La Bienal de Venecia del año 1993 fue memorable. Se presentó como una gran panorámica interdisciplinaria, con 45 participaciones nacionales a las que se agregaron homenajes a Francis Bacon, John Cage y Peter Greenaway. Bajo la magnífica pretensión de un título como Puntos Cardinales del arte fue posible articular un conjunto de 15 muestras suplementarias que fijaban las coordenadas de la escena artística de entonces. Emblemático fue el Pabellón de Alemania, tituladoAlemania y cuyo pavimento fue completamente convertidos en escombros por Hans Haacke. La instalación de Haacke, Germania, hizo una referencia explícita a las raíces del pabellón en las políticas de la Alemania nazi. Ese año, Haacke compartió con Nam June Paik el León de Oro por el Pabellón alemán en la Bienal de Venecia.

Dirigida por Achille Bonito Oliva, esta edición significó dar un salto trascendental en la historia de las grandes reseñas, que en vez de imponer la visión de un único curador o de un team curatorial, propuso un modelo abierto, en que distintos puntos de vista pusieron en evidencia la necesidad de una situación en que coexisten y conviven fragmentos culturales de diversa procedencia. Todo esto contribuyó al desarrollo de un pensamiento móvil, que permitió el estudio de complejas relaciones entre representación política y migración del deseo, en formatos que pusieron en valor prácticas fronterizas que revelaron ser decisivas en los años venideros.

Ese año, también, marcó a muchos de nosotros.

Esta fue la primera vez que yo iba a la Bienal, participaba representando a Chile mi amiga Paulina Humeres y el artista Samy Benmayor.

Arrendamos un departamento cerca de la Piazza San Marco en que nos hospedábamos los chilenos Paulina Humeres, Francisco Smythe, la artista brasileña Rosangela Renno, el poeta Alex Burgos, el artista italiano Paolo Angelosanto y yo.

Nos quedamos aquí casi diez días, asistiendo a la instalación de esa edición de la Bienal.

Su curador, Achille Bonito Oliva, nos puso delante una panorámica artística que marcaría profundamente mi generación y las generaciones venideras. Era el año en que estuvieron Louise Bourgeois y Robert Rauchemberg, Andrés Serrano y Nan Goldin, donde obtuvo el del león de oro Matthew Barney, estaban los tiburones en formalina de Damien Hirst junto a los desnudos de Mapplethorpe.

Desde los finales de los noventa yo vendría a Venecia muchas veces a visitar al artista Paolo Angelosanto que en ese momento se encontraba en un año de residencia en Palacio Carminati, en la que había sido la habitación estudio del pintor veneciano Emilio Vedova. Palacio Carminati es la sede de la Residencia de la Fundación Bevilacqua La Masa, allí trabajan una veintena de jóvenes artistas y es una de las residencias más prestigiosas de Italia.

El arte chileno había tenido una presencia esporádica en diversas ediciones de la bienal, siendo huésped del pabellón del Instituto Italo Latino-Americano. A excepción de Alfredo Jaar, artista, arquitecto, film-maker, que había sido invitado a participar en la sección Aperto en la versión de 1986, nuestra participación no estuvo exenta de indecisiones y obstrucciones institucionales.

Su obra se concentró sobre todo en situaciones que la conciencia tiende a ignorar, poniendo en crisis la retórica con que los medios tienden de manipular y transmitir la información.

El pabellón de Chile

A diferencia de Brasil, Uruguay y Venezuela, Chile nunca tuvo un pabellón propio. Sin embargo, la necesidad de disponer de un pabellón autónomo orientó el pensamiento de nuestras autoridades culturales, pudiendo en el año 2001 montar una hipótesis cuyos efectos fueron decisivos para las decisiones que posteriormente se debieron tomar.

Los jardines de Venecia comprenden una zona de la ciudad de Venecia que alberga la Bienal de Venecia.

