La Cinemateca de Portugal ofrecerá desde febrero la mayor retrospectiva de la obra del director chileno Raúl Ruiz y en la inauguración estarán las principales responsables de la preservación y rescate de su obra: Valeria Sarmiento, su viuda, cineasta y albacea de su legado, y la actriz y productora Chamila Rodríguez.

Sin duda uno de los filmes que atraerá a los espectadores portugueses es El realismo socialista, la película que Ruiz filmó en Chile entre 1972 y 1973 y que no alcanzó a estrenar antes del golpe de Estado. Estuvo desaparecida hasta que Valeria y Chamila emprendieron la investigación que derivó en la búsqueda de trozos de la cinta, su restauración, digitalización y montaje en un proceso que abarcó siete años.

Valeria Sarmiento fue la directora de esta restaurada versión, presentada por primera vez el 23 de septiembre del año pasado en el 71 Festival de San Sebastián. El 29 del mismo mes, la película de 80 minutos fue exhibida en la explanada del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Santiago, como parte de los actos conmemorativos del 50 aniversario del cruento derrocamiento del gobierno de Salvador Allende.

El realismo socialista fue parte asimismo de una retrospectiva de la obra de Ruiz en el Film Museum de Viena y desde entonces ha emprendido una gira mundial por diversos festivales, en un recorrido que tendrá uno de sus hitos fundamentales en Lisboa. La Cinemateca de Portugal exhibirá un centenar de películas del director chileno en unas 80 sesiones, durante febrero, marzo y septiembre de este año.

Nacido en Puerto Montt en 1941 y fallecido en París en agosto de 2011, Ruiz se exilió con Valeria en Francia en 1974 y desde 1980 hizo varias de sus creaciones en Portugal, convirtiéndose en el director extranjero que más filmó en ese país. Al momento de su muerte estaba trabajando en Las líneas de Wellington, una película histórica, que fue finalizada por Valeria Sarmiento, en un homenaje póstumo de los portugueses y de destacados actores al gran cineasta.

Ruiz y Sarmiento se casaron en 1969. Esta sociedad conyugal fue también artística. Ella, que filmaba sus propias películas, fue también montajista de varios filmes de Raúl. Tras su muerte, además de finalizar Las líneas de Wellington, dio también las puntadas finales a otras dos películas inconclusas de su compañero: La telenovela errante (2017) y El tango del viudo y su espejo deformante (2020).

Con El realismo socialista se completa lo que se ha dado en llamar la trilogía Ruiz-Sarmiento, que tiene también como gestora fundamental a Chamila Rodríguez, actriz nacida en Londres en 1975 durante el exilio de sus padres, que trabajó con Ruiz en una película y en dos series para la televisión y con Valeria en otras cuatro producciones. Es además directora de Poetastros, la productora de La telenovela errante, El tango del viudo y su espejo deformante y El realismo socialista.

Fue el año 2019 que Chamila y el cineasta Galut Alarcón, también de Poetastros, se encontraron con material de imagen y sonido sin editar de El realismo socialista en dependencias de la Universidad de Duke y en el Royal Film Archive de Bélgica.

«Mucho del material estaba en malas condiciones, la violencia de su cronología está graficada en cada uno de sus fotogramas rayados y lacerados, también en su carácter desmembrado, producto que no fue terminado su montaje en 1973, y que después de la intervención de los militares, fue un material prófugo, que recorrió miles de kilómetros cruzando océanos para su salvaguarda», señaló Rodríguez en una entrevista con la radio de la Universidad de Chile.

«Esto implicaba un trabajo de mucho cuidado para realizar el rescate y repatriación del material. Fue necesario un escaneo de alto rango dinámico, lo cual fue realizado en los laboratorios de Metropolis Post en la ciudad de Nueva York y en la propia Royal Cinematek de Bélgica. Posteriormente con el apoyo de Cineric de Portugal en Lisboa, se realizó la restauración del material seleccionado bajo la dirección de Galut Alarcón, para velar por todos los procesos, y una vez armadas las secuencias finales se terminó el proceso de postproducción de imagen y sonido en Chile bajo la dirección de Valeria Sarmiento», relató.

La película se iba a llamar originalmente Realismo socialista como una de las bellas artes, título sugerido a Ruiz por el poeta Waldo Rojas, su amigo desde 1961 con quien compartió el exilio en Francia y que actuó en este film y en otros tres del realizador chileno. El nombre era a la vez irónico y propositivo. En los años de la Unidad Popular en Chile había un fuerte debate sobre el papel de la cultura y los intelectuales en el proyecto de transición al socialismo del gobierno de Salvador Allende.

El realismo socialista remitía a las rígidas normas impuestas a los creadores por Stalin desde 1934, que abominaban de lo abstracto y canalizaban un arte «de clase, proletario», que derivaba en propaganda del régimen y del líder, prohibiendo y castigando «las desviaciones burguesas».

«Lo de realismo socialista aparece como una ironía negativa respecto del socialismo, antiestalinista por supuesto, pero en su origen era una ironía militante», me comenta Waldo Rojas, aludiendo a uno de los rasgos más característicos de la filmografía de Ruiz.

«Hay un factor de lectura que tiene que ver con el tiempo que pasa y con la historia. Lo que se puede haber dicho irónicamente, con un sentido del humor, de pronto adquiere otro carácter, otra lectura. Es lo que pasó con esta película. En un comienzo es humorística, en cierto modo crítica, pero pasado el tiempo, visto todo lo que sucedió, la memoria de aquello es perturbada por el presente, alterada en su sentido. Hay que poner El realismo socialista en su fecha, en su momento, porque Raúl hizo la película como un crítico de lo que se venía, de lo que veía venir y que sucedió», agrega, aludiendo al golpe de septiembre de 1973.

Los obreros y el pueblo son los protagonistas fundamentales de esta cinta, que gira en torno a la organización de los trabajadores de una fábrica abandonada por los patrones y sus demandas de que el gobierno la expropie para que ellos la dirijan. Claro que en este empeño no todos los proletarios piensan igual, y hay uno que comienza a apropiarse de herramientas y las lleva a su casa bajo el argumento de que «ahora la fábrica es de todos».

Además de los trabajadores están los militantes intelectuales que planean desarrollar una acción cultural para ganar adherentes a la Unidad Popular, con la meta de convertir a cada obrero en un poeta. Pero ellos encarnan en sí mismos las vacilaciones del proceso y cargan una mala conciencia en la que se enrostran su mutua condición de pequeños burgueses.

Pieza fundamental en los orígenes la cinematografía de Raúl Ruiz, El realismo socialista resistió bien estos 50 años de desaparición y mantiene la frescura de un creador que enriquecía sus propuestas dejando espacios a una «incertidumbre creativa» que él manejaba, según Rojas. Más que una sátira, la película tiene su fortaleza en la «ironía militante» del cineasta.

«Prefiero registrar antes que mistificar el proceso chileno», dijo Ruiz en una entrevista en octubre de 1972. Es una premisa clave para asumir en todo su significado esta película, por donde transitan contradicciones y esperanzas que acompañaron el frustrado sueño de un proceso de cambios revolucionarios en democracia.