Hay días en que la lectura que hago de la prensa — la que ofrece gratuitamente Internet, pues, más allá de otras consideraciones, mi presupuesto para sobrevivir no alcanza para comprar noticias en papel —, es más gratificante y aleccionador que consumir este o aquel pasaje de la Biblia, o sentir las emociones apócrifas que producen las peripecias del Quijote, o asistir a las honras fúnebres de Romeo y Julieta.

Hoy, a las puertas de 2020, he echado la vista atrás para recordar uno de esos días donde la lectura de prensa me provoca, así antes como ahora, un estado próximo a la beatitud. Sucedió hace casi siete años, en 2013, cuando al final del día acabé preguntándome por qué habría sido así, encontrando explicación no solo en las pocas cosas de que me pude enterar de lo muchísimo y variado que sucede segundo tras segundo en el mundo, sino también en la premiación que hice eligiendo uno u otro titular anunciando sus contenidos en letras que crecen o disminuyen de tamaño, según el valor conferido al tema dada por quienes gobiernan «el rotativo». Pero también me di cuenta de cómo tales news –las que escogí-, corresponden y tangencian con ideas y expectativas que se han forjado en mi cabeza durante los últimos 33 años -12 del siglo anterior y casi 20 de esté-, principalmente sobre «el cómo será la evolución de la vida socio/económica/política/religiosa/cultural en el planeta».

No intentaré decir que tales informaciones «me den la razón» en lo que había pensado sino más bien que lo leído hoy me hace «creer» lo que pensé y pienso caminó y camina por sendero de «lo real» y que logré escapar lo suficiente de «lo imaginario» como para evitar convertirme en sapiens infeliz y frustrado en sus ideales. Tal suceso me ánima a afirmar que «la felicidad es algo individual e intransferible». Y que cuando esa emoción-sentimiento es del tipo de la que siento ahora, o de la que sentí entonces, no puede compartirse mediante señales de regocijo y alegría -como se ve, generalmente, en películas y teatros-, sino solo con uno mismo en ese Espacio del Yo que, por más que se explique, constituye siempre «un no sé qué exactamente de qué se trata» para El Otro u Otra. Y ni siquiera el arrebato de sentimientos como El Amor, La Solidaridad, La Amistad, o cualquiera de las variadas energías sagradas que hemos descubierto y dado nombre nosotros los Humanos, alcanzan para «entender» plenamente el porqué de La Felicidad de ese Ser que es siempre tu Yo.

Pero si «lo general» (es decir lo escrito anteriormente), no se describe en detalle (¡es lo que intentaré hacer ahora!), de mucho menos cantidad de «verdad» podrá disfrutar quien elegimos para comunicársela. Aunque también, que por mucho que me esfuerce en «detallar» lo que quiero trasmitir como «Conocimiento», siempre «mi discurso» tendrá «espacios oscuros e incomprensible» para el entendimiento de quien quiere apropiarse de lo informo y anuncio que he sentido y racionalizado. Y el receptor buscará, en su propio «sistema de saberes personal», explicaciones y razones que justifican por qué no puede descifrar alguna o todas las partes de mi mensaje. Fenómeno este que también me ocurre a mí cuando él o ella quiere darme noticia de alguna forma de felicidad suya, o de lo que más nos urge hablar comúnmente con otro/a: nuestras infelicidades e insatisfacciones.

La primera de las noticias que estimuló la felicidad específica de la que hablo, fue un breve artículo de alguien a quien conozco un poco. Escritor y poeta de renombre en el país donde nací -Cuba-, él informaba de que «el dominio más floreciente de la economía cubana está fuera de Cuba. Es la industria de las remesas familiares.» Y se extendía ofreciendo cifras extraídas de « un informe divulgado en La Florida por The Habana Consulting Group...», que coincidían con lo que, de mi parte y por experiencia personal de mi situación como emigrante, opino yo sobre ese tema. El hecho de que Raúl Rivero –el bardo-, diera por veraces y fiables los datos del Habana Consulting Group, y que mi intuición los aceptara como tales -por razones diferentes a la de ellos-, no hacían a la noticia portadora de «verdad absoluta e irreprochable» -¡el gobierno en el poder en la Isla, seguramente, tiene otros datos y punto de vista!-, pero me daban oportunidad de sentirme en «la posición de análisis correcta» del problema central de la Economía Cubana que, aunque no es referente inmediato de mi situación actual -resido en España-, no me es ajeno pues allí transcurrieron 50 años de mi vida, hasta que decidí mudarme de barrio del planeta. Y comencé a comprender, personalmente, «El Tiempo Globalizado» en que me ha tocado existir.

