Analizar las canciones de Pablo López es casi como analizar un poema de Miguel Hernández. La letra es un poema, el estilo es su género lírico, las estrofas pueden ser estribillos… y es que incluso me atrevería a confirmar que crear una canción desde el comienzo y de ese nivel es mucho más difícil que escribir un poema, porque como alguien dijo alguna vez: «La canción es una intersección entre dos mundos muy distintos: el musical (las notas) y el del lenguaje (las letras)». Algo que muy pocos genios saben hacer, y Pablo López lo hace a la perfección. Con ayuda de sus 88 blancas y negras, como él dice, y su talento innato.

Pablo López pensó en ser periodista y seguro que hubiera sido uno de los buenos, pero la verdad es que yo y muchos otros nos alegramos que no lo fuera, porque nos hubiéramos perdido mucho. En mi primera clase de periodismo, con 18 añitos recién cumplidos, la primera frase que escuché de una profesora legendaria de la Complutense fue: «Si estáis aquí porque os gusta escribir, es mejor que salgáis de esta clase e intentéis cambiar de carrera como sea». Obviamente todos (me atrevo a decir que más de los 100 que estábamos allí lo hacíamos porque nos encantaba nos encantaba escribir) nos miramos atónitos, desconcertados e incluso aplastados, pero nadie salió de esa puerta, porque por aquel entonces además de gustarnos escribir éramos comprometidos, luchadores, utópicos y teníamos ganas de cambiar el mundo, nosotros, como ha dicho Pablo en una ocasión: «Queríamos trabajar para emocionar a la gente». Más tarde, comprendí a lo que se refería aquella profesora, y dijo una verdad a medias, porque he leído piezas o novelas periodísticas que son una auténtica obra de arte de la literatura.

Pablo o López, como suelen llamarle sus amigos del ámbito de la música, comenzó a tocar el piano desde los 6 añitos y aunque en su casa no «había ni espacio ni dinero para un piano» y le regalaron una guitarra, siempre le fue fiel a esas 88 teclas. El camino que tiene preparados para nosotros el destino lo llevó a tocar en hoteles y al metro de Londres. También a Operación Triunfo, su primer gran escaparate donde le llevó una apuesta perdida y donde tuvo que recuperarse del descrédito: Risto le llegó a decir que nunca sería más que un «pianista de hoteles».

Pero con su característico desprecio marquetiniano, se equivocó y lo ha reconocido, pero creo que aún no es consciente de cuánto. Tengo que admitir que aunque ya escuché algún tema suyo y me pareció bueno, soy muy fiel a Alejandro Sanz y no le hice un hueco desde el principio. No dejé si quiera que Pablo Alborán llegara a entusiasmarme, por miedo a ser infiel a Alejandro Sanz. Por supuesto, me han gustado otros artistas y temas que me han llegado al corazón, también soy fanática de la música pop de los 80 y 90, pero el lugar que le tengo guardado a Alejandro Sanz no podía ser usurpado por nadie. No me gusta el reggaetón, bueno, a veces, alguna canción con una copita de más, ni los «modernos», como yo les llamo, bueno sí, algunos temas concretos, pero muchas veces no sé ni quién es el grupo.

Pero luego entre que leí en una entrevista que le hicieron: «Un colega me decía el otro día que el ‘indie’ es más ‘mainstream’ que el ‘mainstream’. Pero cada vez discuto menos y converso más, y aunque tengo que defenderme a veces de gente con prejuicios, ya no me ofende que se me meta en un saco u otro» me sentí totalmente identificada con la gente que me llaman viejuna porque paso del ‘indie’. Y otra declaración que hizo: «Uno de los tipos a la vez valientes y raros que conozco es Alejandro Sanz, a quien la gente considerará ‘mainstream’. Si te paras a leer un texto suyo, a observar la estructura de sus canciones, donde no hay un estribillo igual que el otro…, me parece más raro que la mayoría de canciones que se consideran ‘indie’» y su canción El Patio, con la que me pasó lo mismo que a él y a mí nos sucedía con las canciones de Alejandro Sanz, reconozco sin pudor que me tiene totalmente ganada. No paro de hablar de él, de alabarle, de escuchar y analizar sus canciones, sus entrevistas, sus propios pensamientos sobre sus letras. Es un auténtico genio, que encima no se lo tiene ni creído, es humilde, fiel, libre y sensato y no quiere engañar a nadie. Valora a los amigos, tiene fuerza y capacidad de transmitirla, tiene tesón, es constante y apuesta por lo que cree, que envidia deberíamos tenerle tantos.

Y no, no me he vuelto loca, paso por un momento personal difícil y su canción El Patio, en la que canta y cuenta, dio nombre a todo aquello que no sabía expresar con mis propias palabras o que no llegaba ni a comprender. Así que, no puedo más que darle las gracias.

Además, me siento cómo él se siente en este momento, caótico y desarmado, y como ha plasmado en su disco y aunque siempre escribe con desagarro, en este tercer álbum hay «un trabajo de introspección que incluso me llegó a dar miedo porque hablaba desde lo más profundo. Estoy en un momento en el que a nivel personal he llegado a lo más profundo. Me he conocido mucho más». Yo también he tenido muchas clases de miedo, también «ese miedo a decepcionar e intentar agradar a todo el mundo», que al final no es bueno ni para uno mismo, ni para los demás. Y estoy llegando a esa catarsis que él ha conseguido escribiendo este trabajo. Y además, coincido con él en que hago del sentido del humor mi mejor aliado. Pero no hemos venido aquí a hablar de mí, sino de su trabajo.

Un disco que muestra su fusión con la partitura, la música y el piano como una extensión de su cuerpo. Además de oírle, es un espectáculo brutal como lucha para que su expresión, las teclas y los acordes transmitan aún más. A pesar, de que ese instrumento sea su «mejor amigo» o «el rey de tu salón». Pablo se rompe, literalmente, al cantar y eso es lo que le hace tan grande y un ejemplo para muchos. Gracias de nuevo. Enhorabuena, me atrevería a decir que con este trabajo vas a acabar conseguir alcanzar el Más de Alejandro Sanz, ahora todo lo que llegue solo puede ser mejor.

Él, como Alejandro Sanz, tiene esa capacidad de curar el alma, normalizar ese punto de locura que muchos tenemos, esa sensibilidad, esa empatía con lo ajeno más que con uno mismo…

Cuídate y quiérete porque serás una leyenda de la música española y de muchas de las almas que escuchamos y analizamos tus letras. Sigue siendo un justiciero de la música y a través de ella. Pero, sobre todo, sigue siendo un intenso, por favor.