La trilogía de novelas de Stieg Larsson (Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire) sobre la inimitable investigadora Lisbeth Salander fue todo un tsunami editorial, con ventas millonarias en todo el mundo. Las tres novelas contaron con un primer paso a la pantalla hace unos años en una trilogía de filmes suecos, que fueron un éxito más allá de sus fronteras y sirvieron para lanzar internacionalmente a su protagonista, encarnada por la actriz Noomi Rapace (vista después en Sherlock Holmes: Juego de sombras y en Prometheus). En Estados Unidos, el “fenómeno Larsson” también llamó la atención y era solo cuestión de tiempo que se hiciera una nueva versión de la historia, que corrió a cargo del prestigioso David Fincher y que en ese caso fue solamente del primero de los libros, Los hombres que no amaban a las mujeres.

Esperando poder librarse de una acusación de difamación, el periodista Mikael Blomkvist (Daniel Craig) se traslada a una remota isla del norte de Suecia, donde la muerte no esclarecida de una joven atormenta aún a su tío cuarenta años después. Sospechando que el asesino puede seguir aún en la isla, Blomkvist emprende una investigación que lo lleva a descubrir los secretos y mentiras de una poderosa y rica familia. Cuenta para ello con una extravagante aliada, la hacker punki Lisbeth Salander (Rooney Mara).

Tras unos títulos de crédito iniciales muy fincherianos (al estilo de Seven y El club de la lucha), lo que tenemos es un filme que recuerda mucho a su predecesor sueco (lo cual tampoco es de extrañar, pues los dos parten del mismo material) y al que perjudica la cercanía del mismo, pues habiendo visto la anterior película todo suena a dejá vu.

Quizá la puesta en escena de Fincher es más estilizada y algunos actores son más competentes (el propio Craig, Plummer o la desaprovechada Robin Wright como amante de Craig), pero las líneas maestras del argumento son clónicas, con una leve excepción en sus últimos minutos, que es donde hay mayores diferencias. Incluso la cinta se ambienta en Suecia y los personajes siguen siendo suecos, perjudicando un poco la credibilidad, ya que ninguno de sus protagonistas es de aquel país.

Respecto al personaje más memorable de la historia, Lisbeth Salander, la joven Rooney Mara sale bastante airosa y cumple con creces. Esta muchacha, a la que pudimos ver en La red social haciendo el papel de interés amoroso del protagonista, ha alterado su estilo dulce por otro mucho más rudo y consigue convencernos como la inquietante y vulnerable Lisbeth. Aunque me quedo con lo que hizo Noomi Rapace, Mara es quizá lo más destacable de esta nueva versión.

En definitiva, un thriller bastante sólido y entretenido, aunque sin el toque perturbador de otros filmes de Fincher y que gustará más a aquellos que lleguen vírgenes a la historia, los que no hayan leído los libros originales ni visto las películas suecas.

Yo no he leído una sola línea de los libros de Larsson y cuando vi las películas suecas me sorprendieron gratamente, mientras que algunos fans de las novelas empezaron a encontrar tramas alteradas o eliminadas. Un claro ejemplo de como a veces es mejor una mirada limpia ante las obras artísticas, sin contaminar de buenos o malos prejuicios, pero eso es otra historia.