¿Quién no alucinó alguna vez con las increíbles aventuras de la pequeña niña, el conejo blanco, el sombrerero loco o la fiesta del té?.

La brillante mente creadora tras el clásico de la literatura infantil Alicia en el país de las maravillas fue el inglés Charles Dodgson, más conocido por el seudónimo de Lewis Carroll. El aclamado autor fue el padre del texto que muchos atesoramos como parte imborrable de los recuerdos de nuestra infancia.

Se podría afirmar que Alicia es casi el equivalente al Harry Potter de su época, responsable de inspirar el amor por la lectura a generaciones de niños en todo el mundo.

El texto surgió del afecto que el creador sentía por Alice Liddell, Alicia, su musa inspiradora, protagonista del libro. Ella fue una de las hijas del matrimonio formado entre el alto funcionario eclesiástico Henry Liddell y su esposa Lorina. La familia se mudó alrededor de 1856 al Christ Church de Oxford, donde posteriormente llegó Dodgson a dictar clases como un destacado académico.

El país de las maravillas.

En noviembre próximo se cumplirán 151 años de la publicación de Alice's Adventures in Wonderland, su nombre original en inglés. El cuento y su posterior secuela Alicia a través del espejo, y lo que encontró tras él están llenos de alusiones a la política de la época, referencias soterradas hacia la educación inglesa y las amistades del autor.

Obra maestra de Dodgson, la creación ha sido traducida a 40 idiomas y es uno de los autores más leídos y publicados en el mundo.

En este mundo de fantasía, surrealista, abundan los escondrijos de conejos, gatos de retorcida sonrisa y muchas adivinanzas; es un universo alternativo, que cautivó a generaciones de adultos y niños influyendo incluso a artistas contemporáneos como Dalí o el cineasta Tim Burton.

La novela ha inspirado películas de factura Disney, series de televisión, dibujos animados, obras de teatro, videojuegos, musicales, ballets, animés, parodias y óperas, entre otras manifestaciones artísticas. Es, qué duda cabe, un referente de la literatura infantil de todos los tiempos, que ha sabido mantenerse fresco y lozano recapturando, cada año, una legión de nuevos admiradores.

Pero el tema es que, a pesar de ser esta pieza una de las obras más amadas y respetadas de la literatura victoriana de ficción, la reputación de su autor se ha visto deslucida, empañada a lo largo de los años por las continuas acusaciones respecto de sus verdaderas intenciones o la real naturaleza de su relación con los niños. “Am fond of children (except boys)”, alguna vez escribió.

Multifacético creador

Dodgson tenía muchas facetas en su vida y un intelecto indudablemente brillante: diácono anglicano, profesor de matemáticas, escritor, además de fotógrafo especializado en retratos.

El inglés abrazó la fotografía como novedoso y reciente medio artístico, alcanzando pronto la excelencia y perfección. Trató de combinar los ideales de belleza, donde el cuerpo humano podía ser disfrutado y admirado sin sentimientos de culpa y, sin duda, la inocencia e ingenuidad infantil le obsesionaban y motivaban.

Pero la duda y la controversia que comentamos siempre le han rondado. El peso que carga y que ha sido frecuente objeto de análisis, es el de tener “oscuros motivos” o “ulteriores deseos” con respecto de las niñas.

Conocido es el hecho que Dodgson apreciaba la compañía de los pequeños (especialmente de niñas) y trabó amistad con decenas de ellos. Se sentía cómodo y a gusto. Incluso, solía mantener cuentos en sus bolsillos, al igual que puzles y acertijos para entretenerlos.

Dirigiendo su propio taller fotográfico, Dodgson se aficionó a retratar niñas. Algunas veces en poses artísticas y otras veces desnudas y en comprometedoras y dudosas poses de “adultos”. Esta es una situación cuya naturaleza haría levantar una ceja hasta al más ferviente de sus fanáticos. Controvertido y espinoso, el tema nunca se ha resuelto, ni aclarado del todo, a pesar de los años que han invertido en investigación expertos y biógrafos, la duda persiste.

Muchos confían en el espíritu puramente artístico y estético de este trabajo, pero muchos otros argumentan intenciones más tétricas.

Con una óptica victoriana. El beneficio de la duda.

Entreguemos el beneficio de la duda. Es frecuente leer que debiéramos acostumbrarnos a analizar su trabajo con los ojos del “arte fotográfico victoriano”, que veía en la desnudez de los niños “un símbolo de pureza y virtud” y no con los ojos analíticos y desconfiados del siglo XXI.

A Dodgson se le puede ver inmerso o como parte de la llamada “era victoriana”, gloriosa época de desarrollo de la economía británica que pasó de rural/agraria a convertirse en una potencia europea industrializada. Todo ello inmerso en los supuestos estrictos códigos morales de comportamiento social de la época, que quizás no eran tan severos como se piensa.

Esto, junto con su pasión por el teatro, habría de traerle problemas con la moral victoriana, e incluso con los principios anglicanos de su propia familia. Como anota su principal biógrafo, Morton Cohen: «Rechazó rotundamente el principio calvinista del pecado original y lo sustituyó por la noción de divinidad innata”.

Con Alicia

La relación entre Dodgson y la familia Liddell, especialmente con tres de las pequeñas hijas del matrimonio -Lorina, Edith y Alice- ha dado para que se escriban páginas y páginas de artículos analizando su comportamiento.

La niña, su musa inspiradora, objeto de su atracción y protagonista del texto, fue fotografiada muchas veces por Dodgson. Muchas de esas fotografías han sobrevivido hasta nuestros días.

En un interesante documental emitido por la BBC de Londres el año pasado, con motivo del aniversario número 150 del libro, el equipo investigador encontró en un museo de Francia una reveladora fotografía, desconocida hasta ahora, y que ha sido acreditada a Dodgson.

En la perturbadora imagen aparentemente se puede ver a una Lorina Liddell preadolescente en un desnudo frontal completo, una imagen que indudablemente ningún padre habría permitido, en este siglo o en la época victoriana.

No hay duda que el afecto de Dodgson por sus llamados “amigos pequeños” es bastante cuestionable y estaría totalmente fuera de contexto hoy en día. Correspondencia de su puño y letra también se pudo conservar hasta hoy. Le escribió a una menor de 10 años ”..gracias extra y besos por el mechón de cabello. Lo he besado muchas veces, porque te he querido besar a ti, sabes, incluso el cabello es mejor que nada”.

Los biográfos Michael Bakewell, autor de Lewis Carroll: una biografía, de 1996 y Donald Thomas, Lewis Carroll: un retrato a fondo, de 1995, convienen que efectivamente Dodgson era un pedófilo, pero uno de tipo “célibe y reprimido”. Pero muchos otros estudiosos han argumentado que el análisis no es tan simple.

La autora Katie Roiphe, creadora de la novela del 2001, Still she haunts me evalúa la obsesión de Dodgson por Alice Liddell. “Cuando uno piensa en un pedófilo, uno piensa en un libidinoso, que babea estilo Nabokoviano, pero ese no es el tipo de Carroll. Su amor era más delicado, tortuoso y elusivo; su calor, su rareza y terrorífica pasión más intrincada y complicada que cualquier cosa que pueda ser descrita en una sola palabra”.

El tema es dudoso,”raro”, incluso tratando de ajustar el lente a los parámetros victorianos del siglo XIX, que consideraba como “la creación suprema más brillante el cuerpo desnudo de una niña antes de su pubertad”. Incluso, Julia Margaret Cameron, artista dedicada a la fotografía contemporánea de Carroll, también retrató desnudos de niños.

Al efecto “flou” de desenfoque intencional que solía utilizar como recurso estético, se debe ese efecto casi poético que le entregó a sus fotografías. Por lo tanto, el perfil de su trabajo fotográfico es bastante disímil al trabajo de Dodgson.

En fin, cuestionable o al menos sospechoso de una “atracción reprimida”, como aseguran sus biógrafos, del inglés nunca se pudo determinar alguna verdad excluyente, sólo especulaciones.

No hay registros oficiales de conductas inapropiadas, más que el abrupto y extraño cese de la amistad entre la familia Liddell y Dodgson, lazos que se enfriaron inexplicablemente y que alejó sus caminos, al menos, de forma pública.

Se ha especulado mucho que pidió la mano en matrimonio de la pequeña Alice o Lorina, o que se sobrepasó con las sesiones fotográficas, situación detectada por la madre de las niñas, quien le habría escrito a Dodgson exigiéndole que se mantuviera alejado de ellas y su familia.

Un favorito

Mucho se ha comentado que este caso corresponde efectivamente a “un gran libro, escrito por una no muy gran persona”.

Haya o no haya existido alguna aspiración romántica o de índole sexual por Alicia o Lorina, es un tema que probablemente seguirá sin resolverse, haciendo correr ríos de tinta o llenando páginas virtuales en internet, con todo tipo de análisis y especulaciones.

Del meticuloso diario de vida que prolijamente mantenía Dodgson fueron destruidas varias páginas, especialmente las de los días en que se supone se rompió la cordialidad existente con la familia.

Eventuales discrepancias académicas entre el dean Liddell –padre de Alicia- y Dodgson respecto de la política de estudios del college también se han mencionado como causa del fin de la amistad, al igual que las eventuales pretensiones amorosas de Dodgson para con la institutriz de las niñas.

A pesar de estas sombras, el aclamado clásico sigue inamovible como un gran favorito, un must read en la vida de cualquiera. Las maravillosas ilustraciones de John Tenniel aún permanecen en nuestra retina y nos conmueven y nos transportan de regreso a los felices tiempos de la niñez. Agradecidos estamos por ello.