Siempre, a lo largo de lo poco que recuerdo de como fui desde pequeño, tuve tendencia a preguntarme qué relación había entre algo concreto, tangible y/o especifico de lo que me ocurría, vivía y/o observaba a mi alrededor y el resto de las «cosas» que percibía, incluidas las intangibles, que estaban presentes en mí y ante mí también «siempre». Me parecía que «todo estaba conectado» en lo que acontecía, pero que sumadas algunas incongruencias, se agregaba a «ese todo» dentro del cual yo existía, la presencia de «algo» que no podía determinar con palabra. A veces hoy aún tampoco puedo encerrarlo en término y ni siquiera en gesto. No escribí «misterio» para referir esa sensación pues esa «codificación», aunque la usé y uso -resulta imposible comunicar "algo complejo" sin emplearla en algún momento-, nunca me ofreció la confianza suficiente como para creer totalmente en lo que, comúnmente, se quiere significar con ella. Seguramente ello es síntoma de «agnosticismo» (para mí hay dos tipos: el «crédulo» y el «incrédulo»), palabra que sin saber exactamente qué significaba, acepté cierta vez que me vistieran con ella, cuando respondía a entrevista para acceder a un empleo en un medio de comunicación cubano -quien me interrogaba me la ofreció como solución ante la vaguedad de la respuesta que le di para definir «mi estilo de pensamiento»-. Así de ingenuo era yo entonces y me alegro muchísimo de seguirlo siéndolo en esta madurez/vejez casi obsoleta con que las «Reglas del Juego de Las Nuevas Generaciones» intentan clasificarme actualmente: viejo. «Perdónalos, Buría, no saben lo que hacen», me digo.

La segunda información que me impactó -lo digo con ese verbo pues los datos numéricos mi cerebro los recibe de esa manera-, fue el 38 % que se atribuye (que se atribuía en 2013... y ahora me pregunto: ¿aumentaría o disminuiría el porcentaje? Casi mejor ni averiguarlo) a la principal causa -no natural, o sea por envejecimiento y/o enfermedad-, por la cual mueren más mujeres en el planeta: es la violencia machista. No son robos, prostituirse o verse involucradas –pasiva o activamente- en alguna guerra lo que más las mata. Son sus parejas o exparejas. Desde que asistí por primera vez a «discusión violenta de pareja» (una familiar mía –de sangre- con su esposo -mi edad era entonces 57 años menos que la actual-), se sembró en mi mente la idea de que la relación entre «marido y mujer», un humano y una humana, era «algo muy complejo de explicar» –quizá por ello fue creado el refrán popular que dice «... entre ellos nadie se debe meter»-.

En aquel entonces ni siquiera se me ocurrió pensar en el aspecto sexual del tema, tabú para cualquier niño de aquella época, pero me pregunté que, tal y como ese saber popular me habían enseñado a considerarla, no era del todo cierta y también el porqué no me habían aclarado algunas cuestiones que, en ciertas situaciones, podían enfrentarlos y hacer de la condición de mujer una desventaja no tanto física como «espiritual» –así era el frac con que habían adornado a mi ignorancia de aquel tiempo sobre tal cuestión-. Y finalmente no entendí por qué yo tenía que sufrir por ambos -ella y él me querían mucho y jugaron papel esencial en mi educación sentimental y racional para enfrentar la vida-.

Probablemente, mi mala memoria esconde otros muchos pequeños sucesos como ese -aunque no con las mismas personas-, que fueron, y son, los que me han llevado a formularme la jerarquía de temas sociales y/o económicos/políticos, además de religiosos, que fueron colocando al argumento «Guerra entre Sexos» en primerísimo nivel de la «agenda de conflictos» que influyen y determinan el comportamiento de nuestra Especie (a la que yo llamaba por aquellos años «Hombres y Mujeres»). Hoy día no puedo dudar de mis propias conclusiones de aquel momento pues los datos no vienen de mi experiencia y/o especulación personal -o sea de lo que descubrí por mí mismo y califiqué más tarde como «verdad sensorial»-, sino de «verdad estadística» que ofrece Informe de la OMS -apoyada por la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y el Consejo de Investigación Médica de Sudáfrica-, en su primer estudio global sobre La violencia física o sexual contra la población femenina. Informe que tampoco es totalmente «global», pues solo han «... pasado cuatro años recolectando y analizando documentación de 81 países para calcular los datos de violencia conyugal —desde los noventa, cuando comenzaron a obtenerse cifras, hasta 2011— y de 56 países para los casos de violencia fuera de la pareja —desde 1998 hasta 2010—.»

