Hace algún tiempo leí ese maravilloso libro Fine Lines el cual presenta un análisis más o menos exhaustivo de la obra científica de Vladimir Nabokov (1899-1977). Dicho libro valora las contribuciones científicas del reconocido escritor, por mucho tiempo ignoradas, a pesar de su pertinencia y gran valor científico. Aguzados investigadores han comprobado cómo Nabokov, meticuloso entomólogo, ha contribuido a la biología evolutiva y a la sistemática, reivindicando sus acertadas hipótesis.

Entrevistado por el periodista y activista ambiental Robert Hamilton Boyle Jr. (1928-2017), Nabokov comentaría, en referencia a sus dotes entomológicas, que «… yo no puedo separar el placer estético de ver a una mariposa y el placer científico de saber qué es».

Leer y analizar esa afirmación, me hace recordar a una pareja de aficionados a la entomología, muy especialmente a las mariposas, a quienes conocí de joven y aún recuerdo con gran aprecio: Francisco de Asís Romero Rodríguez (Paco) (1920-2002) e Isabel América Montesino (1931-2008). Ellos, al igual que sus hijos, a quienes mucho estimo, además de apreciar a las mariposas por su belleza, siempre estaban pendientes de estudiar, aprender y entender su taxonomía e historia natural.

Buena parte de la historia de la entomología se la debemos a numerosos aficionados quienes han contribuido en el desarrollo de la sistemática de insectos, no solo por sus aportes faunísticos de multitud de regiones, sino por las colecciones de insectos que formaron y la recopilación de datos de diversa índole. Las colecciones de historia natural, incluyendo, por supuesto, las entomológicas, ofrecen una mirada al pasado, una fotografía del presente y la posibilidad de predecir el futuro, particularmente en lo referente a la pérdida de biodiversidad, en respuesta al cambio climático y al uso de la tierra, entre otros.

Tomemos como ejemplo a Margaret Elizabeth Fountaine (1852-1940), quien recorrió varios continentes, recolectando lepidópteros y tomando notas de su historia natural. Su colección, hoy alojada en Norwich Castle Museum, en Inglaterra es admirada y estudiada por curiosos y científicos. Muchos de aquellos lugares explorados por Fountaine han dado paso a pueblos y ciudades cuya biodiversidad debe haber desaparecido, o disminuido, o ha sido necesariamente desplazada.

Venezuela no escapa de la presencia de entusiastas entomólogos aficionados, quienes con sus colecciones y haber permitido su acceso a la comunidad científica, y publicando notas científicas han contribuido enormemente al conocimiento de nuestra entomología. Los recordados Marie Louise «Mari Lou» Gadou (¿?-2005), Carlos Bordón (1921-2012), Harold Skinner (1917-2004), Edwin Saino (1918-2002), Otello Mattei, Rafael Aurelio de la Fuente Sánchez (1928-1998), Paco Romero e Isabel Montesino, a quienes podemos llamar la «vieja guardia» de aficionados de la era contemporánea de la entomología del país, son solo una pequeña, pero importante muestra.

A mediados de los 1970, comenzaba mis investigaciones sobre los Castniidae (¡Polillas neotropicales, que, luego de años, aun investigo!) bajo la tutela de Francisco Fernández Yépez (1923-1986). Un día cualquiera, él decidió que era tiempo de visitar algunas colecciones particulares, tanto en Caracas, como en Maracay, para tomar datos de las castnias recolectadas por estos colectores. La primera visita fue a «… un dedicado y curioso aficionado, su esposa y su familia …» quienes vivían relativamente cerca de la Facultad de Agronomía, en Maracay.

Una vez fuera del vehículo, caminamos hacia un pequeño callejón y, al entrar en este, casi inmediatamente, frente a una de las casas, noté la ventana exterior cubierta de esas mariposas azules conocidas como morfos (Morpho spp.: Nymphalidae). Para entrar a la casa, debíamos cruzar una reja también adornada con morfos. Una vez adentro, además de sentir el caluroso recibimiento de parte de la señora Isabel, don Paco, y sus hijos, me sentía dentro de un museo, rodeado de mariposas. No salía de mi asombro, contemplando cuadros que se abrían mostrando en sus entrañas decenas de mariposas, un cuarto con cajas entomológicas repletas de insectos, mayormente mariposas y polillas, que iban del piso hasta el techo, adornos, cajitas de fósforos, bolsitas de azúcar, estampillas, servilletas y cualquier artefacto, representando o relacionado con mariposas. Los fundadores de esa maravillosa colección-museo fueron Francisco Romero y su amable esposa Isabel Montesino.

Varias veces tuve la posibilidad y suerte de visitar tan acogedor ambiente, siempre sorprendido como el primer día. Mantengo vivas en mi memoria muchas de esas visitas. Recuerdo la amabilidad de todos, pero muy especialmente la sonrisa de doña Isabel, quien, antes que yo comenzara a estudiar algún ejemplar, me ofrecía un buen café y unos fabulosos rosquetes canarios.

Francisco de Asís Romero Rodríguez, nació en Melilla, ciudad española de la costa de Marruecos, frente al mar Mediterráneo, al noroeste de África. Hijo de Don Julián Romero y Dolores de Romero. Su padre, héroe militar, muere en la Guerra del Rif (conflicto armado de 1921 a 1926, entre españoles, franceses y bereberes en el norte de Marruecos) siendo Francisco un niño. Con apenas siete años, Francisco y su madre se trasladan a Guadalajara, España. Estudiará primaria en el Colegio de Huérfanos de la Guerra, instalado en el Palacio del Infantado de Guadalajara. Su claustro de profesores lo conformaban oficiales del ejército quienes impartían clases en amplias aulas, contando, además, con laboratorios para varias materias, e instalaciones deportivas. Terminada la primaria, Francisco entra al Instituto de Segunda Enseñanza de Guadalajara. Se gradúa y, probablemente influenciado por el recuerdo de su padre, pero también su escuela, decide convertirse en soldado. Ya en las filas castrenses se desempeñaría como Soldado Distinguido. Se licencia en Hidrometeorología, ocupándose como Informador de Meteorología. Eventualmente, se integrará a la lucha en la Guerra Civil española. Por razones militares, vive en varios lugares de la península Ibérica hasta radicarse eventualmente en las islas Canarias y en el Sahara español. Durante su primera estadía en Santa Cruz de Tenerife, en las islas Canarias, conoce a la joven Isabel América Montesino Ferrer.

Curiosamente, Santa Cruz y San Cristóbal de La Laguna forman un centro urbano común, ganándoles el remoquete de «ciudades gemelas». Recuerdo que un canario, amigo de mi familia, al saber de mi interés juvenil en los insectos, me comentó que el reconocido entomólogo aficionado don Anatael Cabrera (1867-1943), residió y ejerció la profesión de médico en La Laguna. Aunque solo escribió una nota describiendo una especie de cinípido o avispa de las agallas (Hymenoptera: Cynipidae), fue pródigo en enviar ejemplares de insectos recolectados en la isla a entomólogos españoles y europeos, con quienes mantenía fluida correspondencia. Al morir, buena parte de su enorme colección de insectos y su extensa biblioteca fueron adquiridos por el Instituto Español de Entomología de Madrid. Solo algunas gavetas entomológicas y unos cuantos libros quedaron atrás y hoy reposan en el Museo de Ciencias Naturales de Tenerife.

Isabel, hija de América Ferrer Cabo, del hogar, e Isidoro Montesino Almenara, maestro de obras, nació y se crio en Santa Cruz. Me cuentan sus hijos que desde niña le encantaban los insectos. Le gustaban las mariposas, pero, a diferencia de Salvador Dalí (1904-1989), quien se aterrorizaba y les tenía una gran fobia, Isabel sentía especial predilección por los saltamontes. Ella y su hermano, cada vez que salían al campo, agarraban saltamontes, pero como su madre les decía que eran «animalitos de Dios», siempre los soltaban. De vacaciones viajaban al sur de la isla para visitar a los abuelos maternos, José Ferrer de la Cruz e Inés Cabo Miranda. Esta, pariente lejana del precursor de la Independencia de Venezuela, Francisco de Miranda (1750-1816).

Isabel, finalizada la escuela primaria, estudió costura en una Academia de Santa Cruz. Aplicaría los conocimientos obtenidos entre amigos y familiares. Había conocido a Francisco cuando ella tenía 13 años. La segunda vez que lo vio, había cumplido 18. Apenas se vieron, se abrazaron, se tomaron de las manos, y desde ese momento no dejaron de estar juntos.

Francisco e Isabel se casarían el 6 de diciembre de 1950. Luego de una corta luna de miel, Francisco se embarcaría a Venezuela a probar fortuna. Una vez en Caracas, consigue trabajo como Técnico en la Electricidad de Caracas. Luego de cruzar el Atlántico, ocho meses después, llega Isabel a Venezuela y Francisco la recibe ofreciéndole un Caligo (Nymphalidae) y algunas mariposas recolectadas tiempo antes, mientras libaban néctar en flores de Cariaquitos (Lantana cámara: Verbenaceae) en El Calvario. La pareja, una vez reunida, decide radicarse en Maracay.

Ya en Maracay, residen en El Milagro, cerca de la Facultad de Agronomía. Comienzan a recolectar las mariposas que se acercaban a las flores de un flamboyán (Delonix regia: Fabaceae) que estaba frente a su casa. Esas mariposas las guardaban, debido a su inexperiencia, entre hojas de libros y de forma inapropiada. Desafortunadamente, esos ejemplares se perderían.

