Para que explicara lo que con mis propias palabras no bastaba.

Uno debería regalar lo que le gustaría recibir. De este modo, las veces que regalé libros (cuando no fueron corbatas o vinos), intenté que el agasajado sintiera el mismo placer que yo cuando me encontré con ellos y tras leerlos. Algunos fueron comprados porque me cansé de esperar que me los regalaran. Entre los que más he buscado, en un listado tan arbitrario como desmemoriado, se han repetido, y por diferentes razones, los siguientes escritos.

Adrogué (1977) de Jorge Luis Borges (1899-1986)

Mi padre me regaló este poemario, autografiado por el mismísimo autor y por quien realizara las ilustraciones, su hermana Norah. Al haber nacido en una de las 'patrias' amadas de Borges, mis Tierras de Adrogué, a la cual dedicó unos bellísimos poemas preclaros, fue inmediata y segura la fascinación que me generó. Qué privilegio será por siempre que uno de mis más preciados maestros hablara de mi pueblo con poesía en el año en que yo nací. Quedé conectado por siempre con ese autor.

Operación Algeciras (1989) de Juan Luis Gallardo (1934)

Existe mucha buena literatura, tanto argentina como británica, sobre la guerra contra el colonialismo inglés en las Islas Malvinas, pero este trabajo narra la historia desde una perspectiva exquisita. Nos muestra que es la causa que más une a los argentinos, ya que relata la famosa operación para atacar a la flota inglesa en Gibraltar, en la que participaron comandos de la marina de guerra junto con algunos guerrilleros con los que habían estado combatiendo tiempo atrás. Conservo con privilegio algunos intercambios epistolares con su autor.

Soy Roca (1991) de Félix Luna (1925-2009)

Después de aprender que las conferencias suelen ser gratuitas y al carecer de dinero para disfrutar de mucho teatro, asistí a varias charlas ofrecidas por este gran historiador argentino. En una de esas veladas, le pedí que me firmara el ejemplar de uno de sus libros que más me ha cautivado. La historia, narrada en primera persona, de quien fue uno de los presidentes argentinos más importantes y decisivos para la construcción de una Argentina poderosa a principios del siglo XX.

Don Quijote de la Mancha (1615) de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616)

No creo sorprender a nadie con este magnífico, increíble y poderosísimo libro. ¡Cuánto privilegio poder leerlo en castellano aquellos que disfrutamos de tan bella lengua! Porque nos explica gran parte de nuestra lógica del pensamiento a todos los hijos del escritor de Alcalá de Henares, adonde siempre regreso para rendir mis respetos de autor. Tal como me sucedió a mí, todos los que han leído estas aventuras no continuaron sus vidas sin alteración, incluyendo los desequilibrios necesarios para aprender a vivir.

Confieso que he vivido (1974) de Pablo Neruda (1904-1973)

El mundo reconoce al célebre poeta chileno como uno de sus más destacados. Sin embargo, insisto en que su mejor obra es la que se editó de manera póstuma y en prosa. En ella nos cuenta los laberintos, dilemas y sinsabores de un poeta, lo cual equivale a hablar de la poesía misma. Contiene demasiados pasajes tan bien descritos y necesarios para comprender la esencia de lo que ha perseguido el personaje.

El cuerpo del delito (2003) de Luis Eduardo Aute (1943-2020)

Hace pocos años abandonó este mundo el queridísimo cantante, pintor, cineasta y poeta. Al ver esta recopilación de sus poemas-canción, como él los llamara, uno comprende el pecado de cuasi lujuria que es embriagarse de ellos. También uno descubre al leerlos, intentando no cantarlos, que la melodía es intrínseca del buen arte. Tiempo después de que escribiera el prólogo de mi primer libro, Reino de Albanta (que le rinde homenaje), en uno de nuestros mágicos encuentros me autografió un ejemplar, haciéndome sentir desde entonces y para siempre su amigo.

El genio y la locura (Le génie et la folie, 1998) de Philippe Brenot (1948)

Este libro llegó de manera fortuita a mis manos y me conmovió profundamente en mis primeros años como escritor. En una carta que le escribí en francés con mucha ayuda (que nunca contestó ni recibió), le comentaba sobre la fascinante terapia como artista que me hizo vivir al leer su texto. En un momento muy oportuno de mi creación, pude comprender qué estaba sucediendo en mí con respecto a la creación, la melancolía y la peligrosa consecuencia de disociación a la que pueden llegar los artistas y, en especial, los escritores.

Una vida revolucionaria (A Revolutionary Life, 1997) de Jon Lee Anderson (1957)

El Che, ese personaje polémico que ha despertado pasiones de toda índole a lo largo de la historia y la geografía. Esta biografía tan bien escrita nos sumerge sin previo aviso en una historia de vida que no deja a nadie indiferente. Sin pretender exaltar una ideología con la que no comulgo, mentiría si no reconociera que me habría unido al Granma para emprender una revolución y liberar, como expresaban aquellos hombres, la isla de Martí. Lo que sucedió después, el mundo ya lo sabe. Que fue un aventurero que murió apegado a sus principios, nos lo predijo Guevara en sus cartas. Meses después de la publicación de ese libro, me encontraba en La Habana investigando las luces y sombras de aquel argentino que falleció siendo cubano.

El corsario del Plata (1999) de Daniel Cichero (1957)

La historia del marino franco-argentino Bouchard merecía ser contada con la emotividad y poesía que exigía el héroe. Ese prohombre que luchó por la independencia de las colonias suramericanas en los mares del mundo entero, enfrentándose literalmente a la flota española sin tregua ni cuartel, persiguiéndola por donde fuera. Las muchas banderas de América Central que se asemejan a la de Argentina son una clara herencia de eso. Qué placer ha sido leer y releer este trabajo del escritor, a quien de vez en cuando intenté compartirle mis aventuras y con quien pude disfrutar de un café junto a sus consejos y sonrisa en una pintoresca confitería de la Reina del Plata.

El lector de Marulić (The Marulić Reader, 1997) de Bratislav Lučin (1956)

En mis primeros tiempos en Croacia, comencé a interiorizarme en los distintos poetas y escritores de esa tierra. Así descubrí a Marko Marulić, a quien le restaurara su casa natal en la ciudad de Split como parte de un inmenso proyecto. Durante todos esos años, regalé a todos mis nuevos amigos del lugar las enseñanzas del padre de la literatura croata, no solo en afecto sino también para discutir muchas expresiones del croata medieval que me resultaban muy difíciles de comprender. Tuve el placer de invitar al autor a hablar sobre este trabajo en la mismísima casa museo que honra al literato y que yo creara.

Biblia (1450) de Dios (Eterno)

En mi primera juventud, decidí leer de manera íntegra el primer libro publicado y más famoso del planeta. Lo hice desde mi fe cristiana, pero con un cuidadoso atrevimiento literario de aprendizaje para maravillarme con tantas historias, que son las de nuestra cultura. Disfrutando entonces de las destrezas de todos aquellos que escribieron Los Libros del Gran Libro, inspirados, es decir, endiosados, y que nos dan literatura de vida y vida para hacer literatura. Las veces que no me sentí a la altura de una buena explicación teológica, fue mejor regalar un libro -El Libro, en este caso- para que explicara lo que con mis propias palabras no bastaba.