Yo empecé antes, aunque mi mirada «sensorial» no tuviera el poder de alcanzar a ver como ocurren ese fenómeno en los más de 200 países que pueblan de gobiernos La Tierra -una buena parte de ellos ni siquiera sabe con exactitud cómo sucede esta «violencia de género» en su territorio-. Pero por el momento ya sabemos que en Las Américas, el 36,1% de ellas fueron víctimas de violencia física y/o sexual por parte de su pareja o por alguien ajeno, aunque la situación allí es menos dolorosa que en África, donde alcanza 45,6 %.

En Asia Sudoriental la cifra baja al 40,2, situación algo cercana a la del Mediterráneo Oriental que pierde algo más de 3 puntos frente a su vecino hemisférico: 37%. Y casi en la antípoda, el Pacífico Occidental se registró 27,9%. La Europa, donde estoy con su 27,2% de agredidas, mira, sin envidias ni nostalgias, a las otras «regiones» que compiten en este perverso y estúpido certamen de violencia masculina que emula en fans a la pasión por el futbol, pero con penaltis solo para ellas. Pero el dato más sorprendente de este asunto, lo ofrece el grupo de Países de altos ingresos: 32,7%. El subdesarrollo no está localizado, exactamente, en el Tercer Mundo. La directora general de la OMS, Margaret Chan -nacida en Hong Kong un año después que yo-, asevera que las agresiones recibidas por ellas de parte de ellos es problema de salud de «proporciones epidémicas».

Y después que mis ojos bebieran todas las cifras y palabras razonables del artículo, que no por ser muchas explicaban la causa profunda e invisible que se nos escapa de esa variante de la violencia humana «inter pares», y la resumía limitándose a nombrarla con término que día a día escuchamos con mayor frecuencia en los «medios» (homofobia -suena a enfermedad y conecta, por consonancia inexplicable con otro mal: rabia, más que con la bíblica celos, o la atea desigualdad), volví a pulsar el scroll del ratón y movilicé la mirada para que mi memoria no perdiera huella de este o aquel titular que iban desfilando ante mi curiosidad. Recordándolas ahora, por cierto, al ver los nombres que protagonizaban algunas, nombres que han abandonado la escena pública hace tiempo, vuelvo a admirarme de la aceleración de los tiempos. Las noticias eran las siguientes:

El juez condena a 127 años y seis meses de prisión al celador de Olot: se trataba de un caso famoso en España, de alguien acusado de practicar eutanasias por cuenta propia;

Rouco exige que la elección de la clase de religión sea permanente (Rouco Varela, en aquel momento presidente de la Conferencia Episcopal Española defendiendo el recurso más preciado que posee el Vaticano para «evangelizarnos»);

Wert lleva la cartera de Educación de España y, por supuesto, es chivo expiatorio de turno en la «Guerra entre las Ideologías Creer y No Creer»: Wert fue ministro del primer Gobierno de Rajoy y todavía es el ministro que más consenso (en contra) genera en la historia reciente de España;

Los servicios secretos de Brasil empiezan a vigilar las redes sociales: todavía estábamos lejos de la llegada de Bolsonaro, por cierto.

Y de pronto me detuve ante titular de letras menores que los anteriores: Llega el Viagra económico. Era el tercer cuento que contribuiría a mi felicidad de aquel día. Lo recuerdo como si fuera ayer.

En medio del malestar general que sufríamos todos los residentes en esta nación por los recortes de prestaciones a la salud -¡mentira generalista usada con frecuencia!-, enterarse -los que tenemos la mala suerte haber nacido hombres en estos tiempos y estar vivos aún a día de hoy-, que el medicamento más famoso del mundo («... tal vez porque sirve para mejorar la calidad de vida, aunque a nadie le vaya la vida en ello ...» -afirma el periodista que cuenta la noticia, quien, posiblemente algún día tendrá que enfrentarse, como todos, al desgaste del «músculo primo», si tiene la suerte de llegar a tal edad), ha caducado su patente de fabricación –la Viagra-. Y con ello termina la veda para que compitan con él, los «genéricos» -¡significa pagar menos para disponer de erección!-, que podrán ofertarse a partir de ahora gracias al preciado «principio activo secuestrado», del que se enorgulleció/benefició, sobre todo económicamente, la marca original: el sildenafilo.