Notando el interés de la pareja por los lepidópteros, un amigo los llevó a conocer al Dr. Fernández Yépez de la Facultad de Agronomía de la Universidad Central de Venezuela. Este, siempre atento, paciente y didáctico, les brindaría todo su apoyo para establecer una buena colección. Les explicaría las técnicas de montaje y conservación, así como los necesarios aperos de recolección.

Luego de aquel encuentro con Francisco, y posteriores contactos, la colección de los Romero se profesionalizaba día a día. Cada fin de semana, era frecuente ver a la pareja, y luego a la familia, una vez llegados los hijos, Isabel, Francisco (Paquito) y María Concepción (Conchi), en diversos caminos de Aragua y otros lugares del país. Doña Isabel, además, con extraordinaria delicadeza, se convertiría en experta preparadora del material recolectado.

La pasión y dedicación de don Paco y doña Isabel se reflejaría en sus tres hijos, también enamorados de las mariposas. Curiosamente, Paquito se ha dedicado con mayor ahínco a su estudio. Él me comenta que, en alguna oportunidad, teniendo apenas 7 años, recolectaba con sus padres en el Portachuelo, cerca de la Estación Biológica de Rancho Grande. Se encontraron con Fernández Yépez y este le preguntó: «¿Tú quieres ser un gran científico?» Al contestarle «si», Francisco le respondió: «dedícate a un grupo de mariposas, a las Actinote, que nadie ha estudiado». Con el tiempo Paquito ha publicado varios trabajos científicos (incluyendo un par conmigo) y es un experto en lepidópteros, especialmente Actinote, describiendo varias especies y subespecies, junto a nuestro amigo común, Andrew Neild.

La Colección Romero ha sido grandemente reconocida. Es frecuente que científicos de todo el mundo la visiten y numerosos ejemplares por ellos recolectados han sido estudiados y citados por investigadores. Es la segunda colección en importancia en el estado Aragua y una de las más relevantes de Venezuela. Más importante aún, a esta colección se acercan niños y jóvenes de escuelas y liceos de la zona, quienes la han convertido en referencia y estímulo para comenzar a apreciar a los insectos y a otros artrópodos.

Francisco fue miembro fundador de la Sociedad Venezolana de Entomología, la cual eventualmente le concedería Membresía Honoraria. Don Paco, era también poeta, escritor, pintor y un agradable contador de anécdotas. Recibió honores diversos, incluyendo la Orden Samán de Aragua por su gran labor educativa y científica.

Especies y subespecies de mariposas han sido nombradas para honrar a don Paco, a doña Isabel y otros miembros de la familia: Prepona praeneste isabelae, Callicore eunomia ferrerorum, Adelpha radiata romeroi, Actinote romeroi, Actinote balleta balleta (honrando a Vicente e Isabel de Balleta, hija de Don Paco y Doña Isabel), Memphis maría, Memphis montesino, Fountainea titan romeroi, Heliconius hecalesia romeroi, Episcada doto paquito, Philaethria romeroi, Eryphanis zolzivora isabelae (todos Nymphalidae), Timaeta romero (Lycaenidae), Alera romeroi (Hesperiidae), son solo algunas.

Aunque don Paco y doña Isabel no están físicamente con nosotros, su espíritu, pasión y deseos de compartir sus hallazgos y conocimientos, continúan presentes en esa extraordinaria colección. Aunque desafortunadamente la hija mayor, Isabel, partió joven, Paco, Conchi, y una nieta de los Romero Montesino continúan su legado y labor científica y educativa, instruyendo a muchos jóvenes, enseñándolos a valorar, estudiar, entender y conservar a la naturaleza.

Notas

Bach, C. y A. Compte (1997) La entomología moderna en España. Su desarrollo: de los orígenes a 1960. Boletín de la Sociedad Entomológica Aragonesa, 20: 367-392.
Blackwell, S.H. y K. Johnson (2016). Fine Lines. Vladimir Nabokov’s Scientific Art. New Haven and London: Yale University Press. 318 pp.
Díaz, E. (2021). El antiguo Colegio de Huérfanos de la Guerra de Guadalajara. nuevaalcarria.com.
González, J. M. (2004). In Memoriam: Francisco «Paco» Romero 1920-2002. Entomotropica, 19(2): 111-112.
González, J. M. (2005). Los insectos en Venezuela. Caracas: Fundación Bigott. 149 pp.
Machado Carrillo, A. (1982). Los estudios entomológicos en Canarias, una panorámica histórica. Tenerife: Instituto de Estudios Canarios. Cabildo Insular de Tenerife. 214 pp.
Texera Arnal, Y. (2003). La Zoología en Venezuela 1936-1970. Una historia social. Caracas: Fundación Polar. 208 pp.