En este mundo globalizado es muy común que una empresa multinacional eche la culpa a una división o negocio de su grupo de la debacle que sufre en los números. Es lo que está haciendo Siemens Energy, la spin off del grupo alemán, con su división eólica, fruto de la absorción de Siemens Wind Power sobre Gamesa en 2016. La empresa multinacional con sede en Alemania culpa a su subsidiaria de las pérdidas y, sobre todo, parece apuntar, según ellos, a la parte española del conglomerado de equipos de generación eólica.

En otro ámbito completamente distinto, el gobierno de emergencia de Israel culpa a Hamás de la masacre que está ocurriendo en Gaza. Es ese gobierno el que está cometiendo crímenes de lesa humanidad en la región invadida y culpa a los terroristas de las muertes provocadas por su ejército. Unos terroristas que actuaron de manera infame contra población civil y que tomaron rehenes no son los culpables de las atrocidades del gobierno invasor que mata como represalia más que como protección de su población, como aducen. Cada uno es culpable de lo que le toca.

Los manifestantes frente a la sede del PSOE en Madrid comparten un interés común: estar contra el gobierno socialista. Pero no todos lo comparten de la misma manera. Todos están alentados por la derecha española, pero algunos son manifestantes pacíficos que se posicionan contra la amnistía, otros son pacíficos que se posicionan contra todas las decisiones del gobierno socialista y hay otros que son violentos y se posicionan directamente en contra de la democracia y a favor de consignas franquistas y de ultraderecha. Todos conviven en un espacio reducido y en el tiempo, más de una semana manifestándose unos y otros frente a la sede de un partido político. Cada uno es responsable de sus actos, pero como conjunto son culpables del lento debilitamiento de la democracia, porque, aunque el primer grupo descrito es completamente inofensivo, al asimilarse con el segundo y el tercero hacen que la oposición sea contra la democracia como forma de elegir a los representantes. El conjunto es culpable de deslegitimizar lo que se votó en las urnas. Cada uno es responsable de lo que hace y culpable de lo que otorga a los demás, cuando están confundidos en un grupo heterogéneo.

Vivimos un mundo convulso y cada vez más complejo. Todos somos responsables del cambio climático, de una u otra manera, en mayor o menor medida, pero nadie es culpable del todo porque no tenemos poder para ejecutar los cambios necesarios o quizá todos somos culpables por no elegir a los representantes que logren hacer ese cambio efectivo. Es un desafío que tenemos delante y parece que estamos perdiendo la partida cuando las energías renovables tienen problemas para subsistir, cuando las guerras están cada vez más cerca y cuando al invasor se lo protege y se le deja hacer. Parece que hemos perdido la partida cuando la única forma de hacer oposición es tumbando al contrario sea como sea, volviendo a reivindicar consignas antidemocráticas y mintiendo sin que nadie diga que eso es mentira.

El Estado de derecho es la base sobre la que se mueven las sociedades adultas; es el respeto a las minorías y a los que no piensan igual, es el derecho a defender lo que es nuestro sin apropiarnos de lo que es de los demás y es la libertad de opinar sin faltar el respeto a los demás. Eso es lo moral, lo humano, lo natural.

Y parece que cada vez somos menos humanos, morales y naturales. Somos todos culpables y es nuestra responsabilidad lo que está pasando, porque no nos defendemos de los que lo hacen y no atacamos lo que está mal. Está mal que alguien grite en una plaza contra los homosexuales, está mal que un país invada a otro y está mal que se culpe a una parte de una empresa de lo mal que lo han hecho muchos y no solo esos a los que señalan.

Hasta que no entendamos qué es la responsabilidad, no podremos culpar.