El asesinato en Irak del mayor general iraní Qasem Soleimani incrementará los conflictos en el Medio Oriente y la tensión con Estados Unidos. Se trata de un acto criminal a un hombre de Estado de un país de gran tamaño, de visita a una nación vecina. Ante la alarma desatada, algunos hasta lo comparan, como acto de guerra, con el asesinato del archiduque Franz Ferdinand de Austria en 1914 que desató la Primera Guerra mundial. ¿Qué líder de otro país no pensará que su vida está a merced de Trump, en cualquier lugar, gracias a nuevas tecnologías?

Nadie podría prever todas las posibles consecuencias en el Medio Oriente, pues interactúan factores históricos, religiosos, intereses políticos de cada estado, minorías al interior de cada uno, y todo esto acrecentado por el rechazo al colonialismo, las crisis económicas y las diferencias de riqueza. Es un enjambre complejo, muy distinto de las realidades simples que vivimos los latinoamericanos.

Para ordenar los potenciales efectos creo conveniente destacar dos ejes: el primero, la relación histórica Estados Unidos-Irán, y el impacto de este crimen a corto y a largo plazo; el segundo, la situación doméstica en Estados Unidos, y como la política internacional de Trump puede estar condicionada por sus cálculos electorales.

Relación histórica EEUU-Irán

Para entender la lógica del conflicto EEUU-Irán es útil remontarse al golpe activado por Estados Unidos y Gran Bretaña contra el primer ministro Mossadegh en 1953. Cuando Irán intentó la nacionalización del petróleo, en manos de compañías inglesas, hoy British Petroleum, Gran Bretaña desató una operación para derribar a ese Gobierno, y para ello contó con el apoyo de EEUU. A la caída de Mossadegh, Estados Unidos instaló al sah Reza Pahlevi, cuyo régimen se extendió hasta 1979, 26 años. A su caída, provocada por un levantamiento popular de diversas fuerzas políticas y sociales, se instaló un nuevo gobierno que dio origen a un régimen religioso presidido por los ayatolás, adversario de EEUU y de Israel. Ese régimen ya ha gobernado 40 años. Las tensiones con EEUU no han cesado. Irán inició un programa nuclear. El presidente Bush amenazó a Irán, calificándolo como miembro del eje del mal. Más tarde, Obama encabezó una operación estratégica para la paz mundial, que tras arduas negociaciones consiguió acordar, junto con la Unión Europea, Rusia, China y Naciones Unidas un plan de control nuclear con Irán. Trump rompió ese acuerdo iniciando un nuevo ciclo de confrontación, contra la opinión de los demás firmantes. Y ahora realiza un abierto acto de guerra.

La declinación de EEUU en el Oriente Medio

En perspectiva histórica, se constata un conflicto permanente y una progresiva pérdida de poder de Estados Unidos en la zona. El puro poder militar no sirve. Los resultados están a la vista: en Siria se fortalece el régimen de Assad, en Irak la invasión termina en una tragedia terrible para Irak, y ahora el Parlamento iraquí exige la salida de las tropas norteamericanas; en Irán fracasa el acuerdo nuclear; en Yemen, Arabia Saudita se consume en una guerra, apoyada por EEUU.

La gran constatación es que Estados Unidos tiene capacidad de destrucción, pero ninguna capacidad de ocupación. Así quedó demostrado en Irak. Así está ocurriendo en Afganistán.

Rusia, en cambio, ha conseguido acrecentar su influencia y pasará a tener un rol más activo en la zona. A diferencia de EEUU, el ejercicio del poder por parte de Rusia no está basado sólo en la fuerza militar, también en su capacidad diplomática para forjar alianzas y acuerdos. También habrá una participación más activa de las cuatro potencias medianas de la zona: Arabia Saudita, Irán, Turquía e Israel, con quienes Rusia mantiene diálogo regular. China, igualmente, se inclina por una actitud cautelosa, preservar la paz y ampliar su influencia económica.