¡Es una «noticia cojonuda», pensé. ¿Por qué me produce alegría esta noticia? Es obvio, ahora podré adquirir esa medicina a la mitad de su precio antiguo de mercado y/o hasta quizá a un tercio de lo que antes desembolsé en contadas ocasiones para «darme un lujo». La «buena nueva», hizo se conectara, simultáneamente, a la dendrita de mi cerebro donde se almacenó la «sinapsis» de esta información, con otra palabra que leí días antes: «Lybrido», nuevo medicamento para estimular la sexualidad, pero en este caso de mujeres. Se pronostica estará a disposición de las compradoras en breve porque aún debe pasar «pruebas», no solo científicas sino también normativas de las que piden las legislaciones más exigentes en asuntos de medicamentos, no solo la Europea sino también la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos.

Lo curioso de la historia del «nuevo milagro de la ciencia», es quién, porqué y para que lo inventó: Fue el psicofarmacólogo holandés Adriaan Tuiten, quien comunicó en la edición de marzo pasado del The Journal of Sexual Medicine -publicación de las más prestigiosas del mundo sobre temas sexuales-, parte de los beneficios incuestionables de lo que había encontrado y resumido en Lybrido, que resultará muy útil para resolver asuntos tan delicados y sensibles para cualquier mujer como es el incremento de su deseo sexual y el número de orgasmos que consigue. No se trata solo de cuestión fisiológica, sino también del «Capital y Poder» del partido femenino de nuestra manada (han comenzado a correr rumores de que la nueva píldora podría convertir en multi/orgásmicas a las féminas que puedan comprarla -¡habrá que esperar a ver el precio!-, y hasta que el lanzamiento del producto podría aumentar la cantidad de ninfómanas que nos asustan en todas partes del mundo ...(¡un artículo del New York Times ha llegado a decir que, tal vez la «comisión de aprobación rechace otorgar la licencia para venderla ante el temor de que estimule la aparición de una nueva raza de mujeres con el poder de controlar y aumentar su voracidad sexual»!).

No es necesario extenderme más sobre esta noticia. Pienso que todas y todos sabemos de lo que se trata esencialmente y las consecuencias que tendrá «el invento» para cuestiones como Matrimonio, Pareja, Monogamía, Poliamor, Movimiento LGBT y hasta para la solides de las ideas religiosas, etc., etc., etc. Solo agrego que «Adriaan Tuiten se inspiró para su investigación en su propio corazón destrozado. En la mitad de sus 20’s la novia que tuvo como compañera desde los 13 años decidió dejarlo y quedó abatido. El era aún estudiante universitario por aquella época; antes de eso había sido fabricante de muebles. El rompimiento lo inspiró a una cruzada de por vida para entender las emociones femeninas a través de la bioquímica lo cual lo impulsó hacia su carrera de psicofarmacología.» Es interesante lo que describe el periodista que redactó la noticia, lo único en que no me parece exacto es la referencia al órgano que el inventor sintió como «destrozado». Imagino que fue otro, aunque no fuese uno esencial para conservar la vida -en lo personal, pero sí para garantizar la de la especie, en lo cual supera a cualquier corazón particular-.

Una cosa lleva a la otra y los acentos cambian cuando se descubre la relación real y pertinente que tienen entre sí una y otra verdad que hasta apenas un siglo o dos antes, o en ocasiones solos algunos años, pacían en espacios separados del mecanismo propio que poseemos para entender «las cosas». Y cuando se habla de «rangos de importancia» es bueno matizar que al «músculo primo» y a la «vagina de María» les gobierna y dirige «el de arriba»: "El atlas más fino del cerebro", que fue el siguiente titular que secuestró mi atención. La Quinta Noticia. Me deslumbró e hizo saltar de júbilo. A mi edad, «El Conocimiento me ‘me pone’ tanto como El Sexo» –creo que es así en todas las edades, pero aún no me atrevo a afirmarlo rotundamente-, cuando logro sentirlo. Y tanto es así que estoy enfrascado en investigación que intenta saber cuáles son las relaciones de toma y daca que existen entre esos dos «sustantivos intangibles»: Sexualidad y Conocimiento.

