Siempre me ha gustado el humor negro. Es una forma muy sana (bromas aparte) de lidiar con la cruda realidad, a veces tan insoportable que nos roba hasta el alma. No sé si conocen la canción Space Oddity. Resulta que David Bowie estaba obsesionado con el filme de 2001, una odisea en el espacio (de Stanley Kubrick), así que la veía una y otra vez, sin parar, hasta que el VHS se quedó sin vida útil (esto último tómenlo como licencia). Ese mismo año, 1968, se ponía en marcha el Apolo 8, el primer viaje espacial tripulado que le hacía el caminito al Apolo 11, el gran sueño americano del presidente John F. Kennedy. Así que, sin quererlo, Bowie también llegó a la Luna con su canción en la retransmisión de la BBC (el enlace es un montaje, el archivo original se ha perdido, parece ser).

Al caso, que no he venido aquí a hablar de mi libro, sino del de una persona a la que admiro (mucho y hasta ahora en silencio). Parece que a estas enfermedades les gusta jugar con valientes. No me extraña, seguramente cuando elige contrincantes se lo piensa bien, así el juego da mucho más de sí, es más entretenido e intelectual. Hablo del cáncer, una palabra desagradable ya desde el origen terminológico de la palabra. Cuenta Oswaldo Salaverry que en el Corpus Hippocraticum, del siglo IV a.C., se hacía referencia a unas lesiones ulcerosas crónicas, que “se desarrollan progresivamente y sin control, expandiéndose por los tejidos semejando las patas de un cangrejo”. Cáncer que es el núcleo y razón de ser de El peor mejor momento de mi vida, las crónicas sanitarias de Nacho Mirás Fole que desde 2013 lleva narrando en su blog, rabudo.com.

Nacho Mirás es periodista y profesor en la Universidad de Santiago de Compostela, y desde que le diagnosticaron cáncer se dedica en cuerpo y alma a aniquilarlo. Me lo imagino protagonizando la escena de Gran Torino: él en la piel de Walt Kowalski y el astrocitoma anaplásico (cáncer) en la de la pandillita del coche: ¿Qué tramáis, morenos? A quien la disputa no le parezca tan emocionante como la de Clint Eastwood o indigna de mención, le remito de nuevo a su blog para que vean que el americano no le llega a la suela de los zapatos. Un periodista que ha hecho siempre su trabajo: después de dedicarse a contar historias, por desgracia cuenta ahora la suya propia, y lo hace con muchísimo humor, delicadeza y estilo. Sin tapujos ni contemplaciones; con miedo pero enfrentándose a la enfermedad de cara, sin bajar la mirada.

Recientemente nos enterábamos los lectores de que vendrán otras navidades difíciles; será la segunda vez que pase por quirófano, pero la guerra no ha terminado. Muy pocos se desnudan ante el lector y llaman a las cosas por su nombre, lo que me recuerda a que quizás la lectura de rabudo.com podría ser una masterclass también para la clase política, maestra del disfraz y el eufemismo. Ponte el casco y adelante, valiente. Por ti sobre todo, y por todos a los que directa o indirectamente les has enseñado lo que no querían ver, o que les aterraba tanto que prefirieron vendarse los ojos. A quitarle las patas al cangrejo, a subir al espacio y a dejar el cáncer allí. Pero tú vuelve.

“Ground control to Major Tom,
Ground control to Major Tom,
Take your protein pills and put your helmet on.
Ground control to Major Tom,
Ground control to Major Tom
Commencing countdown, engines on,
Check ignition and may gods love be with you”

Notas:
Recientemente, el astronauta Chris Hadfield versionaba a Bowie desde la Estación Espacial Internacional. Todo un fenómeno viral, no se lo pierdan: