La sola mención, o una pregunta sobre la Guerra Fría mete miedo, asusta. Recientemente en un discurso, el presidente norteamericano, Joe Biden, afirmó que no buscaba reeditar una nueva versión de la polarización global, en este caso con China. Una nueva Guerra Fría.

Los hechos se suceden y van en otra dirección muy diferente. El presidente de EE.UU., Joe Biden; el primer ministro británico, Boris Johnson; y el primer ministro de Australia, Scott Morrison, anunciaron el 15 de septiembre pasado la formación de una nueva alianza de seguridad y cooperación en materia de defensa para el Indo-Pacífico.

La cooperación trilateral, llamada AUKUS, prevé que EE.UU. ayude y le proporcione a Australia las tecnologías o directamente los submarinos de propulsión nuclear. De esta manera anularon un convenio con Francia para la construcción de submarinos de propulsión tradicional por 54 mil millones de dólares.

El ministro de Exteriores ruso Serguéi Lavrov considera que ya es obvio que «el centro del desarrollo mundial se ha desplazado de la región euroatlántica a la zona de Asia-Pacífico» y que la alianza antichina AUKUS es parte de «una de las tendencias de moda inventadas por EE.UU.»

Estas declaraciones confirman que Rusia está naturalmente alineada con China y contra la hegemonía de los Estados Unidos, no solo en el pacífico sino a nivel mundial.

Y en este caso no se trata solo de apoyo simbólico, hace pocas semanas Rusia anunció el lanzamiento de un misil hipersónico: el Zircon, desde un submarino y a una profundidad de 40 metros, que puede recorrer 1.000 kilómetros y vuela a nueve veces la velocidad del sonido.

Este misil es parte de una nueva generación de armamentos considerada «invulnerable» por la combinación de velocidad, maniobrabilidad y altitud.

El Zircon, destinado a armar cruceros, fragatas y submarinos, es una de las varias armas hipersónicas que Rusia desarrolla y que Putin ha promocionado como parte de una nueva generación de armamento «invulnerable», que por su combinación de velocidad, maniobrabilidad y altitud hace que sea difícil de rastrear e interceptar.

La carrera armamentista se aceleró luego del abandono de los Estados Unidos del tratado de control de armas nucleares, que fue un momento fundamental para detener el avance en la Guerra Fría y que Moscú y Washington firmaron en 1987.

El gobernante ruso recalcó que «el centro del desarrollo mundial se ha desplazado de la región euroatlántica a la zona de Asia-Pacífico». durante las últimas décadas «bajo los auspicios de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático)» existían «los formatos universales» de colaboración basados en los principios del «consenso», «la igualdad» y «la consideración mutua de los intereses» donde participaban todos los Estados clave de la región.

Esto último está cambiando rápida y radicalmente. Por su lado la alianza conocida como Quad, entre EE.UU., Australia, India y Japón, no solo realizan reuniones de coordinación política, sino maniobras militares conjuntas. También el Quad fue creado para consolidar un bloque militar y estratégico contra la influencia de China en Asia e internacionalmente.

China es en la actualidad la segunda potencia económica mundial y se ha transformado en el centro de mayor acumulación de capital a nivel global. El 28% del crecimiento global entre el 2003 y el 2018 corresponde a China, según el FMI, y su crecimiento es dos veces superior al de la economía norteamericana que desde hace 50 años sufre una caída sistemática de la rentabilidad del capital.

Las causas de estos procesos son múltiples, la afluencia de enormes inversiones en China provenientes del exterior, en particular desde los EE.UU. El Estado chino ha utilizado las inversiones extranjeras como sustituto de una clase capitalista nacional con capacidad de inversión. El acelerado desarrollo económico ha cambiado radicalmente a China, en proporciones nunca antes conocidas. Por ejemplo: la renta per cápita aumentó 229% entre 1988 y el 2008, en solo 20 años.

Otro factor importante ha sido la diferencia en las inversiones militares de ambas potencias, la influencia de Bejing la logró a partir de la economía y el comercio, mientras China invertía billones de dólares en África, en América Latina y en general en la economía global y del Sur; EE.UU prestó cifras enormes de ayuda militar a sus aliados geopolíticos, como Israel, Egipto, Arabia Saudí y a sostener la invasión y ocupación de Irak y de Afganistán.