Pero no es momento ahora para extenderme en lo que muchos de quienes me conocen creen es parte de las tonterías de que suelo hablar regularme y hasta escribir (esta es una de ellas). «El sueño de un neurocientífico -¡y de cualquiera que tenga un mínimo de curiosidad diría yo!- es llegar a conocer el cerebro humano con la misma precisión que el sistema nervioso del gusano Caenorhabditis elegans, cuyas 100 neuronas exactas con todas sus conexiones sinápticas son desde hace años un libro abierto para la ciencia. Y hoy se acercan más que nunca a ese ideal con BigBrain, una reconstrucción digital del cerebro humano completo en 3D y ultra-alta resolución que deja muy atrás a cualquier iniciativa anterior de este estilo. BigBrain es la herramienta esencial que necesitan los laboratorios neurológicos de todo el mundo para elucidar la forma y la función de nuestro cerebro. Y estará disponible públicamente a coste cero...» (Subrayado mío). Punset, el conocido divulgador de las ciencias trató el tema de «la cartografía del cerebro» en su programa Redes del pasado sábado (recuerde el lector que escribí este texto hace 7 años), donde entrevistó a un joven científico asiático –Sebastian Seung-, que trabaja en reconocido centro de investigación del que ahora no recuerdo el nombre -mi memoria es, quizá, tan pequeña como la del elegans, pero estoy contento con «mi procesador»-. Lo que «me puso" de esta información fue que el mapa donde estará la cartografía de la que pronto podremos hacer uso y que está siendo elaborado por Katrin Amunts, del Instituto de Neurociencia y Medicina de Jülich, en Alemania; y Alan Evans del Instituto Neurológico de la Universidad McGill en Montreal, Canadá -hay más fotos disponibles de ella que de él en Google-, está basado en el cerebro de una mujer: mujer de 65 años cuyo cerebro será inmortalizado mediante un modelo digital que, no lo sabemos con certeza pero podemos imaginarlo, durará siglos o milenios. Quizá a partir de los resultados del BigBrain -así se llama el proyecto-, podamos tener una idea más precisa y detallada de cuáles fueron los pensamientos y deseos ocultos de esa mujer, el laberinto de sus emociones y el diapasón de su moralidad. Ese «ella» – se mantendrá en secreto la información de quién es-, ha aprobado lo que se haga con su «Yo» -desnudarlo totalmente para la posteridad-. Lo cual es algo que no creo que la inmensa mayoría de nosotros -los vivos-, estaríamos dispuestos a hacer. No por falta de valor y capacidad de transparencia personal, sino porque es imposible acceder a una buena parte de lo que nos gobierna a título personal: El Inconsciente, al que, gracias a ella, tal vez alguna vez podremos desnudar, sin que "la moral de turno" nos acuse y hasta tenga sus razones para encarcelarnos por más pecados que los únicos tres legítimos que reconozco lo sean: no matarás, no robarás, no mentirás -¡ah, y no dañaras a la infancia!-.

Cursé solicitud para obtener «cuenta y login», a través del formulario electrónico que ofrece la web desde donde se ofrecerá la posibilidad de acceder a los resultados e imágenes del Bigbrain. En la casilla donde me preguntaron por la razón que daba pie a mi solicitud he escrito:

I want details of your atlas to compare and contrast the model description of the brain designed for you with other schemes and concepts used in «historical time» study earlier of this organ. The comparison is part of the various perspectives by which seek «a comprehensive model» that explained what it is and how it is now called ‘Human Sexuality.’ The hypothesis in which I maintain my research is that "between Sexuality and Cognition there are certain codependencies that influence the range of what can be 'learned', according to the 'moral order' used by the he/she sapiens in question.".

Traducción:

Quiero obtener detalles de vuestro atlas para comparar y contrastar el modelo de descripción del cerebro diseñado por vosotros con otros esquemas y conceptos utilizados en ‘momentos históricos’ anteriores del estudio de ese órgano. Esta comparación es parte de las diversas perspectivas mediante las cuales busco «un modelo integral» que expliqué qué es y cómo funciona lo que es llamado actualmente ‘Sexualidad Humana’. La hipótesis en que sostengo mi investigación es que «entre Sexualidad y Cognición existen ciertas codependencias que influyen en el rango de lo que puede ser 'aprendido', según el 'orden moral' que use el/la sapiens en cuestión.

