El estadista debe analizar y configurar un conjunto de presiones ambiguas y casi siempre conflictivas en una dirección coherente y con propósito.

(Henry Kissinger)

Idealista en la construcción de su pensamiento, realista en la ejecución de sus acciones, Henry Alfred Kissinger estuvo guiado por una diplomacia pragmática y las consecuencias finales de una guerra nuclear entre las potencias. Su idealismo se formó en base a su lectura de Immanuel Kant (Ferguson, 2015), su comprensión de los ideales wilsonianos -paz, estabilidad, progreso y libertad- (Kissinger, 2017), y su realismo por la historia europea del siglo XIX, de la crisis derivada de las guerras napoleónicas (1803-1815), y la necesidad de estabilidad a través del equilibrio entre las potencias; lo que permitió a Klemens von Metternich y Lord Castlereagh estabilizar Europa a través de la negociación (Kissinger, 1964). Un equilibrio que duró un siglo hasta la Gran Guerra, la humillación de los alemanes con el Tratado de Versalles, el posterior ascenso del nazismo y sus consecuencias finales.

Kissinger como Metternich sabía que la paz proviene de un equilibrio, no de la imposición unilateral y absoluta sobre los vencidos, por lo que fue preferible un orden defectuoso a la revolución y el caos. Debido a que la paz perpetua no era posible, solo la estabilidad a través de la negociación (Gewen, 2020) representaba una opción realista para las potencias.

Hoy, no solo el orden es defectuoso y complejo, sino que el orden heredero del equilibrio de Westfalia está completamente amenazado (Kissinger, 2016) por las radicalizaciones de múltiples versiones iliberales de orden global. Es más, la ausencia de realistas y estadistas como Kissinger ha permitido que los idealistas intenten aplicar sus fórmulas ad omnes, arrinconando a sus adversarios desde una paz indigna, que ahora incuba respuestas más violentas desde Corea del Norte, Irán y Rusia.

Debido a que el estadista, el líder y el realista confluyen en quienes han cambiado la historia, para Kissinger la política estadounidense no tenía por qué estar limitada a un espíritu idealista que era en sí una debilidad hacía deseos y no intereses de Estado (Wagner, 2020). El poder mundial debía ser gestionado correctamente, porque las consecuencias de no hacerlo destruirían tanto la democracia como la libertad en un entorno real.

Fue por ello, por lo que Kissinger defendió los intereses occidentales con el acercamiento a la China maoísta y en alejamiento de los nacionalistas chinos de Chiang Kai-shek, quebrando un posible acercamiento entre Nikita Jrushchov y Mao Zedong a través de la diplomacia del ping pong y las negociaciones con Zhou Enlai (Kissinger, 1979) hace ya, cinco décadas.

En el contexto de la Guerra Fría, se estableció un marco de destrucción mutua asegurada, por lo que las medidas para evitar tal escenario tuvieron que ser pragmáticas y realistas. Kissinger fue entonces un estratega que miró la Gran Historia de eventos, fue un internacionalista de la gran política no la micropolítica de los pequeños sucesos que limitan la comprensión de los peligros reales en el largo plazo. Así, Kissinger buscó reconciliar lo que se cree justo con lo que es posible.

De esta manera, Kissinger consideró el peligro de un segundo Castro en Latinoamérica, razón por la que el Chile de Allende fue intervenido para crear las condiciones (Wagner, 2020) que llevaron al ascenso de Pinochet en 1973. Haber permitido un nuevo Castro en la región no solo hubiera desplegado mayor influencia de los soviéticos en toda Latinoamérica, sino que habría supuesto un peligro existencial para Estados Unidos y Occidente; debido a que Allende se comprometió de manera clandestina a entrenar organizaciones latinoamericanas por medio de la lucha armada (Kissinger, 1979). Por lo que, era esperable que Kissinger actuara como estadista para frenar la amenaza soviética desde Chile.

En lectura realista, no hay inocentes entre los grandes poderes, todos actúan para maximizar poder y recursos. Por ello Kissinger, como filósofo de las relaciones internacionales, actuó en consecuencia al contexto de su momento, que es, imposible de criticar bajo la corrección política postmoderna de Occidente. Los herederos occidentales actúan y olvidan muchas veces, que la seguridad que tienen en sus países reposa sobre un delicado balance de poder que requiere de alianzas, compromisos, negociaciones, y capacidad disuasoria militar.