Los jardines fueron obra de Napoleón Bonaparte, que hizo drenar una vasta zona de pantanos para crear un jardín público en las orillas de la Cuenca de Venecia que es una franja de agua estrecha que divide los jardines de la Plaza de San Marco y del Palacio del Doge. Los jardines cuentan con 30 pabellones permanentes. Cada pabellón corresponde a un país, en donde se muestran proyectos que los representan. Algunos pabellones fueron diseñados por grandes arquitectos del siglo pasado, como Carlo Scapa y Alvar Aalto.

El Arsenal de Venecia, que es la otra parte donde se realiza la Bienal de Venecia, es una base naval situada en la ciudad de Venecia en el distrito de Castello. Se usa también como centro de investigación, escenario de exhibición durante la Bienal de Venecia y centro de preservación de navíos históricos. Durante la Baja Edad Media y la Edad Moderna fue un complejo formado por astilleros y armerías de propiedad estatal que jugó un papel principal en la construcción del poderío naval de la República de Venecia.

En la 49ª edición de Bienal de Arte de Venecia, nuestro país participó por primera vez con un espacio propio frente a los Arsenales (la Tethis, hoy sede de prestigiosas muestras), con About cages, la emblemática video instalación de Juan Downey (Santiago, 1940 – Nueva York, 1993).

Promotor de un pensamiento lúcido sobre las transmigraciones técnicas de los medios y de los efectos conceptuales de sus materialidades, Juan Downey desarrolló una reflexión de valor inestimable acerca de nuestra propia construcción de lugar, en el arte contemporáneo. Esto le valió (post mortem) una mención de honor de parte del jurado internacional.

Por lo que resulta muy significativo que en el año 2009, para la 53ª versión de la bienal, con el pleno apoyo de la Instituciones chilenas, nos haya representado un artista como Iván Navarro, que pertenece a una generación de artistas nacidos en los años setenta y cuya formación se iniciara en los noventa, en el marco de una densa y compleja transición de regreso a la democracia. En este sentido, habiendo atravesado su infancia por la dictadura militar, Iván Navarro es un digno heredero de la erudición artística y del método de trabajo, elaborado tanto por Juan Downey como por Alfredo Jaar. Continuidad de un claro hilo conductor, donde la ritualidad cotidiana que convive con el shock cultural de una sociedad tardo-capitalista de contradicciones extremadamente comprimidas, logra sublimar la inmediatez y forjar un idioma ético.

Era el año 2011 y con el nombre de Gran Sur, llega representando a Chile, Fernando Prats exhibiendo los inquietantes indicios de la potente realidad de nuestra geografía, como es el caso de un terremoto y la erupción de un volcán, sobre soportes que abren caminos a una superación de los instrumentos de la pintura.

«Se buscan hombres para viaje arriesgado, poco sueldo, frío extremo, largos meses de oscuridad total, peligro constante, regreso a salvo dudoso, honor y reconocimiento en caso de éxito».

Este texto, montado en la fachada del Pabellón Nacional de Chile en la 54ª Bienal de Venecia, expone –como un augurio-, nuestra necesidad de seguirle hablando al mundo.

Hoy hay una selección que se realiza en Chile y que está a cargo de una comisión que se preocupa de encontrar al mejor representante para el país. Esto se hace teniendo en cuenta la proyección internacional del artista, ya que la Bienal otorga una plataforma adecuada para eso. El resto de los países que están presentes en la Bienal aplican un criterio similar, siempre teniendo presente que esta muestra es para ‘caballos de raza’.

Con estas premisas en el año 2013, aparece nuevamente la presencia de Alfredo Jaar en la Bienal de Venecia, solo que esta ves es el artista a representar a Chile. Protagoniza la muestra con una instalación que nada dice sobre Chile. Justamente, parte de la crítica es esa: a partir de la ambigüedad del entorno expositivo -cuya estructura jerárquica es parte de un modelo exclusivo y permanente- Jaar muestra los pabellones de los Giardini como ruinas, como fantasmas que retornan en medio de un futuro utópico donde los pabellones y su modelo no sirven, pues responden a protocolos antiguos que ningún sentido hacen al mundo actual, ni al arte contemporáneo.

