En 2016 se cumplen 400 años de la muerte del escritor que dio a conocer universalmente la lengua española al mundo, Don Miguel de Cervantes. Él, por abrir camino, y otros artistas de la palabra que le siguieron nos hacen sentir orgullosos de un legado que ha traspasado fronteras, océanos, culturas y siglos hasta llegar a más de 400 millones de personas en todo el mundo. Por eso, cada pequeño homenaje a quien ha contribuido a este legado es un tributo más que merecido a algo más grande que nosotros, que da sentido y verdad a nuestras vidas: el arte y la cultura en nuestro idioma.

Don Miguel Delibes Setién, además de compartir patronímico y signo zodiacal con el autor de El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, cumple muchos tópicos del castellano recio: solitario, melancólico, amante de la caza y la pesca, valiente frente a la censura y siempre defensor de la libertad. Captó y criticó con ironía, a veces con dureza, la mezquindad, la crudeza y la injusticia de una sociedad pobre, falta de educación y de amor por la belleza y la cultura, sin importar la clase social. Una sociedad que, en definitiva, merece mucho más, centrada como está en arquetipos arraigados, en un ciclo de vida natural que se ve paralizado por el tan preciado progreso.

Y bien, ¿qué es el progreso? Para el padre de Daniel el Mochuelo, protagonista de El Camino, que su hijo se forme y pueda tener un futuro mejor después de estudiar en Valladolid. Para don Cecilio Rubes, padre del idolatrado Sisí del libro homónimo, ser respetado socialmente, poseer un coche y vender bañeras.

Personalmente, tengo que confesar que El Camino abrió mi mente a través de las peripecias y las dudas de Daniel sobre lo que era la vida, los diferentes tipos de personas que podemos encontrarnos y lo difícil que es salir de una zona de confort para lograr nuestros sueños. Siempre pensé que el melancólico Mochuelo agradecería siempre a su padre no haberse quedado de quesero en el pueblo, sino haber abierto su mente a través de la educación a múltiples posibilidades. Es un canto a la libertad, que no será siempre sencilla, pero siempre merecerá la pena.

Porque aunque Delibes describió como nadie el alma castellana, austera y noble, el mensaje de sus libros es siempre positivo, de superar una sociedad folclórica y ancestral para llegar a una nueva forma de vida en la que la educación siempre esté presente construyendo buenas personas que contribuyan a mejorar la sociedad, siempre respetando la naturaleza.

El progreso para él no tiene nada que ver solo con lo material, mucho menos con una sociedad dominada por la realidad virtual, sino con una sociedad formada por individuos libres, conscientes y justos. De ahí su denuncia en Los Santos Inocentes de un patrón social que no puede reproducirse, porque solo genera dolor, muerte y tragedia. Paco y Régula ya nunca aceptarían su situación sin más.

Se cumplen seis años desde que nos dejó este artista de la palabra, que defendió desde el sillón “E” la cultura y lengua española. Si a través de las peripecias de Don Quijote descubrimos la utopía, el surrealismo y hasta la locura a través del Mochuelo Miguel Delibes nos dejó el sentido común, el amor por la cultura y la naturaleza.

Para este hombre valiente y sabio, va este homenaje.