Es así, que Kissinger negoció en todo momento, con Anwar el-Sadat, con Le Duc Tho, con Golda Meir, con Zhou Enlai; fue el emisario del smart power que, al buscar desde el diálogo diplomático las bases de la paz, puso también los enclaves de contención y disuasión que le permitieron alcanzar metas tan significativas, como el Tratado SALT I en 1972, los Acuerdos de Paz de París en 1973, y los Acuerdos de Camp David en 1978 para la paz en Medio Oriente, entre otras muchas negociaciones (Sebenius, 2018) que condujeron a un mundo menos armado, más estable y con mayor equilibrio entre las potencias.

Puesto que la tarea de la diplomacia es reducir las tensiones y pulsiones que deriven en una escalada bélica a través del diálogo y la negociación, un escenario adverso requiere la disuasión militar, realismo. Sin emotividad, cualidad que Kissinger manejo como ningún otro.

Sin embargo, esa es la cualidad trágica del estadista, del líder y del realista que, al buscar defender su visión del futuro y de los resultados macropolíticos, es incapaz de comunicarlo a sus semejantes (Kissinger, 1964), a los herederos de la historia que piensan en los segmentos y breves capítulos de su momento y contexto; a partir del cual juzgan injustamente a quienes evitaron desastres totales por decisiones que no podían ser ejecutadas de otra manera.

Para Kissinger, las ideologías eran instrumentos que no debían ser factores clave en la decisión de la política exterior, eran el sistema anárquico, la naturaleza humana, la geografía y la historia (Gewen, 2020) los factores que establecían los patrones de influencia en la toma de decisiones. Esto es, comprender el condicionamiento externo, saliendo del idealismo que quiere cambiar cosas sin entender las múltiples restricciones que el individuo y el colectivo tienen.

En el presente, una lectura realista de los conflictos explicaría que la crisis y la Guerra Civil siria en la década de los 2010 tuvo tres Estados alentando dos posiciones enfrentadas; por un lado, Rusia apoyando a Bashar al-Asad y por el otro Estados Unidos y Arabia Saudí1 apoyando a los rebeldes sirios, poniendo el primero el entrenamiento con rifles AK-47 mientras el segundo el financiamiento. Escenario similar en la Guerra de Ucrania, en la que Estados Unidos y la UE financian y enfrentan un peligro contra occidental, Rusia; a partir de un error inicial e idealista, la expansión de la OTAN hacia el este.

Debido a una lectura idealista e imposible de llevar adelante en la política global, así como la ausencia de líderes que estén dispuestos a ir más allá de las circunstancias que heredaron y que estén dispuestos a llevar a sus sociedades de donde están a donde no han estado (Kissinger, 2023; Lord, 2019) como: Charles de Gaulle, Konrad Adenauer, Lee Kuan Yew, Margaret Thatcher y Richard Nixon, es que el mundo sufre las prescripciones de aplicación moral por líderes débiles hacia potencias que están en las antípodas del modelo civilizatorio occidental y con las que no se puede alcanzar la paz únicamente por medios diplomáticos2.

Fuera de Occidente, los históricos enemigos de la libertad humana, como Fidel Castro, Hugo Chávez, Idi Amin, Kim Jong-il, Muamar el Gadafi, Pol Pot, y Saddam Hussein, fusilaron, reprimieron y torturaron mediante sus aparatos de seguridad, porque su objetivo era el ejercicio del poder de manera vitalicia. En ellos no existió ninguna voluntad de escuchar o entender otras formas alternativas.

El «yo», «mi», «mío» se impuso en todos los casos al «tú», «tu» y «tuyo», así como se impuso el deseo de erradicar al otro en lugar de comprenderlo; los antioccidentales consideraron que la verdad absoluta los impregnaba, consideraron que eran un destino, de ninguna manera tiranos culpables. Por esto, concentrar la verdad y la voluntad del pueblo les enseñó a controlar el mensaje, las riquezas, la verdad y eliminar todo rastro de disidencia, como en Cuba.

Esto lo sabía Kissinger, sabía que los enemigos de Occidente y de Estados Unidos usarían la infiltración, la guerra y el engaño -medidas activas- para alcanzar sus objetivos; ya que aquellos dictadores proyectaban su verdadera naturaleza por medio de sus Estados, y debido a ello el pensamiento de Kissinger tuvo que ser realista en los medios, comprendiendo la disputa política, entre lo deseado y lo inevitable (Kissinger, 2023).

Ante un mundo post-americano, donde Estados Unidos domina, pero no es preminente, la diplomacia de Kissinger y los grandes éxitos en la Guerra Fría para minimizar la efectividad de los enemigos estadounidenses dejando una relación más estable (Lord, 2019), requirieron de diálogo, paciencia, persistencia y comprensión del adversario de manera audaz. Nuestros tiempos no alientan estas virtudes, ya que las tecnologías han limitado el marco de entendimiento con sus cámaras de resonancia, su velocidad en la búsqueda incesante de estímulos, sus micro conflictos permanentes y el corte constante de la continuidad y la persistencia en procesos que requieren tiempo.

