La actualidad política española está últimamente centrada en una votación con objetivos independentistas, pero no es el único referéndum secesionista programado en las próximas fechas a nivel internacional. A pesar de que, obviamente, ha acaparado menos portadas que la movilización en Catalunya, la etnia kurda celebró ayer mismo, 25 de septiembre, un referéndum que puede ser clave para el futuro de la mayor nación sin país en todo el mundo, y también de gran importancia a nivel regional.

Abandonados a su suerte

Con cerca de 30 millones de personas, la etnia kurda no cuenta con un Estado propio, y sus habitantes se dispersan entre los diferentes países de la región, formando el 10% de la población de Siria, el 19% de Turquía, el 20% de Irak y cerca del 10% en Irán.

Se trata del cuarto grupo étnico más numeroso de Oriente Medio y forman una panoplia muy diversa, sin un dialecto común entre toda la etnia y con diferentes religiones y credos, aunque la mayoría son musulmanes suníes.

Su camino de reclamación de derechos a conformar una entidad independiente comenzó a principios del siglo XX, cuando ya comenzó a desarrollarse la idea de un Estado al que llamarían Kurdistán. Después de la I Guerra Mundial y la derrota del Imperio Otomano, las tropas aliadas dieron su palabra para la provisión del Estado kurdo en el Tratado de Sevres de 1920. Sin embargo, este acuerdo no llegó a aprobarse por discrepancias del nuevo Estado de Turquía, y fue reemplazado por el Tratado de Lausana, que no contemplaba la creación de Kurdistán.

Los siguientes 80 años fueron de represión brutal de la etnia en la mayoría de los países donde se asentaban sus miembros, especialmente en Turquía e Irak, aunque nos centraremos en este último, puesto que es la región kurda en Irak la que ha puesto en marcha el referéndum.

Un largo camino

Aunque su camino ha estado lleno de represión y violencia, a día de hoy, la Región Autónoma Kurda en Irak es la que cuenta con más derechos de todas las regiones kurdas. Después del fallido Tratado de Sevres, los kurdos iraquíes se rebelaron contra el mandato británico en la región, pero fueron derrotados.

En 1946, Mustafa Barzani creó el Partido Democrático de Kurdistán (KDP), que fue clave en la puesta en marcha de una revolución en 1958 encaminada a la creación de una nueva Constitución que amparase los derechos de los kurdos en Irak. Ante la negativa del gobierno central iraquí, el KDP comenzó una lucha armada en 1961 que tuvo una tregua en 1970, cuando el gobierno ofreció un acuerdo para otorgar a los kurdos una región cuasiautónoma. Sin embargo, los acuerdos no prosperaron y la lucha volvió a retomarse en 1974.

A finales de los 70, el gobierno iraquí comenzó una campaña de asentamientos árabes en la zona kurda para forzar el desplazamiento de miles de kurdos. Esta estrategia se aceleró en los 80 durante la guerra entre Irán e Irak, con la excusa de que los kurdos habían mostrado simpatías hacia la recién creada República Islámica iraní, y fue acelerada en el 88 a manos de Saddam Hussein como venganza por este respaldo, incluyendo ataques con gas nervioso en la ciudad de Halabja.

Tras la derrota de Hussein en la Guerra del Golfo, Massoud Barzani, hijo del fundador del KDP lideró una rebelión kurda cuya violenta supresión forzó a Estados Unidos y otros aliados a crear una zona de exclusión aérea en el norte de Irak que permitió a los kurdos disfrutar por primera vez de autodeterminación.

Sin embargo, un partido escindido del KDP, la Unión Patriótica de Kurdistán (PUK) acordó con este otro compartir poderes, pero las tensiones crecieron y se dio lugar a un conflicto interno en 1994. Este conflicto finalizó ante la invasión de Irak por parte de Estados Unidos en 2003, en la cual ambos partidos cooperaron para ayudar a la caída del régimen de Saddam Hussein, llegando a capturar Kirkuk y Mosul, y aunque se retiraron de esta última, mantienen presencia en la zona, sobre todo en Kirkuk, un enclave petrolífero importante.

Desde ese momento, ambos han cooperado en el gobierno del Gobierno Regional del Kurdistán (KRG), creado en 2005 para administrar las tres provincias de Dohuk, Erbil y Sulaimaniya, y comenzar un camino hacia la autosuficiencia, como con la creación de oleoductos para exportar a Turquia y administrar esas ganancias independientemente.

Camino hacia el referéndum

Este hecho, el de ser prácticamente autónomos y autosuficientes, es el que ha llevado a muchos analistas y expertos a no recomendar la celebración del referéndum, además de a ser considerado como una amenaza para muchos de los países de la región y potencias occidentales.

En el primer caso, lo cierto es que, a pesar de que la región autónoma del Kurdistán es autosuficiente e incluso cuenta con policía propia y un buen ejército, alegan que se han vulnerado sistemáticamente medio centenar de artículos de la Constitución redactada en 2005, que establecía el desarrollo de un Estado federal.