Recibí email pidiéndome confirmación de la solicitud, lo cual no significa que lo pedido será aprobado. Pero estoy tranquilo, al menos lo he intentado.

A mi entusiasmo por apreciar cómo se va incrementando el «papel de la mujer» en la gestión del mundo, le frenó un poco La sexta Noticias:

El duelo entre mujeres que marca la política en Bangladesh sale a la calle.

No sabía (¡también ignoro muchísimos detalles de cómo está hecho «el orden mundial», más allá de las generalizaciones que lo califican de «desigual, desastroso, explotador», etc. etc. etc. -calificativos todos nacidos de formas del lenguaje popular y/o de la política, que al igual que el de las religiones se siente hoy como insuficiente para explicarnos lo que sucede aquí, allá y en cualquier parte-), que Bangladesh era en 2013 el único país del mundo en el que sendas mujeres lideran el Gobierno y la oposición:

Más extraordinario aún es que Sheij Hasina, de 65 años, y Jaleda Zia, de 67, lleven más de dos décadas relevándose en esos puestos.

Y aunque leí tranquilamente toda la información que traía la noticia, me perdí en algunos recodos de lo que el periodista explicaba, no por su falta de profesionalismo -conozco lo angustioso que es tener que «contar algo muy complejo» dentro de espacio de número exacto de palabras-, sino más bien por mi ignorancia de lo que sucede en lugar que está tan lejos de donde vivo y con el cual estoy «conectado», probablemente, por medio de eslabones de los cuales no tengo ni la menor idea, pero que la mayoría de ellos serán, supongo, de «carácter económico». Y lo que más trabajo costo a mi mente entender mientras leía, no fueron las posturas de una u otra «posición política», sino el que tal enfrentamiento, tanto en su contenido como en su forma, siguiese el mismo patrón de comportamiento que apreció en «los políticos de aquí» y de otros países sobre los que suelo informarme en más profundidad -sea por comunidad de lengua, cultura, haberlos visitado y/o simple curiosidad inexplicable-. ¿Será parte esa semejanza de percepción de lo que supongo es «La Globalización», o sea, que los problemas son los mismos en todas las «fincas del mundo»? ¿Qué es lo que se está «globalizando», solamente es la economía o son también nuestras mentes y las opiniones de todos, sin importar cuál de las 600 lenguas que más usamos? ¿O será el cambio que debería ocurrir en «el orden en que deben ser tratados los conflictos que azotan a todas las sociedades, o de las diferencias que hay que aceptar entre ellas para respetar La Diversidad»? Son preguntas demasiado complejas para que mi entendimiento único, egoísta y personal pueda responderlas responsablemente.

El séptimo artículo me llevó a pensar en el futuro gracias a que me hizo retroceder al pasado: Hallado un taller paleolítico de más de 200.000 años en Vicálvaro. ¡200 milenios antes de hoy! No sé cómo explicar la sensación que tuve de estar deslizándome por toboganes de una lógica que enloquecía a mis neuronas y que, inútilmente, intentaban no perder la coherencia de la cadena de sucesos que necesitaban retener para no perderse en tan inmenso espacio de tiempo. Y «el taller» está aquí cerquita, en este país que me ha dado cobijo y paga pensión no contributiva porque la nación donde acumulé trabajo suficiente para cobrar retiro decoroso no me la paga por problemas de leyes y estatutos que me rechazan de su cuerpo nacional -¡nunca he logrado saber, exactamente el porqué, aunque actualmente «algunas cosas han cambiado»!-, dado que no resido en "su territorio" y eso les hace pensar a quienes dirigen aquel islote que no la merezco (mi verdadero pecado original, según la Teología de aquel Estado, es la falta de mi lealtad y fidelidad a los principios de «algo« a lo que allí insisten en llamar «Revolución», aunque tal tozudez no impida que ella vaya cambiando de color (de un verde olivo que en realidad quiso ser rojo a un gris que no dejará de empalidecer hasta que se pierdan todos los colores y vuelvan al inicio del espectro que va del negro al blanco, o viceversa -según como se vea-). Y saben lo que fabricaban en el antiquísimo establecimiento castrense ubicado en un Madrid que aún ni soñaba con existir: “herramientas”. Y volví a recordar La Isla y casi lloro por la ausencia de ellas que, aunque sentí durante muchos años de mi vida allí, solo descubrí su magnitud catastrófica cuando salí definitivamente de sus fronteras y pude apreciar el valor que se les da en otros contextos que las valora (quizá excesivamente en algunos casos, pero que en perspectiva de este asunto es siempre mejor pasarse que quedarse cortísimo –como Cuba-). Seguramente los neandertales o su predecesor, el homo Heidelbergensis sabían esta «verdad» -aún no se conoce exactamente a qué especie pertenecían los trabajadores empleados allí, que a puros golpes de piedras unas contra otras, daban forma ovalada a pedazos de sílex escondidos en la arcilla-.

