

Simplemente no hay respuesta para ello. Yo tampoco la tengo, ya que no soy conocedor de este tipo de situaciones. Sin embargo, en las actuales circunstancias pienso que Israel con lo que ha sucedido no podría hacer «como que no pasó nada» y seguir con Hamás ocupando Gaza sin tomar medida defensiva alguna.

Lo ideal a mi entender sería que no dependa de la «reacción defensiva del país agredido» y existiese un organismo especializado en intervenir aspectos vinculados a Derechos Humanos y a solución de conflictos. Para ello ha de existir una visión valórica humanista y ética que permita constituir un Organismo Internacional sin dobles estándares, sin intereses espurios de grupos, credos, personas o cualquier otro «norte», que no sea el respeto a la inclusión en la diversidad.

Parece muy «teórico», sin embargo, parece la única alternativa posible para ir generando un mundo mejor y sustentable para nuestro planeta. Pareciera que hay que elegir entre aprender a vivir en paz como conjunto planetario, como una civilización que entrega las bases de bienestar de todo tipo para que cada quien tenga su sentido existencial según su vocación de vida, o sucumbir ante la barbarie y abandonar nuestra condición humana.

Me he estado refiriendo al conflicto reciente de Hamás con Israel, por haber acaparado la atención de los medios y tenerlo más «fresco». Sin embargo, existe paralelamente gran cantidad de conflictos de todo tipo en este mundo, algunos con muchas más víctimas humanas que el de árabes con Israel. A veces ni se conocen, ya que suele ser poco frecuente la información acerca de los mismos: Afganistán, Yemen, Rusia/Ucrania, Siria, Lagos de África, conflictos en el Sahel, y tantos otros, con millones de desplazados, que no aparecen en las estadísticas como «refugiados», gran cantidad de fallecidos, heridos, dolores de todo tipo.

La idea del presente análisis reflexivo no es hacer comparaciones. Tratemos de ser ecuánimes para señalar que, como seres humanos en este planeta hemos de comenzar a suprimir este tipo de conductas violentas para la superación de este tipo de conflictos.

El sólo hecho de que en la ONU se haya elegido en abril de 2022 a Irán como presidente de una Comisión de Derecho Humanos de la mujer, ya es muy preocupante. Aun cuando tiempo después se haya «eliminado» o modificado esa elección muestra por sí misma a lo que la ONU puede llegar, porque de hecho ha llegado a actuar con dobles estándares, incluso en el conflicto al que puntualmente nos estamos refiriendo.

El esfuerzo por tratar de ser ecuánimes es muy necesario. Más esa ecuanimidad comienza, a mi entender, con saber que no tengo la última palabra, que no soy dueño de «la verdad». De allí la necesidad de ser inclusivo, de aprender a escuchar a tratar de empatizar, a no descalificar a quien tiene visiones diferentes a las mías. Es un esfuerzo.

Sin embargo, tampoco podemos claudicar ante las organizaciones de terror que siembran la violencia. Hemos de saber reconocer que la «semilla del mal» que hemos conocido en la historia de los últimos miles de años, incluyendo la barbarie nazi, sigue vigente en algunos corazones y mentes del denominado «ser humano», que a veces denomino junto a algunos escritores «bípedos terrestres».

Es una elección de la cual no parece que podamos escaparnos. No hacer nada o seguir con dobles estándares recurriendo a la ética que esas organizaciones de terror no tienen, es también una elección: es elegir el fin de nuestra esencia ética, de nuestra condición humana.

Necesitamos alimentar un nuevo paradigma. Hacia allá ha de encaminarse nuestra elección como planeta: los «opuestos» en procesos de inclusión y respeto en su diversidad. De allí surge la necesidad antes mencionada, de contar con un Organismo Internacional independiente, con poderes adecuados de acción, sin dobles estándares respecto a valores éticos y humanistas que tenga todos los medios para intervenir directamente en los diversos conflictos tratando de evitar que estalle la violencia. Más también interviniendo activamente, incluso con armamento si fuese necesario, a fin de evitar situaciones de ataques de terror como los efectuados por Hamás y/o el de otras organizaciones parecidas.

Ningún país por sí mismo tendría que verse obligado a intervenir directamente para defenderse, lo que, como es el caso de Israel en estos momentos, siempre implicará riesgos de todo tipo que ojalá se eviten. Ese debería ser un gran logro de la ONU: dar un paso al lado, para delegar la aplicación práctica de los principios fundamentales que evitan la violencia por parte de un Organismos no ideologizados en «intereses espurios» que puede hacerlo apto para intervenir como sea necesario para que no sea la violencia ni la crueldad la que se use en los diversos conflictos.