Podemos querer perdernos, perdernos y no regresar. A veces podemos querer llegar lejos sin realmente tener un lugar. Pero incluso cuando queremos desvanecernos, siempre queremos conectar. Una energía que nos una, que nos haga sentir la gravedad, halándonos a la tierra, haciendo que sintamos que somos parte de ella.

La magia existe, pero hay que abrir mucho más que los ojos. El alma entera, sentir el aire que entra y te llena de vida, tu pecho levantarse y tu corazón acelerarse. Perderte en una mirada y entenderlo todo con una sonrisa.

Sentí muchas cosas, cosas que antes no había sentido. Llegué al otro lado del mundo y el aire era extraño pero delicioso. Desperté extraviada de la vida, había querido apartarme de todo, pero allí no podía hacerlo, el lugar no me lo iba a permitir. Era una ciudad con vida propia, era una ciudad que te raptaba, que te obligaba a ver una belleza más allá de la belleza, a sentir pasión más allá de la pasión. Sídney era su nombre, y solo su nombre me alteraba los sentidos, recorría por mis venas esa historia de un mundo aparte, donde las flores te miraban de manera distinta y los sabores se amarraban a la garganta.

En el puerto de Darling, recostada en un banco, el aroma de mar me adormilaba, el sonido de la gaviotas robando comida a los turistas me hacía gracia. Quería estar sola, siempre sola, pero ese no era el plan de la ciudad. Puedes planear hasta el último movimiento y eso no significa nada.

Se presentó a mi como traído por la suave brisa. Su aspecto despreocupado, amigable, me inspiraron confianza aunque aun me mantenía reservada, siempre espero las sorpresas. Me habló de los lugares que más le gustaban y los que más frecuentaba: era una persona del mar, del sol, de la sal. Las playas Bondi y Manly eran su perdición, pero también sentía debilidad por Las Rocas con sus pubs, galerías, restaurantes y el museo de arte. Quería saber más, quería que me lo mostrara todo, quería ver a través de sus ojos y sentir lo que sentía, con solo estar cerca de él me daba cuenta de que todo era más real, que yo estaba más viva.

-Siempre tienes que querer mas – Dijo entre sonrisas – .Nunca sientas que es suficiente. Conformase no es seguro, arriesgarse es de valientes.

Lo miré con estrellas en mis ojos y a la distancia la perfectas formas de la Opera House de Sídney parecía salida de un sueño, con música, colores, espuma y rocío. Un bote se acercaba y sonaba una campana, sabía que algo significaba y que él se iría.

-Nada es para siempre- Le dije cerrando los ojos y aspirando la noche.
-No, pero eso no quiere decir que realmente termina, solo se transforma en algo mas... Algo nuevo, algo incluso mejor.

La lluvia empezó a caer, primero suave y luego a cantaros, y yo aun caminaba por las calles de Chinatown hasta Paddy's Market. No me importaba estar mojada, el agua me entraba en la piel, sentía que era salada y también picante si era posible.

Saqué de mi bolsillo un ticket de ferri que antes no poseía. Sé que él lo había dejado en mi chaqueta. De alguna manera tenía que llevarme a algún lugar y debía averiguarlo.

Ya en la embarcación, navegando por Sídney Cove miré las luces de la ciudad, me saludaban amigables y orgullosas, danzándole a la noche, seduciendo a la luna.

¿Qué me has hecho, Sídney? ¿Por qué me siento así? Soy parte del mundo, del universo, de este continente salvaje. Me has hecho abrir los ojos, me has inspirado tener infinitos antojos, por descubrir lo desconocido, por encontrar lo que esta escondido.