Estamos ya en el tercer mes de confinamiento y creo que este tiempo ha sido más que suficiente para dejar patente que la pandemia ha recorrido el mundo extendiendo algo más que la enfermedad. A su llegada, el Covid-19 apareció cargado con un saco lleno de realidades e incertidumbres, las cuáles se han ido haciendo cada vez más evidentes y profundas respectivamente.

El coronavirus nos ha traído certezas como es el hecho de que el sistema no está en absoluto preparado para hacer frente a una gran crisis, pero, en mi opinión, también puede que la verdad que se ha hecho más palpable durante este tiempo es que idea de que la aparición de un enemigo común conseguiría unir a los seres humanos es completamente equivocada. Ahora sabemos que si finalmente llegasen alienígenas para conquistar la Tierra, los seres humanos entraríamos en guerra, pero no con ellos, sino entre nosotros.

En la otra cara de la moneda nos encontramos todas las preguntas que genera esta situación. No tenemos ni idea de hacia dónde se encaminará el mundo después de esto o qué cosas volverán a ser como antes y cuáles no pero, por encima de todo, lo que no está claro es si aprenderemos algo de todo esto. Sé que es pecar de optimista pero me gustaría pensar que sí.

La revitalización de la música en directo

En el artículo pasado comentaba que ahora mismo hay un exceso de mala leche en las redes que no creo que sea necesario aumentar; es por ello que estoy intentando encontrar enfoques positivos que darle a mis textos y la verdad es que, en estos tiempos no resulta nada sencillo, menos aún cuando se analiza un sector como es la música en directo.

La incertidumbre siempre ha sido parte intrínseca de la vida de los músicos y ya era evidente antes de la pandemia que el sector de la música en directo no pasaba por sus mejores momentos. Sin embargo, esta crisis ha puesto encima de la mesa serias dudas sobre cómo se va a desarrollar la actividad a partir de ahora y lo cierto es que no dan mucho pie a pensar en positivo, pero nada es imposible.

Los conciertos volverán, más tarde o más temprano, pero lo acabarán haciendo; el cómo lo hagan es otro cantar. Por un lado está ya asumido que cuando vuelvan los directos lo harán acompañados de mayores limitaciones de aforo; igualmente sería lógico pensar que una de las secuelas que va a dejar esta enfermedad es que a partir de ahora habrá más gente reacia a asistir a eventos multitudinarios. En definitiva todo apunta a que por unas razones u otras va a haber menos público.

Por otro lado, no sería extraño que también acaben estableciéndose de forma permanente mayores restricciones para viajar entre países. Esto repercutiría directamente en la capacidad de los músicos para actuar en el extranjero ya que, con toda probabilidad, no solo complicaría aún más la logística sino que también aumentaría significativamente los costes.

Todo esto no hace augurar un futuro muy halagüeño aunque si se fuerza un poco la mirada, creo que es posible dar con un punto de vista positivo. Como he dicho antes, sé que es pecar de optimista, pero quizá no todos estos cambios acaben repercutiendo negativamente en el sector.

En primer lugar, es verdad que todo indica a que vaya a haber menos público en los conciertos. Esto muy posiblemente repercutirá en el precio de las entradas pero la realidad es que no se puede cargar todo el peso sobre la entrada y será necesario encontrar nuevas fórmulas que permitan para que la actividad sea rentable, tanto para salas como para músicos. Si además le aplicamos un potente filtro de optimismo, podríamos decir que la música en directo se convertirá en una actividad más exclusiva y quizá eso haga que el público esté más dispuesto a gastarse el dinero en una entrada para ver a una banda que no conocen. Las reducciones de aforo podrían conllevar también una diversificación del público, lo que beneficiaría al conjunto de la oferta musical. Si a todo lo anterior le sumamos que haya personas que prefieran evitar eventos excesivamente multitudinarios, es posible que eso acabe repercutiendo positivamente en los festivales de pequeño formato.

En segundo lugar está el tema de los artistas internacionales. Como decía antes, no sería de extrañar que para los músicos vaya a ser más complicado tocar en el extranjero, de la misma manera que a los festivales les saldrá más caro traer figuras internacionales. Lo único positivo que se puede sacar de aquí es que quizá estos festivales empiecen a apostar más por artistas nacionales a la hora de rellenar sus carteles. Paradójicamente esto podría resultar en una revitalización de la escena musical, haciéndola más atractiva para talentos extranjeros menos conocidos.

Inventar nuevas fórmulas

La realidad más evidente ahora mismo es que el panorama que se le presenta a la música en directo para los próximos años es, cuanto menos, complicado y serán necesarios nuevos formatos que permitan retribuir su trabajo a músicos y organizadores. Quizá empiecen a aparecer salas que tengan una cuota de socio u otras que ofrezcan únicamente directos vía streaming. Lo que es innegable es que tanto artistas como salas van a tener que desarrollar nuevas fórmulas para adaptarse a los tiempos que vienen porque, aceptémoslo, hay muchas cosas no van a poder volver a ser lo que eran.