Inmediatamente el año después llega a Venecia a la Bienal de arquitectura Monolith Controversies. Definido por Pedro Alonso como el cierre de una investigación que ha llevado a cabo junto a Hugo Palmarola por casi ocho años en torno a la prefabricación de paneles de hormigón armado en programas de viviendas sociales durante la Guerra Fría, el Jurado Internacional de la Bienal de Venecia reconoció en la propuesta el valor de «revelar un capítulo crítico de la historia de la circulación global de la modernidad, enfocándose hacia un elemento esencial de la arquitectura moderna». Otorgándole a la propuesta chilena Monolith Controversies el León de Plata 2014.

El 2014 es también el año en que vengo nombrado Agregado Cultural de Chile en Italia.

2015: fotos de Paz Errázuriz divididas en tres grupos temáticos conceptuales; y una instalación multimedia de Lotty Rosenfeld, que gira en torno a estas protestas que se han llevado a cabo en varios países, incluido Chile. Son protestas contra el sistema predominante, el neoliberalismo económico, la situación de la educación. Habrá material documental combinado con este famoso gesto de ella de hacer las cruces en el pavimento. Se trata de ‘Poéticas de la Disidencia’, de la curadora Nelly Richard, propuesta curatorial -que involucra a dos artistas de amplia y reconocida trayectoria nacional e internacional.

El año 2016, el Directorio de la Bienal de Venecia nombra al arquitecto chileno y jurado del Premio Pritzker Alejandro Aravena como el Director de la 15° Exhibición Internacional de Arquitectura, que se realizará entre el 28 de mayo y el 27 de noviembre de 2016.

«Hay varias batallas que deben ser ganadas y varias fronteras que necesitan ser ampliadas con el fin de mejorar la calidad del entorno construido y en consecuencia la calidad de vida de las personas. Cada vez más y más personas en el planeta están en búsqueda de un lugar decente para vivir y las condiciones para lograrlo se están volviendo cada vez más difíciles. Cualquier intento de ir más allá de la norma encuentra gran resistencia en la inercia de la realidad y cualquier esfuerzo para abordar temas relevantes tiene que superar la creciente complejidad del mundo moderno».

Es con este espíritu que se realiza una de las ediciones más interesantes de la Bienal de arquitectura de Venecia.

Por último, Werken, que en el año 2017 muestra mil máscaras mapuche de madera rodeadas de casi siete mil apellidos mapuche que se proyectan y circulan en luces led en una sala oscura. Así es el pabellón que representa a Chile en la 57ª Bienal de Arte de Venecia, y corresponde a la obra Werken, de Bernardo Oyarzún. La selección parte de un concurso internacional abierto a curadores extranjeros, en este caso la curaduría del exministro de Cultura paraguayo, Ticio Escobar.

Venecia merece el titulo de ser la ciudad de las grandes emociones. Aquí me toco compartir la mención de honor a Juan Downey, el León de plata del arquitecto Alejandro Aravena, la experiencia humana extraordinaria con Iván Navarro, con Pedro Alonso y Hugo Palmarola y el León de Plata para el proyecto Monolith Controversies.

El artista chileno que pasa por la Bienal cambia completamente el rumbo de su trabajo. Al día siguiente sus dotaciones, no sólo económicas sino de presencia, son otras. Adquiere prestancia y entra por la puerta amplia de la escena internacional del arte. Pasan a ser atractivos para los grandes coleccionistas y curadores internacionales que visitan este espacio. Es decir, es un una catapulta de carreras que ya son prominentes y que definitivamente toman un vuelo único.

Durante la guerra del Golfo nació una generación de artistas que hoy marcan pauta. Hoy Europa está viviendo una crisis como no se veía hace años, de inmigración, de gran intolerancia racial y no solo, lo que veremos en esta Bienal debiera reflejar ese descontento.