Pero más allá de la poética arqueológica con que estaba redactada la noticia, el dilema esencial que me planteaba el descubrimiento resultó lo más revelador: "conservar pasado, o construir futuro sobre sus ruinas". Pienso que discutirán mucho concejales y ediles de Vicálvaro y tendrán que oír y enfrentarse a los gobernados, que exigirán -por consciencia y espirito de pertenencia a «su tierra», «conservar el patrimonio de identidad que les confiere aquel lugar» -¡claro, también pensando en que podría ser recurso para el turismo y el aumento de este supondría algunos puestos de trabajo más, lo cual, en la actual situación del desempleo, sería mejora que muchos agradecerían!-. Por mi parte, la pregunta que me hice fue: ¿Hasta cuánta antigüedad podremos recordar en la Memoria de la Humanidad que somos, sin que «los «medios de que disponemos en la actualidad para almacenar información» lleguen al límite en que no quede «espacio/tiempo», tanto en nuestras «mentes individuales» como en soportes informáticos que continuamos inventando para agrandar «los almacenes virtuales», y tengamos que comenzar a «olvidar lo que pasó antes para acordarnos de lo que vendrá después»? Y lo más problemático: «¿Cuál debe ser ‘El orden de Los Olvidos’?». Sí, lo sé, son tonterías. Formularse tales interrogantes, de poco sirve para entender y resolver problemas del presente. Pero porqué enviamos naves a explorar más allá de la frontera mal conocida que nos encierra en esta Tierra. Supongo que son menos «los que dudan» de que ello sea útil y bueno si los contamos y comparamos con «los que creen» que lo es. Y digo «creen» pues la mayoría de nosotros no sabríamos explicar, con argumentos sólidos y científicamente expuestos correctamente, «para qué se hacen esos viajes realmente».

La octava noticia me devolvió a la realidad cotidiana. Llegué a ella no por casualidad sino porque todos los días reviso si hay artículo nuevo en la sección del periódico llamada Eros. Y la había. El titular era un poco trillado y estuve a punto de no leerla, pero me impuse hacerlo por rigor de investigador científico: Confesiones de un homosexual. Y me alegra haber tenido esa constancia pues al final de lo que cuenta la periodista, que eligió a un «gay venezolano» residente en Barcelona para interrogarle sobre varios aspectos de su vida «allá» y su vida «aquí». Y aunque todas las respuestas que dio eran previsibles (al menos para mí, que durante el último año y medio he revisado unos 10.000 artículos sobre diferentes tópicos relacionados con «la sexualidad» -recibidos en mi bandeja de correos gracias a las Alerta de Google que suscribí sobre dos términos, una, la cuestión mencionada, y otra sobre «violencia de género»), el chico y el talento de la reportera que tuvo olfato para saber con qué terminar su artículo, me sorprendieron con un «significado» que me resultó nuevo, al menos por el «significante» que usó para aludir a «algo» que podemos imaginar que sería, pero que aún no es «cosa real». Y me pareció propuesta inteligente y viable, eso de oponer a la «homofobia» consigna de luchar para promover la «Heteroflexibilidad», pues si esta triunfa, El Planeta Azul podría ser lugar más amable para continuar residiendo en él. Pero de lo que estoy completamente convencido es de que aún en ese Mundo Utópico, La Felicidad seguirá siendo algo individual e intransferible. La misma idea vale, también para El Sufrimiento. Ambas «verdades sensoriales» describen, de alguna manera, El Tiempo de Globalización que nos vive.