Durante los dos mandatos del presidente de Chile, Sebastián Piñera, fallecido recientemente, fueron numerosas sus actividades internacionales que pueden ser recordadas, pero hay una en su segundo período, de particular importancia, para el país. El 1 de octubre de 2018, la Corte Internacional de Justicia de La Haya, dictó sentencia sobre la demanda de Bolivia por un acceso al Océano Pacífico. La recibimos con alegría y alivio. Alegría, porque 5 años de pleito áspero y de mucha tensión, concluyó con un total triunfo de la posición chilena. Y alivio, porque tantas especulaciones sobre el desempeño de la Corte quedaron desvirtuadas. No es fácil obtener una decisión así de clara, con innegables consecuencias para la relación bilateral. Es un fallo definitivo e inapelable, pues emana del órgano judicial principal de Naciones Unidas.

Evo Morales, entonces presidente de Bolivia, fue particularmente agresivo, demandándonos cuando todavía teníamos pendiente y ante la misma Corte, el juicio en que Perú nos demandara en 2008, realizando giras por varios países, y repartiendo publicaciones ofensivas. En un tweet afirmó: «Antofagasta es de Bolivia. Nuestro deber es recuperarla», (ciudad chilena desde 1884). Teníamos un nuevo caso donde no había mayores esperanzas. Se discutía acaloradamente, si convenía seguir en el Pacto de Bogotá, que daba competencia a la Corte, y hasta se planteó no comparecer, o abandonar la ONU, pronosticando una sentencia desfavorable.

El tema se complicó, pues la Corte no aceptó nuestra excepción preliminar de incompetencia, y el juicio siguió. Se presumía que la Corte fallaba políticamente o de manera salomónica. Morales asistió, y por primera vez lo hacía un presidente en ejercicio. Festejó que la Corte «les había devuelto el mar», y el jefe de sus abogados, el español Ramiro Bretons, lloró ante la prensa a la salida del tribunal (suele ser teatral), pues «se hacía justicia con la causa de Bolivia».

El presidente Piñera no se dejó impresionar. Los tres sucesivos agentes de Chile mantuvieron la misma línea de defensa, afirmándose en lo jurídico y no tentándose por utilizar recursos políticos o publicitarios. Eso sí, ante el desánimo, pocos advirtieron que el juicio principal no era el mismo. La incompetencia perdida, no obstante, redujo el caso a si «Chile tenía la obligación de negociar un acceso al Pacífico con Bolivia, de buena fe, y si había faltado a esa obligación». Se eliminaron las urgentes y conminatorias exigencias bolivianas. Además, no se precisó en qué consistía la obligación, y los agentes bolivianos no lo explicaron claramente.

En los alegatos, punto a punto se respondió a la demanda, y por primera vez se utilizó ante la Corte un tweet, el de Evo Morales. Pero faltaba la sentencia. Por supuesto, Evo confiado, volvió a estar presente. Pero esta vez no pudo festejar, y se fue hundiendo en su asiento mientras era leída.

En resumen, la sentencia no acogió ninguno de los principales argumentos de Bolivia, que fueron:

  1. Acuerdos bilaterales: Bolivia los citó todos. La Corte determinó que ninguno establece una obligación de negociar un acceso soberano al Pacífico, ni la existencia de un acuerdo.
  2. Actos unilaterales: Bajo circunstancias precisas, pueden crear una obligación y ser fuente de derecho internacional. En el caso, no existe, sino una disposición a negociar y escuchar, sin obligación jurídica para Chile.
  3. Aquiescencia o consentimiento: Si Chile dio su consentimiento de negociar un acceso soberano, ninguna declaración presentada por Bolivia ha implicado una reacción chilena. La aquiescencia no puede ser considerada.
  4. El «estoppel», o actos propios chilenos en su detrimento: Se constató que tales condiciones no se han cumplido, pues nunca aceptamos la existencia de una obligación. No constituye una base jurídica obligatoria.
  5. Expectativas legítimas, pues Chile los desilusionó. Se determinó que no se desprende del derecho internacional el que exista una expectativa legítima.
  6. Obligatoriedad de la Carta ONU y OEA para solucionar pacíficamente la controversia: Es un deber legal, pero las partes no están obligadas a recurrir a un método específico, como la negociación. Siguen intactos los principios de libre elección de los procedimientos y su no simultaneidad. De haberse acogido, habría sido un cambio jurídico sustancial.
  7. Resoluciones de la OEA, que favorecían el fin del enclaustramiento de Bolivia: Las consideró obligatorias para negociar un acceso soberano. Se rechazó, pues su adopción no implica tal obligación. Son sólo recomendaciones. De aceptarse, había un riesgo para el sistema multilateral, y la práctica diplomática.
  8. Actos acumulativos: Sumados los argumentos, producían un efecto decisivo. La Corte decidió que, considerados aislados o en conjunto, no nace la obligación de negociar. «Cero más cero, más cero, es cero», como sostuvo el Agente de Chile, Claudio Grossman.

Fue un fallo trascendente que se debe tener presente. En términos deportivos, se decía que Chile ganó 8 a 0, y el presidente Piñera, debió encarar vaticinios agoreros, y críticas por no asistir a la sentencia, o ir acompañado por expresidentes que tuvieron previas y destacadas decisiones en sus mandatos. Hubo prudencia sin estridencias, pues la asistencia de autoridades de las partes, en nada incide en la Corte. En su caso, Evo Morales lo apostó todo, y perdió.

La Corte aplicó el Derecho Internacional. Los jueces son elegidos políticamente en votaciones simultáneas de la Asamblea General y el Consejo de Seguridad. Hasta ahí llega ese factor. Al asumir, se comprometen a aplicar sólo el Derecho en sus sentencias. Su jurisprudencia es una de sus fuentes auxiliares. El presidente Piñera confió en ello, y nuestros agentes, abogados y asesores, lo secundaron con enorme eficiencia.

Ha sido uno de los pleitos más difíciles para Chile, por una disputa que duró 130 años. Hoy es un caso definitivamente resuelto, y le correspondió al presidente Piñera actuar con firmeza y decisión, como le era habitual, y nos consta a quienes integramos el Consejo de Política Exterior durante los Cancilleres Teodoro Ribera y Andrés Allamand, que transmitían las instrucciones presidenciales, siempre precisas y fundamentadas.

Valgan estos recuerdos del presidente Sebastián Piñera, a días de su trágico fallecimiento.