En las lecciones del Kissinger realista, la diplomacia no se ejerce solo con los amigos liberales de Occidente, sino con sus enemigos, se interactúa con los bloques duros para limitar su capacidad de influencia. Hoy estos bloques están conformados por radicales, fundamentalistas, ultraconservadores y antioccidentales que desprecian el valor de la diplomacia, que es esencialmente: flexibilidad, compromiso y cesión de posiciones.

Kissinger en los años de madurez plena fue un neorrealista más próximo a la cooperación y a la estabilidad, los tiempos habían cambiado de aquella Guerra Fría que mantuvo al mundo al borde de la destrucción mutua asegurada. Hoy en un mundo multipolar, la estabilidad significa mantener la paz con China y no provocar potencias nucleares como Rusia hasta un punto donde se sientan atrincheradas y humilladas. Kissinger sabia esto, por ello su diplomacia superó sus decisiones de intervención directa, fue el diplomático más importante, el negociador más efectivo y un incansable estadista que defendió Estados Unidos como un ideal hasta el final de su vida.

Así, en sus últimos años, Kissinger exigió diplomacia y pragmatismo entorno a los grandes conflictos de nuestro tiempo. Al igual que, la necesidad de la reconstrucción de un balance de poder que evite conflictos potenciales en el mar de China meridional y entre la OTAN y Rusia.

Finalmente, al igual que los grandes estadistas, como Thomas Jefferson y Franklin Roosevelt, para Kissinger, fue la negociación en innumerables horas con aliados y enemigos, la que permitió llegar a acuerdos y resolver puntos de conflicto globales. Siendo así que, el legado perdurable de Henry Kissinger para la diplomacia mundial es la paz conseguida entre las potencias nucleares, enseñándonos que: «La meta de nuestra era debe ser lograr el equilibrio sujetando a los mastines de la guerra». Y que: «Un gran liderazgo es el resultado de la colisión entre lo intangible y lo maleable, de lo que viene dado y de lo que se ejerce» (Kissinger, 2016; 2023).

Notas

1 El apoyo de la Arabia Saudí de Salmán bin Abdulaziz y la relación entre su servicio de inteligencia con el estadounidense pasaron momentos históricos como el apoyo económico a los muyahidines contra los soviéticos y el posicionamiento de Arabia como enemigo de Irán, lo que permite acciones directas de Estados Unidos en Medio Oriente; limitando a su vez, la condena estadounidense ante hechos emblemáticos como el asesinado de Jamal Khashoggi en 2018 o el claro apoyo saudí al wahabismo sunita.
2 En una lectura realista de la seguridad de un hegemon, las operaciones de influencia electoral no solo son normales, sino que se espera que los hegemones (e.g., Estados Unidos y Rusia) sigan haciéndolo como históricamente lo han realizado. Las fake news no son muy diferentes de los artículos de información falsa en periódicos y publicidad engañosa por correos usados en el siglo pasado. La intención de influir e intervenir tampoco es exclusiva de Estados Unidos, los soviéticos intervinieron en: Afganistán, Alemania Oriental, Angola, Bulgaria, Checoslovaquia, Chile, Cuba, Etiopía, Hungría, Mozambique, Nicaragua, Polonia y Rumania. Porque se trata de intereses de Estado. La tecnología cambia, pero los intereses de Estado, no.

Bibliografía

Gewen, B. (2020). The Inevitability of Tragedy. Henry Kissinger and his world. W. W. Norton & Company, Inc.
Ferguson, N. (2015). Kissinger: 1923-1968. The Idealist. Penguin Press.
Kissinger, H. A. (1964). A World Restored. The Universal Library/Grosset & Dunlap.
Kissinger, H. A. (1979). Mis Memorias. Editorial Atlántida, S.A.
Kissinger, H. A. (2016). Orden Mundial. Debate.
Kissinger, H. A. (2017). Diplomacia. Fondo de Cultura Económica.
Kissinger, H. A. (2023). Liderazgo. Seis estudios sobre estrategia mundial. Debate.
Lord, W. (2019). Kissinger on Kissinger. Reflections on diplomacy, grand strategy, and leadership. All Points Books.
Sebenius, J. K. (2018). Kissinger the negotiator. Lessons from dealmaking at the highest level. HarperCollins.
Wagner, A. R. (2020). Henry Kissinger. Pragmatic statesman in hostile times. Routledge.