En el 2019 EE.UU. tuvo un presupuesto militar de 732.000 millones de dólares anuales, mientras que el de China fue de un tercio, 261.000 millones y en cuanto al crecimiento de ese gasto militar es de 5.9% anual para EE.UU., en China es del 5.1%, pero partiendo de una base que es tres veces superior.

Esto naturalmente ha rezagado la potencia militar China que es considerada por los expertos de corte regional y defensivo. China dispone de 260 cabezas nucleares, contra 18.000 de los EE.UU. En materia de portaviones, Bejing dispone de dos, fabricados con tecnología soviética, bastante anticuada, mientras los norteamericanos disponen de 11 portaviones. La relación en cuanto a las bases militares en el exterior, es de 1 a 25, naturalmente a favor de Estados Unidos.

Toda la visión estratégica norteamericana se basa en una gran superioridad de medios en relación a su adversario y en disponer de la posibilidad de manejar varios conflictos bélicos simultáneamente y en bloquear las rutas comerciales.

La realización actual de maniobras de China por un lado y de EE.UU y sus aliados por otro, muy próximas entre sí, es un permanente peligro para la seguridad mundial.

Las tentaciones de los EE.UU. de aprovechar la superioridad militar innegable, frente a una competencia económica y comercial que le es totalmente desfavorable, es un grave peligro mundial. En el terreno de la disputa con China es uno de los pocos en que Demócratas y Republicanos están de acuerdo más allá de las diferentes retóricas.

En ese cuadro Rusia ya ha dado muestras muy claras de qué lado está alineada.

Un factor que hay que considerar es la posición y la actitud de la Unión Europea. Estados Unidos llevó a través de la OTAN a muchos países a participar y precipitarse en las desastrosas aventuras militares en Irak y en Afganistán, terminadas en desastres de diferentes proporciones.

La seria disputa con Francia por los submarinos australianos, resuelta con la directa intervención de Gran Bretaña para la formación del AUSKUS, las presiones norteamericanas para que sus socios europeos se hagan cargo de una porción mucho más importante del presupuesto de la OTAN, que tuvo su punto más elevado con Donald Trump, pero que se mantiene, son cambios que deberían impactar en la posición de la UE.

El papel jugado por Alemania y Francia en los últimos años, muestran que la Unión Europea podría y debería jugar un papel de equilibrio a nivel mundial mucho más activo y con menos complejos. Los EE.UU. ya no son los mismos aliados que antes, durante la anterior Guerra Fría.

La nueva globalización y los intereses de cada uno de los bloques, requieren de líderes europeos con una mayor capacidad de iniciativa mundial que se interpongan en esta escalada que nos está precipitando efectivamente en niveles de tensiones muy similares a una Guerra Fría y con sus episodios de guerras calientes.

La otra zona clave es el sur global, que con el choque entre los dos gigantes, EE.UU y China, corre el riesgo de ver reducir todavía más su papel a nivel mundial. Es notorio que el bloque de los 5 (Brasil, Sudáfrica, India, México y Rusia) ha perdido protagonismo y prácticamente ha desaparecido de la escena.

La clave en este caso es la capacidad conjunta e individual de los países del Sur de conciliar los intereses nacionales y la gobernanza mundial, que hoy afronta una seria crisis.

Los tratados de libre comercio, que son la expresión del más claro fracaso del libre comercio a nivel global no pueden analizarse solo desde el punto de vista comercial y económico, tienen una componente política y diplomática fundamental y muy compleja.

En futuras columnas trataremos de afrontar como, en esta nueva etapa luego de la pandemia o de su transformación en algo endémico, todos los factores, las alianzas, las inversiones, el comercio mundial y la gobernanza en las naciones y en el mundo, tendrán que incorporar los factores de equilibrio y las nuevas perspectivas demográficas (en el 2100 la mayoría abrumadora de la población vivirá en Asia y en África) y las amenazas inexorables, al medio ambiente y a la salud, pero también a la paz mundial. Ergo a la supervivencia de la vida sobre la Tierra.