¿Y qué puede ocurrir en el corto plazo? Sin duda, este crimen tendrá una réplica. La primera reacción será fuerte, pues el propio Irán debe defender su dignidad ante esta humillación. ¿Hasta dónde escalará? La sola incertidumbre se manifestará en la subida de precios de petróleo, por los riesgos de conflicto en el estrecho de Ormuz o eventuales daños a pozos o refinerías sauditas. Pueden ocurrir nuevos ataques a instalaciones militares de EE.UU. o un atentado a una autoridad norteamericana. Sin embargo, habrá fuerzas a favor de una contención. Los propios líderes iraníes deben considerar la debilidad de su economía y la oposición política interna a un régimen religioso autoritario que dura ya 40 años. Asimismo, habrá otros poderes globales que intentarán contener una escalada.

Árabes y persas

Creo que las naciones árabes preferirán evitar complicaciones con EEUU, mantenerlo distante, particularmente Siria, porque las cosas marchan a su favor. No conviene a numerosos países árabes sumarse a la pugna Irán – EEUU.

En efecto, es preciso tener en vista que al conflicto EEUU-Irán se superpone la pugna histórica árabe-persa. No se debe olvidar que la guerra Irak- Irán, en buena medida, fue entre árabes y persas, y duró 8 años (1980-88), con centenas de miles de muertos. Hussein intentó capturar una parte del territorio de Irán y apeló a un enfrentamiento entre árabes y persas. Además, fue una guerra entre dos países de mayoría chiita. Señalo esto para mostrar que el alineamiento religioso no explica la evolución de los acontecimientos. La clave son los objetivos políticos, que suelen vestirse de religión.

La inestabilidad política no dependerá solo del conflicto con los Estados Unidos. Existe una infinidad de grupos armados que pueden generar violencia y que no son controlados por los estados y sus ejércitos. De hecho, el ataque de EEUU favorecerá a los grupos terroristas ligados al Ejército Islámico (ISIS).

Pensando en las tendencias largas, se debe tener presente que un objetivo permanente de muchas sociedades del Medio Oriente es la autonomía y afirmación de la identidad árabe ante Occidente. Continuará por tanto el choque con las potencias coloniales europeas y EEUU en la medida que estas busquen imponer sus políticas.

La campaña electoral de Trump: ganar a cualquier precio

El segundo eje dominante para explicar los acontecimientos es la campaña electoral de Trump. Él piensa que esta acción lo fortalecerá internamente, y menosprecia las consecuencias internacionales. Seguramente Trump y sus asesores estimen que tal ataque debilitará la acusación constitucional (impeachment), pues a los demócratas se les hace más difícil criticar al presidente en medio de una crisis internacional con posibles represalias.

Otra consecuencia relevante del ataque a Irán, que puede influir en la política doméstica de EEUU, es el riesgo de proliferación nuclear en Irán y Corea del Norte, dos fracasos sucesivos de la política de Trump. A ellos se suma la derrota de la política hacia Afganistán, donde no se ha logrado retirar tropas ni llegar a acuerdo con los talibanes; en Venezuela, su amenaza terminó fortaleciendo a Maduro; la retirada de Siria ha beneficiado a Assad y a Putin; y ahora el envío de más soldados al Medio Oriente, que contradice su promesa de campaña. Esa inepcia eleva los riesgos a los intereses de EEUU. Por su carácter imprevisible, no confiable, por la desarticulación de sus alianzas históricas Trump ha acentuado en corto tiempo la pérdida de influencia en Estados Unidos.

Conclusión

El asesinato de Soleimani es una muestra más de la vigencia de un nuevo escenario internacional. Entramos a un mundo sin hegemonías, con numerosos poderes intermedios estatales y muchos actores no estatales de creciente gravitación. Más difícil será entonces coordinar esfuerzos y prevenir guerras, en ausencia de organizaciones mundiales poderosas con capacidad para defender la paz y propiciar la colaboración global.

Crecerán los conflictos puntuales, y ante la incertidumbre que introduce Trump, será más difícil de vaticinar su magnitud.