Joaquín se incorpora en el sofá para alcanzar, con su pequeña manita, el ‘smartphone’ de su padre. Su dedo corazón se desliza, entonces, por la pantalla del llamado teléfono inteligente: con cara angelical, de no haber roto nunca un plato, mira a su padre en ese instante mostrándole el móvil, con la intención de que el adulto introduzca la contraseña que le impide seguir jugando con el teléfono.

Joaquín acaba de cumplir un año. Aún está aprendiendo a caminar con seguridad y empieza a balbucear sus primeras palabras, pero la facilidad para manejar dispositivos electrónicos parece incorporada de serie en esta nueva generación de pequeños. Son la llamada generación touch. Para ellos, cualquier pantalla e incluso aparato con el que se topan en su desarrollo diario debiera ser táctil.

Según un estudio del hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, el 40% de los menores de 2 años tienen contacto diario con los teléfonos móviles o tabletas de sus padres. El porcentaje llega a ser del 90% en el caso de los niños de 10 años. Hagan la prueban y dejen a un menor de entre 3 y 6 años con una consola portátil con botones. Inmediatamente se lanzará a tocar la pantalla. Para ellos eso es lo normal. Acostumbrados a ver sus padres manejando tabletas y móviles con el dedo, los pequeños tienden a repetir sus gestos.

Y es que así ha sido siempre. ¿Quién no ha visto alguna vez en una de estas películas antiguas a un joven de unos 13 años fumando un cigarrillo con sus amigos? Lo veía en casa y lo repetía en la calle. E igual hoy en día con la electrónica. Nada malo en ello. De hecho, están demostradas las enormes ventajas de las nuevas tecnologías en el desarrollo cognitivos de los niños. Como en todo, la virtud está en el correcto uso y en evitar el abuso.

Los especialistas recomiendan asumir la “nueva realidad táctil” en el desarrollo de los hijos como una oportunidad en lugar de como un riesgo. Lo importante, más que controlar el número de horas que los pequeños pasan enfrente del aparato, es supervisar su uso y conocer las aplicaciones que prefieren. Este entorno virtual puede ayudar al desarrollo de los niños, a la vez que adquieren competencias básicas para su futuro, utilizando herramientas como los juegos de estrategia o de memoria.

Escuela digital

Como todo importante cambio social, las nuevas tecnologías se han ido incorporando progresivamente a las aulas. Los profesores de la llamada “vieja guardia” han tenido que adaptarse a esta realidad aplastante y “renovar sus conocimientos o morir”, como ya acuñó el famoso escritor español Miguel de Unamuno, quien señaló que “el progreso consiste en renovarse”.

No solo las escuelas privadas están distribuyendo dispositivos portátiles en sus aulas; también las escuelas públicas se han hecho eco de este “boom” y empiezan a adaptar sus rutinas de aprendizaje a los conocimientos asimilados sobre una pantalla. De hecho, España es uno de los países europeos donde existe un mayor número de ordenadores por alumno (32 por cada 100 estudiantes en Primaria y 31 por cada 100 en Secundaria), según un estudio reciente de la Universidad Internacional de Valencia. No obstante, el funcionamiento de esta tecnología aún da muchos problemas, además de no estar demostrado que mejoren los resultados académicos. Los detractores de este “boom digital” advierten que los estudiantes están perdiendo capacidad de concentración, debido a un exceso de información visual en detrimento de la auditiva. Los profesores se están encontrando con el problema de retener la atención de sus alumnos, ya que están acostumbrados a ver las cosas sobre una pantalla para poder asimilarlas.

A este respecto, una veterana profesora de un colegio público de Madrid realizó una interesante prueba: durante una de sus clases hizo a sus alumnos, de entre cinco y seis años, estar pendientes de un audiolibro de El soldadito de plomo, el cuento de Hans Christian Andersen, sin ningún tipo de imagen que lo acompañara. Al finalizar la clase los estudiantes afirmaron no haber entendido nada, “porque no lo pudieron ver”.

Adiós a la escritura a mano

No obstante, el mundo sigue girando, y países modelos en Educación como Finlandia dan un paso más y adelantan que han decidido sustituir el aprendizaje de la escritura caligráfica por clases de mecanografía (en el teclado QWERTY) para el curso 2016/2017. A pesar de lo drástica que puede resultar la medida, a buen seguro pronto empezará a ser copiada, gracias a la buenísima reputación educativa del país escandinavo debido a sus resultados en los exámenes PISA. Los responsables políticos del citado país afirmaron al respecto que pretenden adaptar a sus alumnos “a las nuevas exigencias del futuro”, entre las que se encuentra, sin duda, teclear lo más rápido posible.

Aunque muy pocos ponen en duda lo importante que es aprender a escribir a máquina con fluidez y destreza, los detractores de la completa eliminación del aprendizaje de la escritura caligráfica advierten, alarmados, del retraso que ello supondrá en el desarrollo motor del futuro adulto. “Estamos encontrándonos con una gran cantidad de menores con retrasos motores y disminución de fuerza muscular en algunas áreas”, afirman expertos en Kinesiología.

El hecho de que los pequeños dediquen más tiempo delante de un dispositivo electrónico, en lugar de invertir esas horas mejorando su caligrafía, genera una importante debilidad muscular. Y no solo en los músculos de los dedos. Los expertos hacen mención a su desarrollo psicomotor en general, ya que los niños pasan más minutos al día sentados y mirando a través de una pantalla, en lugar de disfrutar al aire libre “corriendo, escalando”, o realizando cualquier otra actividad física.

Los defensores de la escritura a mano siguen insistiendo en que esta enseñanza puede ayudar a la hora de reducir los efectos de la dislexia, además de los beneficios mentales vinculados a la agilidad a la hora de producir el lenguaje y la expresión de nuevas ideas.

Se apueste por la total eliminación de la escritura a mano, o esta sea arrinconada a un aprendizaje voluntario para los aún románticos del arte de impresionar con una bonita caligrafía, está claro que todo está cambiando. Las notas a mano sobre el frigorífico para recordar “que hace falta comprar huevos y pasta” y los mensajes románticos en el espejo del baño que vislumbran un precioso “Te quiero” cuando después de una relajante ducha el vapor lo impregna todo, parecen llamados a desaparecer. ¿Avance o pérdida? Solo el tiempo lo dirá.