Sin embargo, varios expertos y analistas apuntan a que esta llamada al referéndum, que ya se anunció en julio de 2014, aunque fue finalmente aplazada por la lucha contra el Daesh, no es fruto de una larga trayectoria por los derechos de los kurdos. Por el contrario, aseguran que es un movimiento del actual presidente del Gobierno Regional del Kurdistán, Massoud Barzani, cuyo mandato había expirado en 2015 y que prolongó con un movimiento tildado por la oposición de ilegal, para aprovecharse de la divisón de los otros partidos y asegurarse un lugar en la historia. También se apunta a que se trata de un intento de desviar la atención de la crisis económica de 2014 por la pérdida de porcentaje de los ingresos por petróleo del Estado central y la caída del precio de su propio petróleo.

A pesar de esto, la mayoría de la población es favorable al referéndum y a la independencia, y el resto de partidos no se atreven a oponerse a esta circunstancia histórica por miedo a ser tildados de antipatrióticos. El único que se opone es el partido Gorran (Movimiento por el Cambio), que consideran el referéndum anticonstitucional e intentan posponerlo y acordarlo con el gobierno irakí.

No obstante, Barzani y los partidarios del referéndum esgrimen, además de motivaciones patrióticas, que Irak es un Estado fallido y que llevan demasiado tiempo lidiando con un Gobierno central con el que tienen disputas en asuntos como exportaciones de petróleo, aportaciones al presupuesto y control de áreas dividas étnicamente. De hecho, este referéndum, según avanzó el propio Barzani, no es vinculante y dará paso automáticamente a una independencia del Estado iraquí, sino que pondrá sobre la mesa una posición fuerte e inequívoca sobre la que construir un diálogo que dé paso a la independencia en un periodo de entre cinco y diez años.

Pocos apoyos internacionales

Esta llamada al referéndum cuenta con exiguos respaldos. La ONU y las principales potencias occidentales han desaconsejado este movimiento ante la necesidad más acuciante de derrotar al Daesh, que está más cerca de desaparecer de la región gracias a la ayuda del ejército kurdo, que fue arrastrado al conflicto primero en 2014 con la intervención de las Unidades de Protección Popular (YPG), sección armada del Partido de Unidad Democrática de los sirios kurdos, y más tarde con la entrada de las fuerzas peshmerga de los kurdos iraquíes tras la invasión de Mosul por parte de Daesh.

A pesar de que ciertos analistas como el exministro de Exteriores israelí Shlomo Ben Ami hayan señalado que Estados Unidos debería abandonar la quimera de un Irak unificado y apostar por la independencia kurda para evitar tensiones étnicas regionales, Washington está preocupado porque el plebiscito debilitará la posición del primer ministro iraquí, Haider al Abadi, antes de las elecciones generales de abril de 2018, además de que temen que la secesión arroje a Irak a un desorden permanente y desencadene en nuevos conflictos en la región.

El único país que se ha mostrado completamente favorable ha sido Israel, debido en parte a las fuertes conexiones económicas entre ambos, ya que se estima que desde 2015 Israel ha comprado el 77% de sus importaciones petrolíferas al Gobierno Regional de Kurdistán en Irak. Rusia, por su parte, ha indicado con anterioridad su apoyo a la independencia de la etnia kurda, aunque no se ha mostrado tajante respecto al referéndum. El hecho de que Rosneft, uno de los gigantes energéticos rusos, haya echo inversiones millonarias en gasoductos en Kurdistán nos apunta a ese interés de que se separe de Irak.

El resto de potencias regionales temen que este referéndum pueda envalentonar a sus propias minorías kurdas a perseguir la independencia y, en casos como el de Irak o Turquía, desestabilizar países que llevan tiempo lidiando con una sociedad dividida. Incluso a Irán le preocupa que el referéndum pueda crear más inestabilidad en la región y poner en peligro la seguridad de Irán al influir en su población kurda de 8 millones de habitantes.

El caso de Turquía es el más interesante, puesto que aunque temen que su minoría kurda, una de las más numerosas y que más años lleva peleando por su autonomía, pueda verse respaldada por este movimiento, al mismo tiempo cuenta con fructíferas conexiones con los kurdos irakíes, gracias al oleoducto controlado por Turquía para transportar el petróleo kurdo irakí y con inversiones petrolíferas importantes, que podrían ser más ventajosas en caso de independizarse.

El petróleo es clave en toda esta historia, puesto que el Gobierno kurdo iraquí controla el 20% de los recursos petrolíferos de Irak y, en caso de independencia, pasaría a estar en el top 10 de industrias petrolíferas de la OPEC. Las incertidumbres respecto a lo que hará Turquía o Rusia con los oleoductos que controla y los países de la OPEC en caso de independencia muestran el juego de poderes que existe ahora mismo en Oriente Medio y que puede llevar a algunos países a mover ficha antes de arriesgarse a que esa independencia les perjudique.

Por el momento, el ejército turco ha lanzado un simulacro militar muy visible cerca del paso fronterizo de Habur, que según fuentes militares durará hasta el 26 de septiembre, un día después del referéndum previsto, y que cuenta con alrededor de 100 tanques y vehículos militares, respaldados por lanzacohetes y radares, desplegados en granjas abiertas cerca de la frontera, con armas apuntando al sur hacia las montañas kurdas.

Igualmente, el presidente iraquí Al Abadi ha alertado de que el triunfo de la independencia conduciría a la intervención del ejército en el Kurdistán desatando un caos que, a su juicio, solo beneficia al Daesh.

Con todas las cartas a punto de ser desplegadas sobre la mesa, la tensión aumenta en la región y la incertidumbre sobre el futuro del pueblo kurdo y de la estabilidad inestable de Oriente Medio no hace más que crecer.