Escasos días antes de la fecha límite, Bob Dylan le entregó a la Academia Sueca su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura. Después de haber ignorado el anuncio del premio por dos semanas y luego no presentarse a la ceremonia en diciembre, parece que recibir el premio de ocho millones de coronas suecas (923.000 dólares) lo motivó a cumplir por lo menos con este requisito, ya que sin presentar el discurso, habría perdido los fondos del premio que se le otorgó por «haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense».

El propio Dylan fue grabado leyendo un discurso poético en el que reflexiona sobre lo que podría ser la relación entre sus canciones y la literatura. Comienza citando músicos que lo inspiraron tales como el innovador roquero Buddy Holly y el gran maestro de blues Leadbelly y se pasa gran parte de la media hora del discurso describiendo las tramas de tres obras que le impactaron y cuyas historias dice fueron incorporadas a muchas de sus canciones.

Más antes de relatar con gran regodeo y lujo de detalles momentos claves de Moby Dick, Sin novedad en el frente y la Odisea, Dylan suelta unas escuetas frases acerca del conocimiento que lo alimentaba al componer y cantar:

«Sabes que Stagger Lee era un hombre malo y que Frankie era una buena chica, sabes que Washington es una ciudad burguesa y has escuchado la voz profunda de Juan el Revelador y viste al Titanic hundirse en un arroyo pantanoso y eres amigo del rebelde aventurero irlandés y del rebelde chico colonial. Escuchaste tambores y flautas militares tocando lento y quedo, has visto al lujurioso Lord Donald clavarle una daga a su esposa y a muchos de tus camaradas envueltos en lino blanco».

En estas pocas frases, Dylan hace referencia a una decena de cuentos cantados, como si fuera el mismo apóstol del himno espiritual John, the Revelator, que cita, autor del Libro de Revelaciones que describe el Apocalipsis y quien, según la canción, todo lo escribe y todo lo revela.

Y así nos revela Dylan: Stagger Lee es el protagonista de una canción de principios del siglo pasado que recuenta la historia real de "Stag" Lee Shelton, quien asesina a Billy Lyons en St. Louis, Missouri en 1895 y luego en acto de venganza, a Stag lo mata la mujer de Billy. Otro asesinato en St. Louis el mismo año es el tema de la canción de Frankie, la chica buena que mató a su pareja, pianista mujeriego y abusivo. Fue tan buena, que en la vida real la exoneran después de pasar a juicio por el asesinato; hasta le devolvieron su pistola.

La capital burguesa de Washington es el tema de una canción de Leadbelly compuesta en 1937, en la que el cantante se queja de la discriminación que sufrió en una visita a la ciudad. El tema de la discriminación acompañado de venganza kármica surge de nuevo en la referencia al Titanic, otra canción de Leadbelly en la que le niegan pasaje a un afroamericano (le dice con desprecio el capitán: «este barco no carga carbón») y por ende se pierde del viaje en la gran nave que chocaría con el gran iceberg para hundirse al fondo del océano.

Y en cuanto a los rebeldes de toda índole - el chico colonial aparece en una balada tradicional posiblemente australiana o irlandesa con múltiples versiones, que cantan las hazañas de un irlandés quien después de pasar tiempo en la cárcel, es asesinado por la policía. Como esta versión fue considerada demasiado sediciosa, otras versiones transforman al ex-reo en un emigrante irlandés a Australia, que no por ser un tipo de Robin Hood evita sufrir la misma suerte y muere a manos de la policía. El otro rebelde aventurero irlandés, en una canción que data del siglo XVI, se marcha de casa largos años y regresa dotado de gran fortuna.

La flauta y el tambor son la triste banda sonora del entierro de un joven soldado en la canción Green Fields of France. El Lord Donald, quien mata al amante de su esposa aparece en Matty Groves, balada inglesa que data de por lo menos el siglos XVII. Y, finalmente, los jóvenes cowboys de la canción The Streets of Laredo yacen muertos y cubiertos de lino blanco en las calles de esa ciudad.

En este denso recuento, una especie de evangelio musical según el apóstol revelador Bob Dylan, una serie de personajes casi arquetipales se enfrentan a los golpes de la vida que ofrecen por lo menos a algunos de ellos la posibilidad de redención y resurrección.

Sin duda la literatura es una de las vías más importantes para saber y conocer las condiciones del alma humana; sus historias, metáforas y símiles nutren nuestra sapiencia humana. Mas el musitar musical de Dylan apunta a otras brújulas que en la vida nos orientan hacia el verdadero norte: historias cantadas como las que él pudo componer, ya que le ha sido concedida la plegaria de Homero que cita al final de su discurso de aceptación del premio Nobel:

«Canta dentro de mí, oh musa, y por medio de mí, cuenta tu historia».